AGRADAR A LAS PERSONAS

“¿Cómo podéis vosotros creer,  pues recibís gloria los unos de los otros,  y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” Juan 5:44 

La ley de Dios es amar al prójimo como a nosotros mismos y a Dios con todo lo que somos y con todo lo que tenemos. Si Jesús se levanta así con tanta firmeza contra agradar a las personas, es porque quienes agrada a las personas sólo se agrada a si mismo o al pecado que aprueba, o lo hace para ser aprobado, él mismo, por quien lo desaprueba y eso por encima de intentar saber porque razón no es aprobado. El peligro existe, también, que después que lleguemos a los caminos de Dios, las actitudes antiguas de agradar a las personas se afirmen de nuevo como si de algo imprescindible a nuestra conducta se tratara porque confundimos amor con búsqueda de amor para nosotros mismos.

Quien agrada a las personas sólo se agrada a sí mismo, pues tiene ciertos sentimientos o de culpa, o de lástima, o de supuesta carencia, o de egoísmo que quiere hacer brillar para camuflarse delante de alguien y sólo agrada teniéndose a sí mismo en cuenta y nada más. Quien agrada (a si mismo y por consecuencia a las personas) sólo lo hace para evitar que tenga que solucionar sus problemas reales de la manera correcta, aproximándose de Dios con sus pecados o por otras cosas que lo puedan perturbar en un camino con Dios.

Agradar a las personas es egoísmo y nunca será amor. Quien agrada a las personas tiene en sí mismo la misma capacidad de ser desagradable, pues quien agrada piensa en sí mismo y no en el bien de la persona que intenta agradar. Siempre que sus pretensiones no sean satisfechas o agradadas, inmediatamente tal ser pretensioso sale machucado y herido sentimentalmente al punto de hacerse desagradable. Sólo puede ser desagradable quien tenía en sí pretensiones de poder agradar. Quién no tiene pretensión de agradar, nunca puede ser persona desagradable, ni persona que disgusta pues nunca salió para agradar. Las expectativas que creó no se frustran y por esa misma razón no se hace persona incoherente y lastimada.

Esto no significa que las personas no esperen ser agradadas por los que no agradan y que por esa razón se frustren en convivencia con tales personas que dejaron de ser egoístas por lo menos en ese aspecto. Es en este aspecto que muchos yerran, pues para que caigan en las buenas gracias de los que tienen por norma agradar y ser agradados, entran en aquella onda de este espíritu satánico, errado y perverso, el cual frustra siempre cualquier buena intención y obra que se hace por la simplicidad inadvertida y sin pretensiones conscientes o inconscientes. Esa es la razón porque el Señor Jesús dice que nadie puede agradar a Dios y a los hombres al mismo tiempo – porque quien agrada no ama, no puede estar amando a alguien con excepción de sí mismo.

Quien sale con la pretensión de agradar, corre siempre el riesgo de ser desagradable e incoherente. Quien agrada tiene algo para encubrir también – y si no tiene, actúa como si tuviera. Si no tiene nada para encubrir, tiene alguna pretensión a través de lo que hace del modo que lo hace. Pretensioso es mañoso, es persona que quiere conseguir algo a través de la maña. El amor no necesita agradar para ser útil y agradable, manso, cariñoso, altruista y sin pretensiones además del mero servir sin ser servido o siendo servido.

Una persona que sabe servir así sin agradar y por los motivos correctos, es persona que sabe hacerlo a través del poder correcto; es persona que sabe ser servido y aceptar amor a través de los motivos que le ofrecen ese mismo amor. Quien tiene el canal de dar abierto, tiene el mismo canal abierto para recibir. Veamos que fue Pedro quién rechazó a que Cristo le lavara los pies y eso fue tenido como egoísmo de parte del Señor Jesús – y Él sólo habla la verdad en relación a todo.

Si era condenable para Pedro rechazar ser lavado por el Señor, sólo indica que él mismo era alguien que sentiría mucha dificultad en lavar a alguien. Sólo rechaza quien no ofrece, o quien no ofrece sin interés. Nosotros podemos intentar agradar a Dios del mismo modo que intentamos ser agradables a los hombres. Por eso Job esclareció a sus amigos, diciendo: "¿Hablaréis falsamente por Dios y por él proferiréis mentiras? ¿Haréis aceptación de su persona? ¿Contenderéis a favor de Dios?" Job 13:7-8.

Quien tiene dificultad en recibir, tiene siempre dificultad en dar y viceversa – por mucho que dé y se congratule con eso delante de personas y de él mismo cuando se mira al espejo. Amén.

 

José Mateus
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