Capítulo 5

LA VIDA QUE PUEDE ORAR

Andrew Murray

 

"Sí permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros. pedid todo lo que queréis, y os será hecho" (Juan 15:7).

"La oración eficaz del justo puede mucho" (Santiago 5:16).

"Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios: y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él" (1 Juan 3:21, 22).

AQUÍ en la tierra, la influencia de uno que pide un favor para otros depende completamente del carácter del que pide, y de la relación que éste tenga con aquél ante el cual está intercediendo. Lo que él es, es lo que da peso a lo que pide. En lo que se refiere a Dios, el asunto no es diferente. Nuestro poder para orar depende de nuestra vida. Cuando nuestra vida está bien con Dios, sabremos cómo orar de tal modo que agrademos a Dios, y la oración logrará la respuesta.

Todos los textos citados en el encabezamiento de este capítulo indican lo mismo. "Si permanecéis en mí —dice el Señor… pedid todo lo que queréis, y os será hecho". Según Santiago, la oración del justo es la que "puede mucho". Juan dice que "cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él", porque obedecemos a Dios y lo agradamos.

Toda falta de poder para orar bien y con perseverancia, toda carencia de poder en la oración delante de Dios, indica que carecemos de algo en la vida cristiana. Sólo cuando aprendamos a vivir de tal modo que agrademos a Dios, él nos dará lo que pedimos.

Aprendamos de nuestro Señor Jesús en la parábola de la vid, lo que es una vida vigorosa y saludable que puede pedir y recibir lo que quiere. El dice: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).Termina esta alegoría diciendo: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, el os lo dé" (Juan 15:16).

Según esta alegoría, ¿cómo tiene que vivir uno para dar fruto v luego pedir y recibir lo que quiere? He aquí la respuesta: La vida de la rama es la que da poder para orar. Nosotros somos ramas de Cristo, la Vid viviente. Sencillamente, tenemos que vivir como ramas, y permanecer en Cristo. Entonces pediremos lo que queramos y nos será hecho.

Todos sabemos lo que es una rama, y cuál es su característica esencial. Simplemente es un desarrollo de la vid, producido por ella y destinado a llevar el fruto. Sólo tiene un propósito: Está allí por orden de la vid, para que por medio de ella, la vid lleve y madure su precioso fruto. Así como la vid vive sólo y totalmente para producir la savia que hace la uva, así la rama no tiene otra función ni otro objeto que recibir esa savia y producir la uva. Su única función es la de servir a la vid, para que por medio de ella, aquélla pueda hacer su obra.

¿Debe entenderse que el creyente, que es rama de Cristo, la Vid celestial, ha de vivir, en sentido literal y de manera exclusiva para que Cristo dé fruto por medio de él? ¿Quiere decir eso que el verdadero cristiano como rama ha de estar tan absorto y dedicado a la obra de llevar fruto para la gloria de Dios, como Cristo, la Vid, cuando estuvo en la tierra y ahora en el cielo? Esto, y nada menos, es lo que quiere decir. Precisamente a la oración de tal persona se le hacen las promesas ilimitadas de fila alegoría.

La vida de la rama, que sólo existe para la Vid, es la que tendrá el poder de orar como se debe. Cuando nuestra vida permanece en él, y sus palabras permanecen y dominan en nuestro corazón, y en nuestra vida y se convierten en nuestro mismo ser, habrá gracia para orar correctamente y la fe para recibir lo que queremos.

Unamos estos dos conceptos y tomémoslos con su verdad sencilla y literal, y con su grandeza infinita y divina. Las promesas que hizo nuestro Señor en su discurso de despedida, y que repitió seis veces con expresiones ilimitadas: "todo lo que", “si algo”, "todo cuanto" (Juan 14:13, 14; 15:7, 16; 16:23, 24), nos parecen absolutamente grandes para tomarlas en sentido literal. Por tanto, nosotros las explicamos racionalmente para que satisfagan nuestras ideas humanas sobre lo que nos parece que deben significar. Las separamos de aquella vida de absoluta e ilimitada devoción al servicio de Cristo para la cual se dieron.

El pacto de Dios se puede resumir siempre en estas palabras: Da todo y recibe todo. El que está dispuesto a ser completamente rama, y nada más que rama, que está lista a colocarse absolutamente a la disposición de Jesús, la Vid de Dios, para que Jesús lleve fruto por medio de él, y a vivir en todo momento solo para él, recibirá una libertad divina para pedir todo lo que Cristo prometió en toda su plenitud, y una sabiduría y humildad divinas para usarlo de modo apropiado.

