20 MALDICIONES

  1. Dios entrega al hombre a su propio camino y al corazón que él aún va ganando, caminando en él

  2. El hombre no cree en Dios y Dios se queda callado para que el hombre crea lo que él quiera y desee cuando él quisiera y desee – un incrédulo puede hasta creer en Dios si desea y aún cantar en el coro de su iglesia o ser pastor. Pero sólo los limpios de corazón verán a Dios y se mantendrán dentro de aquella paz que ningún humano conseguirá disfrutar lejos de Dios, siendo fingido.

  3.  El hombre se olvida fácilmente de sus pecados y sólo ora “perdóname mis pecados” sin saber que pecados se tratan. Esto es una consecuencia del propio pecado.

  4. El hombre se siente victorioso cuando gana (o no pierde) por medios fraudulentos. Y Dios se mantiene callado para que el hombre no sienta que está errado o que es perdedor real. “Quien gana su vida (de este modo), la perderá”.

  5. El hombre no consigue escoger entre el bien y el mal. Muchas veces ni sabe discernir entre uno y otro también, para poder escoger después. Él no es como Job, que dijo: “¿Hay iniquidad en mi lengua? ¿O no podría mi paladar discernir cosas perversas?” Job 6:30.

  6. El hombre no se halla capaz de arrepentirse porque cree piamente en sí mismo y en cualquiera de sus muchas (in)capacidades. Eso es una maldición, una consecuencia del pecado. Todo hombre para poder ser salvo necesita ir (¡marchar!) contra él mismo en dirección a Cristo y no negarse para ir en otra dirección. Pero el pecado ni deja pensar que debemos hacer tal cosa. Todo pecado trae esta maldición consigo.

  7. El hombre cree que no se consigue arrepentir si no siente ganas de hacerlo. Él aprendió a hacer sólo conforme aquello que siente y si no siente no lo hace o cree que no consigue hacerlo – su corazón y sentimientos son quienes determinan sus hechos y caminos por él, pues está entregado a él mismo. Él no entiende porque razón Cristo dijo “niéguese a sí mismo”, ni cual es el alcance de Sus palabras – antes quiere sentir para poder hacer.

  8. El hombre vive de la fama y del elogio y llega a creer que eso es lo que es vida y bendición. Él fue entregado al engaño para sentirse bien por allá, para sentirse como un vencedor siempre que, en la realidad, sale perdiendo.

  9. El día a día del hombre se queda completado de cosas para hacer sin ser acompañado por Dios en ellas. En ese estado de espíritu no tiene tiempo para pensar en aquello que piensa mientras el tiempo va pasando velozmente con el hombre hallando siempre que estuvo parado. Ni piensa en un Dios y en un Juicio venidero que se aproxima a él a alta velocidad.

  10. El hombre cree que es eterno porque fue creado para ser eterno y su constitución así lo hace creer. Sin embargo, Dios le permite continuar pensando del modo que fue originalmente creado, él aún sabiendo que un día va a morir. El hombre nunca vive como si fuera a morir o prestar cuentas a Dios. Él antes vive como si eso nunca fuera a acontecer. ¿Quieren maldición mayor que esa?

  11. El hombre confunde fácilmente placer con vida, dinero con confianza, bienestar con seguridad, pecado (carnalidad egoísta) con amor, agresividad con firmeza, lentitud con tranquilidad, pelea con perseverancia. Para todo lo que resta del conocimiento del bien dentro de él, cada hombre arregla una semejanza en el pecado y en la vida que sigue para poderla vivir a su modo y a la cual fue entregado para que así sea realmente. Él se calienta y se siente confortado en el calor de su propia casa que se está incendiando con él allá dentro.

  12. El hombre no consigue saber cual es la verdad y acaba siempre pendiendo para el lado del engaño y de la mentira. Él cree que mentira es verdad y que verdad es mentira, que realidad es ofensiva cuando se habla de Dios que vive y es real. Para él, la única fe aceptable es la que es la mística o la que no funciona para él poder vivir de su modo y conforme siempre vivió. Por esa razón existen muchos creyentes que consiguen creer en la verdad sin que sean verdaderos, en la realidad sin que sean reales – son mentirosos hasta para ellos mismos, viviendo fácilmente de fachada y de ayuno de realidad teniendo a Dios constantemente a negarlos abiertamente y ni aún así creen que es Dios quien está contra ellos y no el diablo. Son personas que abren los ojos en la oscuridad de una noche a creer que ven sólo porque abrieron los ojos. (¡Imagínese la culpa de quien cierra sus ojos con luz a su alrededor entonces, porque ese es uno de los modos de vivir en las tinieblas!)

