LOS 50 ESCALONES DE LA RELACIÓN CON DIOS

 

Esta es una humilde tentativa de revelar como nuestra relación con Dios se establece, crece o termina. Después de escribir, se queda siempre aquella sensación de que se quedó faltando algo que esclarecer mejor. Pero es sólo una tentativa seria de como subimos para el cielo. Creo que cada etapa en su debido tiempo puede ser terminada abruptamente tanto cuanto se puede pasar para una fase siguiente fácilmente e incluso saltar una u otra etapa.

Muchos comienzan a descender para tierra y para el mundo creyendo que están subiendo para el cielo. Otros están subiendo y se quejan y se cuestionan como harían los que descienden si fueran honestos (pues, las personas en error no siempre se cuestionan para que se lamenten y que duden de su camino). Otros de los que están descendiendo creen que, si están en la escalera que lleva hacia el cielo, nada tendrán a temer que si son atrapados desciendo. En la verdad, lo que cuesta es dar el primer paso para el descenso. Después se queda creyendo que es más fácil descender que subir. Sin embargo, las puertas del cielo se cierran y cuando alguien recomienza subiendo por haber cambiado de ideas (de nuevo), es demasiado tarde. “Este pueblo maligno, que se rechaza a oír mis palabras (…) Y los quebrantaré el uno con el otro (…) no perdonaré, ni tendré piedad ni misericordia, para no destruirlos”, Jer.13:10, 14. Espero que, como mínimo, algunos se hallen aún subiendo y nunca se instalen siempre que alcancen el escalón siguiente porque vencieron, es decir, vencieron una etapa. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”, Apoc.2:26.

 

LA ESCALERA DE LA VIDA, ESCALÓN A ESCALÓN:

  1. Oímos hablar de Dios (tal vez sólo de otra manera) y comenzamos a gustar;

  2. Comenzamos a sentir que no somos nada buenos y nos resentimos de eso. Nos gustaría ser buenos en vez de creer que podemos confesar pecados y restaurar la justicia y establecer aquella paz especial en nuestro corazón. Ser bueno se hace sustituto de apoderarse de la gracia porque no queremos reconocer nuestros pecados por el nombre y nos sentimos descubiertos y con tendencias para tapar y encubrir. Comenzamos a percibir que no podemos esconder nada más también y eso puede llamar la amargura hasta nosotros. Aquí se instala la duda sólo porque las personas preferirían que el camino fuera otro o de otro modo y nunca porque el camino sea mentiroso. Unos vuelven la espalda, otros son más audaces y persistentes y siguen enfrente. Otros aquí se entregan a la discusión de doctrinas y se quedan por allí el resto de la vida en la tierra. Otros aún desean que ya hubieran sido salvos para que no tuvieran que pasar por la limpieza que es indispensable y necesaria – hay que entrar por la puerta que es estrecha. Pero, para los que siguen enfrente, viene un próximo escalón, pues será aquí que se decide de qué queremos ser salvos: del pecado o del infierno.

  3. Confesamos pecados por su debido nombre, uno a uno, entregamos a los otros todo lo que les quitamos y rectificamos nuestro pasado por la exactitud y justicia que nos es posible; pedimos perdón a quien lastimamos hablando que nos estamos arreglando con Dios también. Nos llega una paz muy buena y creemos que estamos en el buen camino. Somos incentivados a proseguir a causa de eso y tentados a quedarnos por allí porque nos es agradable todo lo que sentimos. Muchos se quedan por el confesar de sus pecados y hasta dejan de predicar sobre otras cosas de la vida con Dios tal es la revelación, eso a causa de la paz que sólo comenzaron a sentir en sí y se quedan creyendo que ya no existe nada por el frente porque todos gustan de sentirse seguros cuando no están. Predicar para los otros da la seguridad falsa que muchos buscan obtener.

  4. Comenzamos a quedarnos ligeramente cansados de nuestra vida antigua y aunque esto pueda acontecer tanto antes cuanto después de este escalón, tanto en simultáneo como en otras fases iniciales de nuestra vida ya creciente, tenemos la ligera percepción que es la vida que llevamos hasta allí  la que nos cansa y no la labor.

  5. De pronto todo nos parece confuso. Durante veces sin cuenta ni sabemos cual rumbo tomar para nuestra vida porque confundimos el cielo con la tierra fácilmente aún y Dios no nos está hablando de las cosas de la tierra y nosotros las entendemos así; deseamos la bendición para los objetivos anteriores y Dios bendice, sí, pero para otras cosas adelante hacia el cielo y para aspiraciones más solemnes y más definitivas y eternas; muchas veces, en esta fase, no sabemos lo que leer ni como orar más porque queremos oír cómo nos conviene y no porque la Biblia o la oración sean enigmas. La confusión nos deja creer que no sabemos como hacerlo. En la verdad, eso acontece porque mezclamos una vida con la otra.

  6. Muchas veces nos damos cuenta que Dios, en vez de darnos, nos quita las cosas y de las cosas – hasta de las que Él halla importantes.

  7. Nos damos cuenta que el cielo puede descender sobre nosotros a cualquier momento porque la tierra murió para nosotros (ni que sea aparentemente) y el cielo comienza a tener sentido para nosotros – ¡finalmente! Eso se llama volver nuestro rostro para el lado correcto, para donde debemos. Pero no significa que llegamos allá - sólo comenzamos a creer que llegamos.