Tal persona vivirá y orará y reclamará las promesas del Padre, así como lo hizo Cristo, sólo para la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Usará su osadía en oración sólo con la mira de obtener poder para la intercesión y lograr que los hombres reciban la bendición. La ilimitada devoción de la vida de la rama para llevar fruto, y el acceso a los tesoros de la vida de la Vid son inseparables. La vida que permanece completamente en Cristo es la que hace la oración eficaz en el nombre de Cristo.

Pensemos por un momento en los hombres de oración de la Biblia, y veamos en ellos cuál fue la vida que pudo orar con tal poder. Hablamos de Abraham como intercesor. ¿Qué fue lo que le dio tal osadía? El sabía que Dios lo había escogido y llamado a salir de su hogar y de su pueblo para que anduviera delante de él de tal modo que todas las naciones fueran bendecidas en él. Sabía que había obedecido y había abandonado todo por Dios. La obediencia implícita, hasta el punto de estar dispuesto a sacrificar su propio hijo, fue la ley de su vida. El hizo lo que Dios le pidió; por tanto, se atrevió a confiar que Dios haría lo que él pedía.

Hablamos de Moisés como intercesor. El también abandonó todo por Dios, "teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios". Vivió a la disposición de Dios. "... fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo". “Con cuánta frecuencia está escrito de él que hizo las cosas "como Jehová le había mandado a Moisés". No es raro que fuera muy osado. Su corazón estaba bien con Dios. El sabía que Dios lo oiría.

Y esto no fue menos cierto en el caso de Elías, el hombre que se levantó a defender al Señor Dios de Israel. El hombre que está dispuesto a arriesgar todo por Dios puede contar con que Dios hará todo a favor de él.

Los hombres oran sólo mientras viven. La vida es la que ora. La vida que con una devoción sincera se entrega toda a Dios y para él, también puede reclamar todo de Dios. Nuestro Dios anhela manifestarse como Dios fiel, y poderoso ayudador de su pueblo. El sólo espera que los corazones se aparten completamente del mundo y se tornen hacia él, y se abran para recibir sus dones. El hombre que pierde todo hallará todo, se atreverá a pedir y recibirá.

La rama que única y verdaderamente permanece en Cristo, la Vid celestial, está completamente entregada como Cristo a dar fruto, que es la salvación de los hombres. Tal rama ha tomado las palabras de Cristo, las cuales moran en su vida, y puede atreverse a pedir lo que quiera, y le será hecho.

Cuando nosotros no hemos llegado a esa plena devoción para la cual nuestro Señor había entrenado a sus discípulos, ni podemos igualarnos a ellos en el poder de la oración, podemos, sin embargo, permitir que un hecho nos anime. Aun en las etapas interiores de la vida cristiana, todo nuevo paso que se dé hacia adelante en el esfuerzo que se hace en pos de la perfecta vida de la rama y toda entrega con el objeto de vivir para los demás en la intercesión, será recompensada desde arriba con una correspondiente libertad para acercarnos a Dios con mayor osadía y esperar mayores respuestas. Cuanto más oremos y cuanto más conscientes lleguemos a estar de nuestra incapacidad para orar con poder, tanto más seremos estimulados y ayudados a continuar adelante, hacia el secreto del poder en la oración: una vida de permanencia en Cristo, que esté enteramente a disposición de él.

Si algunos, desesperados por lograr algo, se preguntan cuál puede ser la razón del fracaso en esta bendita vida de la rama, tan sencilla y sin embargo tan poderosa, y se preguntan cómo pueden lograrla, permítanme señalarles una de las lecciones más preciosas de la alegoría de la Vid. Es una lección que se ha descuidado. Jesús dijo: "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador". No sólo tenemos al mismo Jesús, el glorificado Hijo de Dios, con su divina plenitud de vida y gracia de la cual podemos extraer, lo cual es maravilloso, sino que hay algo aun mas bendito. Tenemos al Padre como Labrador que vigila nuestra permanencia en la Vid, nuestro crecimiento y nuestra fructificación. No se dejó a nuestra fe o a nuestra fidelidad el mantener nuestra unión con Cristo. Dios, el Padre de Cristo, quien está unido con él—el mismo Dios—se encargará de que la rama sea lo que debe ser. Él nos capacitará para producir justamente el fruto que fuimos designados a rendir. Leamos lo que Cristo dice acerca de esto: "todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto". Lo que el Padre busca es más fruto; más fruto será lo que el mismo Padre proveerá. Por esa razón, él como Viñador, poda las ramas.

Consideremos lo que esto significa. Se dice que de todas las plantas de la tierra que llevan fruto no hay ninguna que produzca un fruto tan lleno de espíritu, y del cual puede destilarse abundante espíritu como la vid. Y de todas las plantas que dan fruto no hay ninguna que esté tan dispuesta a producir ramas de sobra y para la cual sea tan indispensable la poda como la vid. La gran obra que tiene que hacer el viñador todos los años a favor de la rama es la de podarla. Otras plantas pueden prescindir de la poda durante algún tiempo y aun así llevar fruto; la vid tiene que ser podada. Así que la rama que desea permanecer en Cristo y dar mucho fruto y poder pedir lo que quiera tiene que hacer una cosa: entregarse con confianza a esta limpieza divina.

