ANSIEDAD

 

Por nada estéis afanosos; sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en todo con oración y ruego y acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en el Cristo Jesús. ”, Fil.4:6-7.

 

Existe una razón porque nuestros corazones deben hallar su sosiego no fingido, (hasta sin esfuerzo o entonces no será sosiego ni será real). Ese motivo, hallamos a finales del tramo de la Escritura que estamos usando para hoy: “vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesus”. Si ellos no llegan allá hasta es bueno que estén ansiosos aún. Por eso necesitamos de sosiego y de paz interior verdadera, genuina y constante (eterna): para que podamos estar plenamente ocupados con toda la semejanza de Cristo dentro de nosotros, incluso en nuestros pensamientos. No vamos a tener paz sólo por la paz en sí, pero porque necesitamos de ella para que estemos plenamente ocupados con otras cosas de otro Ser que nos consolidará en ese sosiego en relación a todas las cosas. En la verdad, estamos sosegados sobre otras cosas y no sobre la persona de Cristo (desde que Él nos sea realmente real, Emanuel, Dios con nosotros). Sobre Cristo no sosegamos, por así decir.

La ansiedad o el miedo, la falta de paz, la perturbación, impaciencia u otros pecados (que no se pueden considerar menos graves que adulterio o pecados condenables por la sociedad), tienen todos una misma característica: están ocupados con otras cosas y no con aquello que deben y pueden estar, pensando otras cosas o en las cosas correctas de otro modo.

La desocupación de nuestro ser, de nuestros pensamientos es fundamental para Dios ocupar su debido lugar en nuestra constitución, siendo Él aún como es, el mismo, Él que es quien nos se queda faltando debido al tipo de creación que somos. Si Dios no ocupa Su debido lugar en nosotros, si “nuestros pensamientos no fueren guardados en Cristo Jesús” y que allí se hicieran plenamente cautivos, activos y simples en la verdad, podemos tener certeza que nuestro estado de vida, nuestro estado de espíritu u otra cosa (dentro de nosotros), siempre se alterará para bien peor – la Biblia afirma que para siete veces peor. “Entonces, habiendo el espíritu inmundo salido del hombre, anda por lugares áridos, buscando reposo, y no lo encuentra. Entonces dice: Volveré hacia mi casa, donde salí. Y, llegando, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va y lleva consigo otros siete espíritus peores que él y, sin embargo, habitan allí; y el último estado de ese hombre viene a ser peor que el primero. Así hay de acontecer también a esta generación perversa”, Mat.12:43-45.

El problema entra siempre que las personas ganan su paz de espíritu para que quieran vivir de su propio mundo en paz y no para que sean aquello que son como creación sólo y dentro de la forma y de los poderes espirituales que lo pueden mecanizar y transformar, que lo pueden componer debidamente, llenándolo para siempre con Dios. Si es un poder espiritual que compone, exhorta de la manera correcta e instala todo aquello que somos de raíz, será la ausencia de ese mismo poder que permite a otros o que otros poderes se infiltren donde no llenan, tapando la puerta de entrada a nuestras almas allí mismo y de allí en delante. Los obstáculos tendrán, entonces, que ser removidos con toda la pericia y paciencia de nuestro mundo para deshacer la tapa que existe en el acceso de Dios a las nuestras almas. Todo lo que nos separa de Dios, ciertamente que también separa a Dios de nosotros e impide al Señor alcanzarlos para Él. “Y dirá: Allanad, allanad, preparad y camino, quitad los tropiezos del camino de mi pueblo”, Is.57:14. Esta fue una de las obras principales de Juan el Bautista: limpiar, hacer confesar, restituir y colocar en día una agenda de pecados llena y sobrecargada de pesos sobre los humanos. Son los pecados que hacen que nuestras vidas sean miserables, pesadas y no confortables por mucho que culpemos a Dios de lo mismo. Son nuestros pecados que nos hacen ansiosos o con condiciones y pretensiones de que lo seamos así.

Interesante será que verifiquemos que este versículo nos habla de un modo como si Dios desconociera nuestros problemas hasta que los podamos colocar delante de él de forma tal que puedan permanecer por allá aún para que desocupen nuestro ser de todo lo que pueda impedir a Jesús de llenar el vacío que sobra para nosotros cuando ellos salen y dejan de ser nuestros problemas de allí en adelante para que pasen a ser problemas de Dios hasta que sean resueltos. Dios rechaza a tomar conocimiento de nuestros problemas hasta que los coloquemos delante de él. Eso es un hecho, pues Él sabe de todas las cosas, incluyendo nuestros problemas. Pero, aquí leemos “para que sean conocidos delante de Dios”. Dios rechaza determinantemente a tomar conocimiento de todo lo que nos pueda asolar, por misericordia. Sólo de ese modo conseguiremos colocar delante de Dios, en Sus manos y sin ningún tipo de fingimiento, todo aquello que nos pueda perturbar a nosotros tanto en nuestro interior como en el exterior – pero principalmente en nuestro interior. Pero, será sólo de ese mismo modo que tomaremos plena conciencia de lo que hicimos también y a Quien entregamos todo, pero todo que podamos imaginar – ¡exponiendo las cosas por su nombre y no sólo de forma general y necia!

Es fundamental para nosotros colocar las cosas así, de ese modo, delante de Dios – para que allá se quedaran de verdad y para siempre. Nosotros, allí tomamos plena conciencia de lo que hicimos y fijamos en el trono de Dios responsablemente durante aquellos momentos de oración (entregando a Dios todas las cosas conforme nos compite hacer), como tomamos real conciencia de la persona a Quién todo entregamos, sabiendo que Él es poderoso para hacer todo bello a su tiempo y de la manera que prometió – y no sólo de la manera substancialmente inferior que esperamos que Él haga. Por esa razón Pablo afirma, después de colocar todo delante de Dios así (pues fue Pablo que aconsejó así por Dios y nos delegó este versículo): “Por esta razón sufro también estas cosas, pero no me avergüenzo; porque yo sé en quien he creído y estoy bien correcto de que él es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día,” 2Tim.1:12. Él, Pablo, dice en otro lugar así: “Yo, de mi parte, hermanos míos, estoy persuadido…”. Colocar delante de Dios todas las cosas, nos abre las puertas a que esta paz y seguridad se apoderen de nosotros sin ser por fantasía. Por eso, Dios se rechaza a tener conocimiento de nuestras cosas hasta que las coloquemos delante de él de ese modo. “No andéis ansiosos por cosa alguna; antes en todo sean vuestros pedidos conocidos delante de Dios por la oración y súplica con acciones de gracias; y la paz de Dios, que excede toda la comprensión, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”, Fil.4:6-7. Amén.

 

José Mateus
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