  8. El diablo, por veces, nos dice que Dios está muerto y proseguimos confiando en el Señor sin saber cómo.

  9. Comenzamos a amar la Biblia y la Biblia comienza a amarnos también con sus revelaciones; nuestro mejor profesor ahora es invisible, real y seguro; a Él queremos oír y Él ahora nos quiere oír.

  10. Ahora comenzamos a creer que nuestra vida no fue creada vanamente, para pudrirse, aún sabiendo que aún puede pudrirse. Pedimos que eso nunca venga a acontecer, tan grande es la revelación de que nos podemos salvar.

  11. Parece que nada hicimos aún para que vivamos y aún así presionamos y proseguimos ora andando, ora tambaleando, ora orando bien, ora orando mal.

  12. Por veces arriesgamos una mirada para tras para que nos certifiquemos que estamos correctos; si supiéramos que Cristo está correcto, ni perderíamos tiempo dando de comer al vicio de mirada para donde no debíamos, pues quien mira para atrás también mira hacia otros lados y revela que tiene la capacidad de mirada para el frente y nunca lo hace siempre.

  13. Aquí entramos en una relación con Dios más abierta y más profunda cuando todo nos indicaba que estábamos alejándonos. Pero, es Dios quien comanda y no nosotros y menos mal que así es. Sentimos que estábamos prestos a perder cuando vencemos. Luchamos con Dios y vencemos sin saber cómo. Pero, en la verdad, fue Él quien nos ganó, nos conquistó porque luchamos. También no entendemos porque razón estamos más amparados en Dios habiendo luchado con Él. Por que hayamos luchado, ni se nos queda la idea que nos envolvemos con Él.

  14. Algunos de los muchos ríos comienzan a fluir libremente de dentro de nosotros y comenzamos a desear más. Sentimos que nos rendimos a Dios y no es verdad. Eso es Dios enseñándonos y demostrando todo lo que debemos hacer.

  15. Juzgamos el pecado fácilmente y creemos que, con eso y de ese modo, el pecado desaparecerá de nosotros. Esa tendencia para la justicia propia, ese modo del mundo de ser sumario para no ser confuso (ahora contra un nuevo enemigo que conseguimos ver bien o mal), aún existe en nosotros. Aún no sabemos lo que es luchar con las armas de Dios y usamos fácilmente las nuestras o entonces nos quedamos estancados cogiendo en las armas de Dios porque no sabemos que hacer con ellas. Muchos esconden sus ingenios aquí por varios motivos. En la verdad, aún tenemos un amor secreto para con el pecado y por eso somos implacables en el juzgar. Nos falta saber que el pecado se apoderó de las cosas santas y estamos colocando todo en el mismo cesto, el santo con el profano, pasando la espada en ambos.

  16. Nuestro corazón comienza a quemar extrañamente y el quemar es literal y real – parece un fuego físico y real. A veces colocamos nuestra mano en el pecho para ver si está caliente acá fuera también, Luc.24:32.

  17. Somos humillados siempre que esperábamos exaltación. Hallamos muy extraño eso, inmediatamente ahora que la presencia de Dios nos es real, o comenzó a ser.

  18. Pero nos damos cuenta que existe amor real para con Dios y para con aquello que Le es querido también. Pero, a veces confundimos las cosas. Somos tentados a amar de nuestro modo antiguo, porque nuestra memoria programada aún nos traiciona y nuestro modo de andar, de vivir, aún se instala porque la vida antigua nos es reciente y somos compulsivos en lo que está correcto y viene de Dios e intentamos hacer lo que está correcto de nuestro modo o del modo de otros pero que no es lo de Dios aún, eso en vez de que optemos por que nos hagamos eternos y constantes inmediatamente allí (eso porque tenemos prisa). Pero quien intenta hacer lo que esta correcto de su propio modo, también se esfuerza para que Dios haga las cosas de él de Su modo, es decir, que Dios use Su poder para servir el profano. Es aquí que la llama de muchos se puede enfriar si no abdicaran de su modo conscientemente, por encima de abdicar de su propia vida. Y el diablo nos lleva a creer que tenemos que hacer cosas para Dios y para los otros; no que las cosas sean erradas, pero porque el diablo sabe que nuestro modo de hacerlas será repudiado por Dios solemnemente – a nosotros aún ni nos pasó por la cabeza que “aquí en la tierra sea hecho como en el cielo”, del mismo modo y con las mismas finalidades y en Su propio ritmo. A los que vencen y se niegan, a los que se apoderan de Dios después de que se nieguen y no se quedan ociosos y sin modo porque se negaron, a los que no se quedan sin saber para donde ir después de que se nieguen y ni lo que hacen porque se perdieron y se perdieron a sí mismos allí, a todos aquellos que pueden dar el próximo paso y saben que lo tienen que dar y lo que tienen que hacer, continuemos subiendo nuestros escalones. De los otros nos despedimos aquí, pues aunque prosigan siendo creyentes, aunque consigan ser creyentes, nuestros caminos serán diferentes y se separan aquí.

