LA ALEGRÍA

“Bienaventurados sois cuando os vituperen y os persigan, y se dijere toda clase de mal de vosotros por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos; porque vuestro galardón es grande en los cielos; que así persiguieron a los profetas que estuvieron antes de vosotros”, Mat.5:11-12.

El mundo tiene por hábito confundir las verdades de la vida unas con las otras. Los creyentes, cuando se hacen creyentes, llevan sus verdades intercambiadas con ellos y también su aptitud para que intercambien verdades en el futuro. Después, intentan intercambiar las verdades dentro de la iglesia, en su vida global, en sus hogares y en sus empleos y hasta oran para que sean bendecidos en una vida de esas sin que se hallen hipócritas. Todos los que desearon hasta allí fue que las personas fueran correctas, honestas, simpáticas para con ellos – independientemente de que ellos mismos son aquello que exigían de los otros o no.

Sólo que nunca les pasó por la cabeza ser perseguidos porque se hicieron justos globalmente en todos los aspectos de toda su vida anterior, tanto íntima, cuanto particular o pública, o que aún fueran perseguidos cuando son sólo parcialmente justos. Porque deseaban para ellos todo aquello que hallan ser una conducta normal e impecable, aprendieron por consecuencia el hábito de que quieran algo de vuelta como retorno de sus acciones buenas, siempre que ellos hacen algo que sea extraordinario para un mundo de ruindad. Pero, que seamos santos y puros es la cosa más normal para un ser creado a la imagen de Dios – no existe nada de extraordinario en tal conducta. Anormal es mentir, engañar y ser sexualmente pervertido. Aquello que el mundo acepta y con que se concilia fácilmente, eso sí, es anormal.

Entre otros aspectos, debemos saber que aquello que el mundo pueda hallar ser la alegría no es el tipo de alegría de Dios. “No como el mundo da”, Jesús dijo y eso podremos afirmar con relación a la alegría también. Debemos saber que, la alegría correcta en el momento correcto, es un mandamiento de Jesús. Y quien cumple Sus mandamientos muestra y revela que Lo ama. La alegría en la hora correcta es como la comida en la hora correcta. Las personas se alegran y baten palmas sólo cuando cantan en la iglesia.

Más Jesús dijo así: “Bienaventurados sois cuando os vituperen y os persigan, y se dijere toda clase de mal de vosotros por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos; porque vuestro galardón es grande en los cielos; que así persiguieron a los profetas que estuvieron antes de vosotros”, Mat.5:11-12.

Entonces, que nos alegremos cuando nos injurian porque somos honestos y simples, es mucho más importante que estemos alegres dentro de la iglesia. A eso podemos llamar alegría en la hora correcta. Que nos alegremos dentro de la iglesia cantando, no tiene nada de especial. Hasta los borrachos consiguen quedarse alegres allí, cantando junto con los creyentes. Tenemos que saber, también, que nos alegremos en los momentos correctos es un mandamiento para ser cumplido sin fingimiento. La alegría en la hora errada es como la comida en la hora errada. Dar comida a quien comió no es alimentar y nos debemos alegrar cuando nos injurian sólo porque hacemos las cosas correctas delante de Dios y de los hombres sin vergüenza – no en la iglesia donde todos nos aplauden y nos dan palmaditas en la espalda porque quieren recibir palmaditas en la espalda también.

Probablemente, dentro de la iglesia deberíamos estar llorando y clamando a Dios por las almas de los que nos injurian. “Yo, sin embargo, os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”, Mat.5:44. Pero, las personas les gusta intercambiar las estaciones, de hacer las cosas intercambiadas y de su modo. Que nos alegremos dentro de la iglesia es hacer algo que cualquier impío haría, pues todo lo que un impío desea es ser alegre – desde que no deje de ser impío.

“Porque si amareis a los que os aman, ¿qué salario tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si abrazareis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los publicanos? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”, Mat.5:46-48.

