Nació el
21 de septiembre de 1452, tercero de siete hijos de una familia noble en
Ferrara, Italia. Sus padres eran personas cultas y mundanas, y gozaban
de mucha influencia, su abuelo paterno era un famoso médico de la corte
del Duque de Ferrara, y los padres de Jerónimo deseaban que su hijo
llegase a ocupar el lugar de su abuelo. En el colegio fue un
alumno que se distinguió por su aplicación.
Es muy probable que una desilusión con una joven florentina, fuera
la causa que lo hicieran abrazar la vida monástica.
En 1474
ingresó en la orden de los dominicos, en Bolonia. Después de pasar 7
años en Bolonia, Fray Jerónimo fue para el convento de San Marcos, en
Florencia en donde vio con desilusión que el pueblo florentino era tan
depravado como cualquier otro lugar.
Hizo su primera aparición como predicador en 1482, en el priorato de San
Marcos, la casa dominica de Florencia. Sus sermones se centraron cada
vez más sobre el pecado de la sociedad, y atacó de forma abierta la
corrupción y a los partidarios aristocráticos de los Medici.
En 1493 el papa Alejandro VI, que le nombró su primer vicario general,
aprobó su propuesta de reformar la orden dominica en Toscana. Entonces
sus sermones se hicieron políticos. En uno de sus discursos, señaló con
claridad la próxima llegada de los franceses dirigidos por el rey Carlos
VIII. Cuando esta predicción se cumplió con la aparición de las fuerzas
francesas invasoras en 1494, ayudó a recibir a Carlos en Florencia.
Cuando los franceses abandonaron la ciudad, se había creado una
república de la que fueron excluidos los Medici, y él se convirtió,
aunque sin funciones políticas, en su guía y espíritu animador.
Ni siquiera el papa Alejandro VI se vio libre de sus denuncias. Éstas,
junto con la atribución de un don sobrenatural de profecía y su
interpretación extravagante de las Sagradas Escrituras, disgustaron a
Roma; y en 1495 fue acusado de herejía. Al no presentarse en Roma, se le
prohibió predicar, y se revocó el expediente mediante el cual la rama
florentina de su orden (dominica) obtuvo la independencia. Rechazó los
intentos de conciliación del papa con indignación, y de nuevo se le
prohibió predicar, aunque ignoró esta orden.
Mientras
tanto, las dificultades comenzaron a intensificarse en su patria. Las
medidas de la nueva república resultaron impracticables. El partido de
los Medici, llamado de los arrabbiati (en italiano, “enfurecido”),
comenzó a recuperar terreno, y se formó una conspiración para apoyarles.
Se ejecutó a cinco de los conspiradores, lo que sólo sirvió para
acelerar la reacción contra Savonarola, ya que más tarde fue acusado de
ello. En el punto crítico de la lucha, en 1497, llegó una condena de
excomunión de Roma. La declaró nula públicamente y se negó a someterse a
ella. Durante la epidemia de peste, a pesar de no poder administrar los
santos óleos por estar excomulgado, se dedicó con entusiasmo a atender a
los monjes enfermos.
Durante su corta influencia, el predicador fue amenazado; excomulgado y
en 1498, fue declarado culpable de herejía y enseñanza sediciosa, y
condenado a muerte. El 23 de mayo de 1498, fue ejecutado (ahorcado) y
luego su cuerpo fue quemado en la plaza pública.
El Predicador y reformista italiano, cuyo intento entusiasta de eliminar
la corrupción terminó en martirio, se le recuerda como uno que dejó en
los márgenes de las páginas de su Biblia notas escritas mientras
meditaba en las Escrituras. Conocía de memoria una gran parte de
la Biblia y podía abrir el libro y hallar al instante cualquier texto
bíblico. Pasaba noches enteras en oración; dentro de sus
libros se encuentran "La Humildad", "La Oración", "El Amor".