  19. Así que, damos el primer paso como si todo estuviera comenzando de nuevo y nos  damos cuenta que, en la verdad, ni existía amor verdadero para con Dios en nosotros. Había amor, sí, pero era nuestro, mezclado con lo de Dios, aquel que Él derramó en nosotros. Creíamos que ese amor era para nosotros, pero en la verdad es a través de nosotros para los otros y para Dios – ni somos el blanco de ese amor sino antes los recipientes y los canales, pues somos hechos para amar y rehechos sólo para que seamos amor y no amados. De ahí nació la confusión de los caminos. Es aquí que muchos de nuestros caminos se hacen apretados, pues no siempre se abdicó del amor antiguo y del modo de amar que aprendemos con el mundo y de su modo contaminado y minado de presunción y egoísmos, el cual usa la palabra amor para satisfacer el egoísmo. El mundo nos enseñó a que seamos amados y queridos para que nos aprovechemos y que recibamos y por esa razón somos amables y serviciales. Con Dios eso no funciona más, aunque haya funcionado hasta aquí, pues Dios se hizo Judío para los Judíos y Griego para los Griegos. Pero, en su Reino no existe Griego ni Judío más. O nos hacemos inmediatamente como Él o nos perderemos en raciocinios y doctrinas creyendo que lo sabemos todo. Él se hizo Judío para Judío para que Judío se pudiera hacer cómo Él.

  20. Comenzamos a orar por las cosas correctas del modo cierto, también y aún nos parece extraño y decimos a Dios, como si Él se fuera a engañar sólo porque no conocemos el Camino nuevo y ni nos habituamos a él aún: “pronto, Señor, si tú quieres así… haré así…. ¡Pero mira que creo que estoy errado!” Es el miedo de perder hablando de nuevo y no la nueva realidad en Cristo. Parece que sabemos mejor y, en la verdad, Dios necesita que sepamos mejor de otro modo y por eso intenta conquistar nuestro terreno para Él, pues el mundo nada sabe y se queda sin ayuda porque aún nos conmueve y nos sentimos congratulados si sabemos más y mejor. Pero, en la exacta medida de nuestros pasos concretos de obediencia, la realidad se va apoderando cada vez más de nosotros y vamos dejando y arreglando para tras de nosotros todos los prejuicios, esos frutos del egoísmo que todos aceptan dentro de ellos fácilmente y de los cuáles se usan para guerras tanto fuera como dentro de su corazón. Nos damos cuenta fácilmente que tenemos que ser reales y que no fuéramos creyentes de una realidad sólo. Dejamos los prejuicios, los conceptos que los creyentes ganaron y vivimos la vida de que hablan. Y Cristo nos va avisando que Él está ganando terreno contra nuestra propia vida y nunca salió para bendecir esa vida, pero antes para eliminarla y exterminarla por completo. Él es dulce en su hablar, pero decidido y ni nos quedamos con dudas sobre todo lo que Él pretende alcanzar. Hasta aquí creíamos que el enemigo sería Satanás, aunque sea enemigo. En la verdad éramos esclavos de nosotros mismos y Cristo nos vino a liberar de la peor de las esclavitudes: la propia. Y hallábamos nosotros que entendíamos las palabras de Pablo que dicen ¡“Ya no vivo pero Cristo vive en mí”! Mientras eso no se hace una realidad natural cuando es ponderada, sin resistencia, nunca será Vida real.

  21. Dios empieza a hacerse extremadamente importante para nosotros y percibimos que tal vez nunca hemos sido verdaderamente hijos de Dios debido a aquella novedad de cada día, naciendo y rayando como nunca. Esa es nueva tentación para el egoísmo, pues quiere ser feliz también en vez de que sea Cristo tornándose alegre con nosotros. Cuando nos caemos ahora, es más debido a la ausencia de tentación que por la presencia de ella, pues aprendemos a luchar contra algo siempre, contra la tentación, hasta aquí, sin que hayamos aprendido a luchar por la Vida o con La Vida para que ella tenga cómo ser familiar para nosotros. El diablo también usa esa situación, pues sabe que en la ausencia de tentación nos quedamos inertes. Pero cuando no nos quedamos inertes, él viene para atraparnos de sorpresa, pues dejamos de contar con muchas tentaciones, también. Él aún es el tentador y hasta halló sabiduría para tentar a Cristo, que lo venció. Cristo en nosotros hará por vencerlo una vez más porque estamos siempre limpios delante de Dios.

  22. Aquí aprendemos a luchar con Dios, tal vez de otra forma, tal vez no. La Vida es indestructible y podemos luchar con Él que no muda – pero ella nos transforma a nosotros por su realidad sin o con palabras porque nos envolvemos con ella en una lucha de vida. Anteriormente aprendemos a luchar y no a vivir porque siempre nos enseñaron que el pecado sería invencible y tendríamos que luchar con él la vida toda. Descubrimos que era sólo más una de las muchas mentiras del diablo. Habíamos aprendido a luchar contra la muerte, antes, para que vivamos. Y en caso seamos hallados a luchar contra la muerte, nosotros que somos asimiladores, asimilaremos los modos de esa muerte y del pecado, nos transformamos en pecado porque luchamos con pecado y no con Jesús. Pero, aprendemos que debemos luchar con La Vida porque somos asimiladores de aquello que nos rodea. Ahora que comenzamos a saber y a creer en el hecho de que la muerte ni nos toca más, aprendemos a luchar con La Vida para que vivamos, como si nada más existiera contra lo que luchar.