Y nos debemos alegrar porque tenemos galardón en el cielo y no para que mostremos a quién nos injuria que estamos alegres, haciéndonos hipócritas engreídos como forma de vengarnos sobre ellos. Nuestro galardón es real y nuestra alegría debe ser real también si nuestra justicia fuera real y visible. En la perspectiva de Dios, partiendo de un punto de vista real y realista, no existe razón para que no nos alegráramos cuando somos perseguidos porque hablamos la verdad sin motivos dudosos; cuando intentamos salvar llamando el pecado por el nombre (el mundo estaría acusando cuando llamara los pecados por sus respectivos nombres); cuando oramos teniendo solamente conciencia de Dios y no de quien nos pueda estar oyendo; si fuéramos perseguidos por alguna de esas razones, Jesús afirma que no tenemos razón ninguna para que nos sintamos tristes con nadie.

Pero, eso también no es garantía que seremos perseguidos. Pero que si van perseguirnos por esas razones, no necesitamos cambiar. Y tampoco significa que serán perseguidos sólo los que se hicieron justos, pues los injustos persiguen hasta la propia raza cuando interfieren con sus intereses personales. Pero, estos perseguidos que son impíos necesitan cambiar, al contrario de los justos que sólo necesitan que se perfeccionen. Los impíos no pueden usar la persecución y las injusticias sobre sí para que se declaren justos y justificados, tal como los justos no se pueden hacer impíos reclamando sólo porque son perseguidos y maltratados.

El mandamiento de Él es “¡alegraos!” Sería bueno que todo aquel que es puro fuera lúcido y perspicaz al punto de poder ver como es grande lo que tiene y lo que lo espera. ¡Sería una pena que los creyentes justos y justificados (hechos justos) fueran como el siervo de Eliseo, a quién fue preciso abrir los ojos para que viera! 1Reyes 6:17. ¿Será que es preciso abrir los ojos de los que son perseguidos a causa de la justicia para que vean aquello que no desean reconocer?

Pero, para ese tipo de alegría ser aplaudida por los cielos, necesitamos estar realmente firmes en Dios – pero firmes a través de la fuerza que viene de Dios y de su proximidad. Yo ya vi las testigos de Jehová que sean perseguidos y que permanezcan en sus ideas que los segregan de Dios. Ellos no se quedaron firmes a través del poder de Dios, pero por su propio poder y terquedad. Yo creo que los fingidos también conseguirán fingir una alegría falsa en ciertos momentos y vivir con eso de su modo mentiroso, como siendo el modo de Dios.

Y porque los humanos sólo se consiguen alegrar o cuando son fingidos o cuando son satisfechos carnalmente, porque no toman conciencia de las otras realidades que los cercan, por esa razón, los creyentes dejaron de esforzarse para que vean los valores mayores (para además de esta vida), que los esperan. Es una pena que los predicadores actuales se ocupen tanto en abrir los ojos de los ciegos físicamente, cuando los ojos que deberían ser abiertos son los espirituales, para que vean. Y cuando la Biblia dice que “el Señor abre los ojos a los ciegos; el Señor levanta los desmejorados; el Señor ama los justos”, Sal.146:8, tengo la convicción que está hablando de los que están realmente ciegos porque ven.

Vamos a pedir a Dios que abra los ojos de los que son perseguidos porque son justos y coherentes. Ellos necesitan alegrarse a causa de las realidades que los cercan y los esperan – los otros necesitan cambiar por dentro y por fuera. La persecución es la prueba de que tienen el Cielo como único objetivo. Quien sabe, Dios anula la persecución como recompensa, pues está escrito que, “Así, pues, la iglesia en toda la Judea, Galilea y Samaria, tenía paz, siendo edificada y andando en el temor del Señor; y, por el auxilio de Espíritu Santo, se multiplicaba”, Hechos 9:31.

Y también, “Cuando los caminos del hombre agradan al Señor, hace que hasta sus enemigos tengan paz con él”, Prov.16:7. Pero, si no cambiaran y que no aprendieran a que se alegren por los motivos correctos, Dios puede permitir que las persecuciones continúen para perfeccionarlos, hasta que lleguen a dar valor a lo que realmente tiene valor y permanece para siempre, fructificando con los frutos del Espíritu y no con los suyos de lamentaciones y quejas. Y la alegría es sólo uno de los muchos frutos del Espíritu que debemos perseguir implacablemente. Amén.

José Mateus
zemateus@msn.com