  13. El hombre no consigue conciliar su atención con aquello que se encuentra haciendo en dado momento. Él siempre siente ganas de estar donde no está y, hasta allá llegar, también de salir de donde está. Su insatisfacción nunca tiene algo que ver con el lugar que él asegura ser el problema. Su insatisfacción es un estado de espíritu consecuente de su alejamiento de Dios por largos periodos y vive equivocándose dentro de un estado el cual no le permite discernir nada delante de sus ojos abiertos que nada ven.

  14. El hombre ya no consigue controlar su lengua y hasta habla antes de pensar – su corazón pasa directo de lo que siente para las palabras. El hombre se hizo incontrolable y por eso es que su auto-control es un fruto apetecido que sólo las personas en el Espíritu consiguen usufructuar.

  15. El hombre halla su motivación en aquello que lo puede enorgullecer, confundiendo todo lo que hace con humildad. Él habla con palabras de humildad siendo orgulloso, hablando de una cosa y sólo consiguiendo sentirse bien haciendo la otra. Este es un camino al cual el hombre está entregado porque se alejó de Dios como persona.

  16. Terquedad, homosexualidad, malos hábitos, falta de control, son todas cosas que acontecen o pueden acontecer al hombre entregado a si mismo. Ese mismo hombre llega al punto de defender la perversidad sólo porque exige hasta de sí que su camino y voluntad sean hechos de su modo. El común de la gente sólo defiende sus caminos a causa de ellos mismos y nunca a causa de las causas en sí, ni por el supuesto valor de las reivindicaciones que hacen y usan para que se impongan dentro de sus caminos infelices y sin salidas.

  17. El hombre piensa poco en Dios de la manera correcta y con cariño especial. ¿Qué mayor maldición podría existir en la tierra? Y también es una maldición conseguir pensar en Dios con “cariño” sólo siendo fingido y con música de fondo, forzado, dándole cuerda (como si de reloj se tratara), corriendo atrás de bendición o de otro modo que consiga llevar cada hombre a ser engañado por él mismo y con aquella capacidad de llevar a otros atrás de sí.

  18. El hombre es capaz de confiar – fue creado para eso. Pero lejos de Dios, él es capaz de confiar en cualquier cosa, en cualquier tiempo bueno o malo de su propia existencia, pero nunca consigue confiar en Dios que sería su única salvación. Su corazón rechaza naturalmente a creer en Dios para obtener una ayuda real – sólo creería en Dios para usar sus propios recursos, esquemas y mecanismos como ayuda y forma de ayudar, la cual el propio autoriza, avala y aprueba.

  19. El hombre ya no consigue saber cual es la diferencia entre sentir emocionalmente y sentir una presencia real, sentir de tacto. Por esa razón se quedan animados, dando cuerda a un reloj de sentir interior y de forma programada, confundiendo eso con sentir la presencia de Dios que ni en sueños estará por allí. Lo que sienten es a ellos mismos, es de ellos mismos y acaban creyendo que eso es sentir Dios.

  20. La impaciencia es una maldición que se halla cuando no se sabe esperar en Dios. Ella nos hace luchar o por aquello que Dios en Su bondad no quiere dar, o para que recibamos en el tiempo errado aquello que, en otra ocasión, sería algo bueno y correcto para nosotros venido de la propia mano de Dios.

De la próxima vez que quisiera hacer sus propias cosas, que quisiera seguir su propio camino como un hijo pródigo que aún exige que Dios le dé Su herencia para tener el poder de hacer, intente acordarse sólo unas de estas maldiciones que irá a hallar en alguno de sus caminos futuros. Dios no es malo: las maldiciones ya existen para quienes se alejan de Dios, de su voluntad (aún siendo creyente) y de Su presencia real (la que no es fingida ni supuesta). Esas maldiciones ya existían antes de nosotros. “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu simiente;  que ames al SEÑOR tu Dios, que oigas su voz, y te allegues a él; porque él es tu vida, y la longitud de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró el SEÑOR a tus padres Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar”, Deut.30:19-20

 

José Mateus
zemateus@msn.com