  23. Más un modo que intentamos adoptar y aprender a cualquier costo: vivir y convivir con la ausencia de algunas o de muchas tentaciones. Tiene gente que busca tentaciones porque ni sabe vivir sin ellas. Otros no saben vivir con ellas sin murmurar en aquella vida que vence fácilmente cada paso que da. Otras personas ni saben vivir de un modo y ni del otro porque ni son honestos con ellos mismos. Pero, muchas personas actúan y reaccionan sólo preocupados - de otra forma, duermen profundamente. Por esa razón, ausentándose la tentación, nos quedamos de nuevo sin saber lo que hacer. Y es así que comenzamos a preguntar: ¿cómo viviremos en el cielo si reaccionamos sólo a la tentación, a la prueba y al castigo? Allá en el cielo no existirá nada de eso y necesitamos saber vivir aquí en la tierra como si viviéramos en el cielo. Tenemos ahora la real oportunidad de conocer uno de los mayores secretos del evangelio, de lo cual, librándonos de todo pecado, fue sólo el comienzo. Ahora necesitamos o necesitábamos cambiar de lucha, cambiar de arena. Y ya estamos cambiando. Antes aprendemos a entregarnos a Dios contra el pecado en vez de abrir una lucha contra todo tipo de pecar práctico porque la obra interior cabe a Dios. Ahora nosotros escogemos que nos entreguemos a Dios y no nos distraemos de que nos entreguemos solamente a Él. Y es así que todo se hace diferente (de nuevo, porque vamos de gloria en gloria); tenemos la percepción de que, aún cuando todo tipo de pecado ya no es problema real para nosotros, siendo antes considerado como una vida de total ilusión y perdición que no tiene la capacidad de atraernos más, que la verdadera entrega a Dios y a Su dominio y forma de reinar (a Su Reino) es lo que necesitamos hacer para Él, principalmente a través de Él, por Él y eso es la Vida y no la muerte. Aprendemos el modo que usamos contra la muerte, nuestra entrega, el cual iremos ahora a aplicar siendo vivientes también y a favor de la vida y no más contra la muerte. La única virtud que sobró de las luchas anteriores fue la conciencia de que tengamos  que permanecer entregados y totalmente rendidos para que estemos atentos, aún en las victorias, algo que va además de que seamos siempre vencedores. Entrega absoluta aún no es forma de vida para nosotros, pero comenzó a ser hace mucho tiempo atrás y el pecado nos llevó a que seamos realmente entregados debido a la realidad de la amenaza de destruirnos completamente en caso no fuésemos. La lucha contra nuestros pecados nos enseñó a que seamos entregados. Pero ahora que el adversario se queda sin existir en nuestros planes, aunque existiendo en este mundo, el modo de vivir permanece y la entrega se mantiene real. Ahora el Sal.123 comienza realmente a hacer mayor sentido para nosotros y terminamos afirmando que “El Señor perfeccionará lo que me dice al respecto” siempre que estamos entregados, Sal.138:8; pero, tenemos la percepción seria de que eso también nunca acontecerá de otro modo – ni deseamos que pueda acontecer de otro modo siquiera. Anteriormente, la entrega era motivo de duda para nosotros, pues hallaríamos fácilmente que deberíamos luchar, luchar contra malos y villanos, contra pecados y tentaciones. Para nosotros, rendición nos hacía pensar en que perdamos la lucha por nuestra vida o de otros. Pero, aprendemos que, si nos rendimos a Cristo no es lo mismo que nos rindamos simplemente, pero es antes una rendición a la victoria y a la confianza en la realidad del poder de Cristo en nosotros. Es que nos rindamos a Quien está de nuestro lado y es por nosotros. Ese sabor a la victoria nos da una sonrisa enorme, pues hallamos descanso de las luchas anteriores y de la forma de luchar. Nuestras espadas son transformadas en hoces en la cosecha de Dios y no necesitamos aprender más la guerra, Is.2:4. Ahora percibimos que no existe perfección sin una entrega absoluta e incondicional en el lugar de las luchas, donde el enemigo que puede y quiere quitar la vida nos quiso distraer de ser entregados, a través de luchas falsas, usando para eso nuestros miedos, culpas y terrores o recuerdos de ellos; nuestro deseo de que seamos perfectos pasa a ser deseo de que seamos entregados, aún cuando aún pueda faltar alguna realidad de lo que seamos – o entonces cuando ya no falta más esa realidad de ser entregados y rendidos. El villano no está fuera de nosotros y está muerto o muriendo sin cualquier capacidad de venirse a recuperar. Con eso nos alegramos mucho. Cuando eso es motivo de alegría intensa, algo cambió en el pecador. Cuando nos desviamos algo de nuestro camino, decimos: “Dios Esto es lo que acontece cuando me dejas entregado a mí mismo” y sabemos de lo que estamos hablando. Muchos no saben porque hablan cosas que para ellos son sólo palabras bonitas y no son serias constataciones de realidad y de verdad.

  24. Percibimos en el aire que necesitamos creer porque las cosas de Dios son realmente verdad y no sólo porque necesitamos creer o porque las cosas de Dios son cosas bonitas y representan valores que nos atraen la imaginación. Y sólo de pensar que todo es verdad, nos da un temor extraño, pues no es miedo, pero temor y reverencia por la verdad que encima es real. Ya no es una creencia, sino antes una constatación de realidad en la cual antes no creíamos conforme debíamos creer.