¿Qué es lo que corta el viñador con su cuchillo de poda? Corta la madera que la rama ha producido: madera verdadera, real, en la cual está la verdadera naturaleza de la vid.

¿Por qué tiene que ser cortada? Porque le extrae la fuerza y la vida a la vid, e impide el flujo de la savia hacia la uva. Cuanto más se corte de esta madera, cuanto menos madera haya en la rama, tanto más podrá la savia ir hacia la uva. La madera de la rama tiene que decrecer para que el fruto de la vid aumente. Por obediencia a la ley de toda la naturaleza, según la cual la muerte es el camino hacia la vida, según la cual la ganancia viene a través del sacrificio, el crecimiento rico y prolífico de la madera tiene que cortarse y echarse a un lado para que se vea la vida más abundante en el racimo.

De la misma manera, hijo de Dios, rama de la Vid celestial, en usted hay aquello que parece perfectamente inocente y legítimo, pero que le quita su interés y su fuerza. Eso tiene que ser cortado para que quede limpio. Vimos qué gran poder tuvieron en la oración hombres como Abraham, Moisés y Elías, y sabemos qué clase de fruto ellos dieron. Pero también sabemos lo que les costó. Dios tuvo que separarlos de sus ambientes vez tras vez para retirarlos de cualquier confianza que pudieran tener en ellos mismos, a fin de que buscaran su vida solamente en él.

Sólo cuando nuestra propia voluntad, nuestra fuerza, nuestro esfuerzo, nuestro placer, sean cortados —aunque parezcan perfectamente naturales y no pecaminosos—, todas las energías de nuestro ser quedan libres y abiertas para recibir la savia de la Vid celestial, el Espíritu Santo. Luego llevaremos mucho fruto. En la entrega de aquello a que la naturaleza se aferra, en la plena y dispuesta sumisión al cuchillo podador de Dios, llegaremos a aquello para lo cual Cristo nos escogió y nos designó: para dar fruto, para que todo lo que pidamos al Padre en el nombre de Cristo, él nos lo dé.

En el siguiente versículo, Cristo nos dice cuál es el cuchillo podador: "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado". El dice posteriormente: "Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad". "…la palabra de Dios es… más cortante que toda espada de dos filos: …hasta partir el alma y el espíritu”.

Cristo les había dicho a sus discípulos palabras escudriñadoras del corazón sobre el amor y la humildad, sobre la necesidad de que cada uno fuera como el menor, y, como él mismo, siervo de todos: sobre la necesidad de que cada uno se negara a si mismo, tomara la cruz y perdiera la vida. Por medio de la palabra de él, el Padre los había limpiado a ellos, les había quitado toda confianza en ellos mismos o en el mundo, y los había preparado para que el Espíritu Santo de Dios que es la Vid celestial les penetrara y los llenara. Nosotros mismos no podemos limpiarnos. Dios es el Viñador. Podemos encomendarnos con confianza a su cuidado.

Queridos hermanos, pastores, misioneros, maestros, obreros del evangelio, creyentes antiguos y nuevos, ¿lamentan ustedes la falta de oración y la resultante falta de poder en su vida? Entonces acudan y oigan a su querido Señor cuando les dice: “Sólo sean ramas. Únanse e identifíquense con la Vid celestial, y entonces sus oraciones serán eficaces y podrán mucho.

¿Se lamenta porque ésa es precisamente su dificultad: que no tiene, ni puede tener esta vida de rama, que permanece en él? Escuche otra vez. No sólo usted desea "más fruto", sino el Padre también. El es el Labrador que limpia la rama fructífera para que lleve más fruto.

Colóquese en las manos de Dios a fin de que él haga lo que es imposible para el hombre. Confíe en que la limpieza divina le cortará y le quitará toda confianza en sí mismo, todo esfuerzo propio que haya sido la causa de su fracaso. El Dios que dio a su amado Hijo para que fuera su Vid, quien lo constituyó como su rama, ¿no hará su obra de limpieza para que sea fructífero en toda buena obra, y también en la obra de oración e intercesión?

Esta es la vida que puede orar. Una vida enteramente entregada a la Vid y a sus fines, que tiene toda la responsabilidad de su limpieza en manos del Viñador, una rama que permanece en Cristo, y confía en Dios y se entrega a él para ser limpiada, puede dar mucho fruto. Con el poder de tal vida, amaremos la oración, sabremos orar, oraremos y recibiremos lo que pidamos.