  25. Debido a este nuevo descubrimiento práctico y muy útil para nosotros y para todo el Reino de Dios, allá donde las cosas se procesan del modo del cielo, cada día nos parece cosa nueva y nos vamos habituando a la idea de la realidad simple. Todos los días el sol nace por primera vez. Todo es eterno y lindo. Todo comienza siempre, todo lo que tenemos nunca termina. Todo es novedad para nosotros y finalmente ganamos aquel espíritu simple de niño del cual Jesús tanto habló; y caso nos halláramos presos en una celda sin nada para hacer, nuestra realidad sería otra, nuestros quehaceres serían muchos y entendemos lo que Pedro quería decir, afirmando “Porque, si en que vosotros haya y que abunden estas cosas, ellas no os dejarán ociosos ni infructíferos en el pleno conocimiento de nuestro Señor Jesús Cristo”, 2 Ped.1:8. Lo que cuenta es conocer a Jesús y es eso la Vida Eterna, Juan 17:3; y aún en una celda tendríamos grandes novedades para contar a quienes quisiera oír. Necesitamos vivir un día de cada vez aún cuando nunca nos olvidamos de todo lo que Dios nos prometió o comandó para el futuro allá en el pasado. Y es en el conocimiento de Cristo que nunca nos hacemos ociosos y no en otras cosas.

  26. Ahora, hasta los mandamientos de Dios nos parecen promesas y no son más mandamientos, pues deseamos mucho todo lo que Él desea. Ahora comenzamos a orar con mucho fervor para que podamos alcanzar las promesas de Dios y no más los mandamientos. "Tus testimonios son mi placer y mis consejeros", Sal.119:24.

  27. Pedimos las cosas porque las queremos para Dios y es aquí que comenzamos a perder de vista cualquier justicia propia, aunque ya no la estuviéramos practicando. Ahora a perdemos de vista, saliendo de nuestro mundo consciente para siempre. Perdemos también aquella bondad propia u otra cosa que podríamos creer que teníamos porque, aquello que Jesús es, nos es sabroso y nos hacemos tal cual Él por la vivencia (con Él). Aunque tuviésemos algo propio, no sería resistido pero antes listamente ignorado con simplicidad de niño, aquella simplicidad que ni da explicaciones sobre porque razones ignoró un juguete para ir a mover con el otro; no nos importa porque nuestra realidad ahora es otra. Ahora percibimos que sólo se preocupa con el bueno que tiene aquel que se ocupa con el mal que tuvo o aún tiene. Y antes fue necesario que nos ocupemos con el mal que teníamos dentro de nosotros – o fuera de nosotros, en cajitas (de sonido, de imágenes, de recuerdos). Y por esa razón nos hacíamos conscientes de algo de bueno que saliera de nosotros. Quien se ocupa con Dios y de Dios ya no tiene mal con que ocuparse y la consecuencia es de nunca más necesitar competir con Dios por Dios. Quien lucha por alguien, adquiere y usa el modo de ese alguien. Ahora que luchamos por Dios en Dios, adquirimos Su modo también. Anteriormente luchábamos por nosotros y no teníamos cómo impedir mantener nuestro modo. Con la vivencia y el objetivo real por el cual luchamos y que ahora fue finalmente alcanzado, viene el modo de alcanzar el blanco también como si no hubiéramos alcanzado nada aún. Vivimos en Dios por Dios y no más por nosotros mismos y como sabemos que nuestra vida tiene más valor para Él que todo el oro de la tierra, luchamos por nuestra vida y luchamos por las vidas de otros porque ellas son más importantes para Dios que para cualquiera otro ser que existe. Ahora, sólo ahora, aprendemos a tener inmenso amor correcto por nosotros mismos y las palabras “como a nosotros mismos” ganan otro significado, pues amamos nuestras vidas que antes eran pródigas, propias y forajidas, como Dios las ama. Antes luchábamos por la salvación de quien amábamos, ahora luchamos por quien Dios ama y sabemos que por nuestros familiares Jesús también murió – y por nosotros. Nuestras vidas son muy importantes para Dios y, por esa razón, luchamos por ellas.

  28. Nos perdemos dentro de Dios, pues Su dimensión en amor es infinita y paramos de medirla para que usemos nuestro tiempo y recursos para que antes pudiéramos vivirla y convivir con ella. Antes sabíamos de eso, ahora vivimos de la realidad de las cosas que Dios siempre venía hablándonos y queriendo demostrar. La santidad nos parece ser la cosa más fácil de todo el mundo (pero sólo ahora) y comienza a parecer que nunca vivimos de otro modo. Pecado nos parece ser cosa imperceptible, imposible e inexistente. Hasta el recuerdo del pecado en nosotros deja de existir para que vivamos como si nunca hubiéramos pecado y eso (milagro de los milagros) dentro de un mundo lleno de pecado. Realmente, Jesús libera verdaderamente y no importa donde – ni es el lugar el que importa, pues nuestro pecado existía dentro de nosotros y no fuera de nosotros, como el pecado de otros del cual nuestra vida no depende más. Hacemos todo de otro modo, por otros motivos y nos admiramos mucho de que hayamos vivido otra vida cuando miramos hacia el mundo exterior en sus quehaceres, pues por el lado de dentro de nosotros no nos conseguimos darnos cuenta de que ya vivimos aquella vida anteriormente – ¡sólo mirando hacia fuera nos damos cuenta y nos acordamos! Ya no tememos mirar el pecado de frente porque aprendemos a vivir de lo que está dentro de nosotros y se hizo real mientras nos damos cuenta que es firme como Roca y nunca se sacudirá. Dejamos de temer perder esta vida por muchas razones, pues el único que podría rechazarla o impedir de vivirla dejó de existir, es decir, nosotros. La vida de reclusión nos enseñó a vivir sólo de Dios para Dios, porque era la voluntad de Él en absoluto. Ahora decimos, alegres, “¡Señor, esto es todo lo que acontece cuando Te das y Te entregas a mí también, cuando yo soy Tuyo y Tú eres mío también!” Ahora no es yo a ser Tuyo solamente, pero Tú te entregas a mí también”. Y comenzamos a percibir porque razón Jesús nunca se entrega a las personas, Juan 2:24. A los fieles Él da de Su Espíritu. Ahora hacen mucho sentido las palabras, “… Espíritu Santo, que Dios dio a aquellos que le obedecen”, Hechos 5:32, es decir, a aquellos que tienen dentro de sí la capacidad de ser obedientes continuamente. Aún en casos donde esta vida nunca se hizo realmente práctica y real, su conciencia se hace real y la percepción de su existencia de forma funcional es una puerta de entrada, como si de nada más tuviéramos conciencia y percepción. Entramos en el mundo del trabajo de Dios y ya no nos hallamos ociosos sólo porque ya no hacemos nada por nosotros mismos – antes sería eso que acontecería.

  29. Nosotros, ahora, fácilmente depositamos a Sus pies las cosas que haríamos para nosotros y las hacemos para Dios y aquello que antes sería una lucha tremenda, ahora es una consecuencia, una vida normalísima y llena de placer siempre que se hace o se puede hacer. Podemos ahora hacer las cosas para nosotros mismos también sin estar pecando, pues nuestra vida fue voluntad para Dios y Él cuida de ella.

  30. Ya no existe diferencia entre nuestras cosas y las de Dios, pues las nuestras se hicieron de Él y las de Él se hicieron nuestras. La salvación de quien amamos es importante para Dios y por eso trabajamos. Vemos que los hijos de los otros también son importantes para Dios, tal como los nuestros. Ahora podemos orar por ellos como pediríamos por nuestros propios familiares, si ellos están con los dos pies al borde del abismo del infierno.

  31. Orar ahora es fácil y estamos más conscientes de las respuestas que de las peticiones y recibimos porque pedimos; pedimos de la manera correcta como también ya sabemos pedir en el tiempo correcto. Tenemos la mente de Cristo o comenzamos a tenerla. Todo se hizo nuevo y todo se hace nuevo cuando oramos. Pero el maná de hoy se pudre si lo guardamos para comer o dar de comer mañana, sea por negligencia o por miedo de perder, aunque nuestra disculpa sea válida y concluyente. Es en esta fase que las disculpas son válidas y no por esa razón dejaron de ser disculpas. Ya no sabemos lo que sería que seamos egoístas, pues hasta la conciencia de que no fuéramos egoístas se perdió. Sólo conocemos una vida, la única, cuando antes sólo deseábamos conocer esa vida. Ahora es vida aquello que antes era deseo intenso por el cual llorábamos y pedíamos para tener de forma abundante y sin cesar, constante y eterna.

  32. Conforme vamos recibiendo aquellas cosas por las cuáles oramos intensamente, ya no nos admiramos de recibirlas tan fácilmente. La única duda, a veces, es si es para que distribuyamos o si es para nosotros – eso porque no existe egoísmo ni pecado cuando aceptamos algo para nosotros. Orgullo que se rechaza a dar, también se rechaza a recibir y como no existe ya, tanto nos hace que sea para dar o para guardar o usar juntamente con otros o separado. Todo lo que viene de Dios es bueno y Él sólo da porque es bueno para nosotros y no porque gustamos.

  33. Más una vez escogemos vivir para Dios porque nos gusta vivir para Él. Aquí recibimos una leve reprensión, pues debemos vivir, sí, pero no sólo porque gustamos. El gustar es consecuencia y fruto y nunca se debe dejar hacer motivo o motivación y ni asustarlo con eso, ni excluye el placer como fruto y consecuencia. El camino se estrecha para los dos lados para que hallemos nuestro camino de la manera correcta y sólo el fanatismo se pierde aquí – tanto el fanatismo que se vuelve para gustar cómo lo que se encamina para disgustar. El diablo sólo quiere que haya desentendimiento y el fallo en los motivos es el paso que se da para que después discordáramos unos de los otros. (Discordamos unos de los otros y no sólo unos con los otros – halle la diferencia, pues somos diferentes en esencia. Si discordamos hasta somos iguales en aquello que hacemos por fuera y el problema y la diferencia está en el interior. “¿Acaso andarán dos juntos si no estuvieran de acuerdo?” Amós 3:3. Pero no iré a explicar esto aquí.

  34. Aquí pueden comenzar las listas de algunas oraciones pendientes, las cuales pueden quedarse sin respuesta – hasta sin un no. Ni así tenemos como o porque no creer o porque nos quedemos desanimados y ni tampoco nos conformamos con eso – aunque nunca nos olvidamos de los pedidos que hicimos. La esperanza necesita ser tan sólida como la fe y el amor para otros y para Dios será el vínculo que une todo. En casos y oportunidades puntuales comenzamos a creer que somos hipócritas, o que los otros creen que somos, porque hablamos que Dios responde a todo (y es verdad) y parecemos como Job delante de sus amigos; pero, en nuestro caso, algo muy extraño acontece y no podemos más no creer y sentimos que seríamos hipócritas en caso dijéramos que Dios no responde cuando las cosas tardan en llegar – era lo que acontecía con Job también; esa capacidad de no creer no existe más a menos que nos alejemos de Dios, pecando, pues la fe es fruto de la comunión con Cristo y naufraga a través de lo que nos separa de Él, 1Tim.1:19 – no nace por ver señales o prodigios y no muere por la ausencia o abstinencia de de ellos. Las cosas de Dios nos parecen distantes, a veces, cuando Dios nos está tan cerca. Todo nos enseña a vivir sólo para Dios y no para lo que Él da. Y todo lo que pasa con nosotros, es para confirmar esa actitud y conducta. Pero, los que aprendieron a vivir sólo para Dios desde el inicio, verán milagros toda la vida como los apóstoles.

  35. De pronto, cuando la paciencia termina su trabajo y obra de solidificación y garantiza su crecimiento futuro por la esperanza y por la perseverancia que irradió bajo presión para desistir y que se instaló en vez de dejarnos desistir, el cielo invade nuestro ser y hasta nos despertamos de noche quemando como fuego. Cuando dudamos, el fuego disminuye corriendo el riesgo de borrarse, pues Dios sólo nos permite dudar de algo que no es verdad; y cuando es verdad que no es real, Él nos permite sólo creer que no tenemos lo que Él promete – nunca nos permitirá creer que su realidad sea mentira. Pero, la contradicción se puede instalar dentro de nosotros, pues no tenemos más como o porque negar que es real que Dios nos escogió.

  36. Oramos siempre con los ojos vueltos para la presencia de Dios, siendo que todo sirve para que nos aproximemos de Él. Cuando no sabemos algo lo que hacer no nos preocupa tanto, pues pedimos y podemos recibir fácilmente. Pero, cuando la presencia de Dios parece disminuir, nos asustamos y entramos en apuros y trabajos de parto en nuestro interior. Nos parece el fin del mundo quedarse sin Dios. Y ¿no es?

  37. Nos apoderamos de Dios como si Él quisiera huir para algún lado. Pero, en la verdad, es Él que se está apoderando de nosotros paso a paso a través de esos golpes de sabiduría. Y Él los da todos.

  38. Dios nos parece un escalón por encima de aquello que podemos subir. Extraño, inmediatamente ahora que estaba tan cerca y nos distraemos un poco por la belleza de Vida que hallamos y con la cual ni soñaríamos ni usando toda nuestra imaginación. Inmediatamente nos damos cuenta que tenemos que subir y no quedarnos lamentándonos. Él no tiene intención de desistir de hacer aquello que creemos que nos lastima y que, en la verdad, es el bálsamo por el cual trabajamos. En este escalón difícil de subir, sólo sube quien no murmura y quien no se lamenta, ni en silencio siquiera. Leemos que “ningún murmurador entrará en el Reino de los Cielos” y quien murmura también se congratula y por eso quien se congratula también se queda acá de ese reino precioso siempre que recibe algo. Nos damos cuenta que Dios tiene algo diferente en mente y que ahora no es nuestro pecado que necesita ser limpiado, pero nuestro ser. No buscamos más pecado en nosotros, tal es nuestra confianza en quien salva de todo pecado y nos purifica por la sabiduría actuante. Sabemos lo que significa “Y eso haremos, si Dios lo permite”, Heb.6:3 cuando dejamos las cosas básicas de una relación para atrás porque sabemos instintivamente y confiadamente que no existe camino de regreso – ni el buen camino que ya trillamos antes, volverá.

  39. Dios nos toma bien a fondo esta vez, quebrando los lazos que aún teníamos con el resto del mundo y que aún existían dentro de nosotros sin que nos demos cuenta. ¡Y eso cuando hasta creíamos que el mundo había muerto para nosotros! ¿Estaría él escondido de nuestros ojos aún? Pero Dios nunca desistió ni quitó Su ojo de lo que no veíamos.

  40. Perdemos nuestra vida por completo ahora y no hallamos difícil cumplir bajo Su Yugo liviano y demasiado suave. Nada es pesado, nada de lo que hacemos es pecado.

  41. Y ahora pensaríamos que sólo nos falta el cielo y que el próximo paso sería dado allá. Pero no es verdad. Ahora estamos casi listos para el trabajo de Dios, para aquella obra que Dios preparó para nosotros, para el Cielo aquí en la tierra. La vida acá en la tierra comienza a tener sentido ahora, pues vivimos del modo y para la finalidad que fuimos creados para que vivamos. En vez de que subamos para el Cielo, fue el Cielo quien descendió hasta nosotros y vino para quedarse y aconsejar. Sabemos lo que significan las palabras de Moisés: “Los días del cielo sobre la Tierra”.

  42. De tanto que nos familiarizamos con esta nueva Vida que no tememos y no impedimos revivir y recordar muchos detalles de nuestra carrera de peligros constantes hasta aquí. Vemos como Dios nos protegió hasta detalladamente y en vez de que nos quedemos resentidos y lastimados con Dios por los males que pasamos, vemos el bien que nos trajeron y nosotros nos alegramos en Él porque desciframos cuáles son los motivos de muchas cosas y de todo lo que pasamos porque no era Su culpa. Ahora revivimos los males de los otros como si fueran nuestros y nos damos cuenta de lo que es un profeta de Dios: alguien en quien los problemas de los otros son reales, para que los presente delante de Dios como son y halle las soluciones en Dios para tales problemas, orando así, abriendo los caminos de su prójimo, viviéndolos personalmente con un toque de poder y de observación interior personal – pero más para alguien salir de sus problemas, que hallar discreciones y ventajas del camino a continuación. Siempre que ayudamos a otros, ahora, estamos sólo a un paso al frente de quien ayudamos y no dos. No explicamos las cosas a no ser que sea necesario hacerlo, pero antes vivimos las cosas recibiendo respuestas de forma práctica. Tenemos aquella paciencia de dar pasos que no son nuestros, de hablar como si estuviéramos viviendo todo aquello que viven los oprimidos u otros que se alegran, viviendo las soluciones de ellos porque hallamos sus caminos y modo de salir de pecados y problemas y nada de eso nos afecta en nuestro propio camino, pues estamos muertos. Mostramos haciendo y muchas veces no usamos de palabras pero de medios que Dios nos colocó a la disposición – sea lo que sea. Nunca nos hallamos muy al frente de quien tiene que dar un paso con nosotros (o nosotros con ellos) y parece que sabemos instintivamente que cada paso para cualquier persona es demasiado penoso para que no tuviéramos aquella paciencia de esperar por quien anda. Parecemos Jacob lidiando con su rebaño: “…estos hijos son tiernos y tengo conmigo ovejas de leche; si fueran obligadas a caminar demasiado por un sólo día, todo el rebaño morirá”, Gen.33:13.

  43. Aunque miremos para atrás ahora, no es más pecado, pues nada tenemos que nos prenda allá para donde miramos. No era pecado para Abraham mirar para donde la esposa de Lot miró para volverse estatua de sal. Mirando, recibimos sabiduría para rodear los obstáculos por el rebaño, aquellos que nosotros no supimos rodear, porque sabemos donde y porque erramos. Ahora usamos todos nuestros sentidos purificados para que seamos útiles al rebaño de Dios como el mundo usaría los medios sólo para él mismo y todo lo que hicimos de mal y de bien es materia y comida para nuestra experiencia actual. Nos quedamos atentos a cada paso que ya dimos y nuestra sabiduría y perspicacia se aguzó y se aprontó a servir sin interés. Somos extremadamente honestos y sinceros sin esfuerzo, algo que atrae el mundo perdido hasta nosotros. Las cosas se procesan dentro de nosotros como se procesan en el Cielo.

  44. A nivel personal percibimos que la muerte ya no nos asusta y nos atrae la idea de ir a vivir con Cristo y nos quedamos imaginando cómo será allá. Pero la voluntad de Dios es lo que nos impulsa y nos hace mover y no nuestros deseos muy profundos de estar con Cristo para siempre. Pero, claro, ¡Él también está aquí con nosotros! Son con palabras así que nos confortamos. En la verdad, sabemos instintivamente que nuestro féretro se quedará vacío después de que entremos en él. Sabemos que el cielo está a un pequeño paso de nosotros y eso nos hace aún más humildes y simples en nuestra fe y vida.

  45. Llegamos a un punto que casi no oramos hablando. Cristo está tan cerca de nosotros que susurramos y Él nos oye fácilmente. En la mayoría de los casos, antes de que hablemos Él ya nos oyó y siempre que suplicamos hace temblores y truenos delante del Trono de Dios, tan fuerte es el sonido del susurro de nuestras súplicas en los cielos, Is.65:23,24.

  46. Somos tan sensibles a la voluntad de Dios que nos hacemos la propia voluntad de Él. Muchas veces descendemos algunos escalones por la causa de los otros que que no son próximos de Dios y se hicieron nuestros familiares y hermanos muy allegados. Muchas veces, de tan sensibles que estamos con relación a la voluntad de Dios, se queda pareciéndose que llegamos antes de Dios a un cierto lugar o a una cierta conclusión, como si hasta a Dios nos hubiéramos anticipado y Dios deja que eso nos parezca ser verdad.

  47. El toque más suave del Espíritu Santo es el mayor de los mandamientos para nosotros y sabemos instintivamente que nada tiene como impedir a un siervo sujeto Dios. Tenemos la plena certeza de que iremos a cumplir todo hasta al fin. Sabemos que poder, perspicacia y eficacia nunca nos faltará – lo que cabe a Dios dar, no faltará y ni aquello en que nos hacemos fallará.

  48. Que aún si estuviéramos en una edad muy avanzada y llenos de arrugas sentimos como si hubiéramos nacido ayer. Somos seres naturalísimos en una Vida que el mundo no tiene como dar. En nuestra mente y aptitudes no existe inicio de nada, ni fin de nada y sólo vivimos siendo eternos ya. Nunca nos cansamos cuando nos quedamos noches enteras adorando acostados o sentados. Todo es verdad y tiene sentido y también hace tiempo que todas las cosas dejaron de ser creencia y esfuerzo. Esta vida no tiene igual, ni el modo de vivir existe en esta tierra. Por eso abandonamos su modo ya.

  49. Siempre que oramos nos parece que entramos en el cielo y volvemos con él dentro de nosotros. Pero también nos quedamos creyendo que entramos hacia el cielo con él ya dentro de nosotros y sólo una necesidad en torno a la voluntad de Dios nos llevó a entrar en el tercer cielo aquí en la tierra. Todo se hace celestial, simple y simplemente eterno. Dios se mueve en nosotros como si fuésemos el cielo. Jesús vive sin impedimentos dentro de nosotros.

  50. Mi consejo a quien leyó hasta aquí: nunca pare en un escalón para gozar el momento, pues todo se goza mientras caminamos. El cielo dentro de nosotros no terminará y sólo goza el momento quien cree que es algo que se va a terminar. El espíritu del mundo es que usa esa disculpa cuando quiere placer. Por esa razón no debemos prenderlo dentro de nosotros – nada tiene como prender ni el momento y ni Dios. Amén.

 

José Mateus
zemateus@msn.com