CUANDO NUESTROS PROPIOS DESEOS YA SON ORACIONES

 

 “Deléitate también en el Señor y él te concederá las peticiones tu corazón”, Sal. 37:4.

 

Sabemos que ser oído por Dios es aspiración real de muchas personas – aún de aquellos que se esconden por atrás de la vergüenza que sienten de Dios delante de las personas y delante de ellos mismos, cuando se miran al espejo. Luego, sólo quién tiene cómo ser oído puede saber cual es el real valor de poder estar en contacto directo con Dios, sin intermediarios. Pero, hay algo mucho mejor que esto aún. Sígame, vea por donde pasa mi raciocinio evidente, con vida e inmediatamente sabrá si estoy exagerando, hablando de las cosas por abajo o si estoy exacto en aquello que afirmo: el deleite del Señor, en el Señor, que tiene sus propios deseos y se hacen pedidos que no se rechazan delante de Quien todo puede.

Si usted es predicador, si es creyente y se distingue por estar siempre queriendo afirmar que Dios oye las oraciones, óigame, pues puede estar hablando de aquello que ni sabe ni ve acontecer de verdad. No tenga, nunca quiera tener Dios por irreal – ¿porqué razón se engañaría a sí mismo? Yo estoy hablando de otra cosa, de otro mundo, donde se ve el mar rojo abrirse sin esfuerzo que no sea el de la obediencia simple y sólo por eso. Nada de esfuerzo de querer ver, pero de obedecer, ver por sí mismo, encarando la realidad de Dios estar operando visiblemente, tal vez con las palabras en paño de fondo sonando: “Si no vierais señales y prodigios, de modo alguno creeréis”, Juan 4:48 .

¿Cuántas oraciones suyas fueron oídas? ¿Realmente? ¿O está engañándose, “creyendo” como moneda de cambio a una posible respuesta?

Es común a quien ve a Dios en un corazón limpio, ser oído y atendido, no sólo prontamente, sino visiblemente también. Pero no creen porque reciben, pero sí, reciben porque creen en Dios y saben que reciben, sabiendo cual es su sentir sobre todos sus propios deseos, estos implantados en nosotros mismos también por herencia, lo cual sirve de luz que revela el camino a través del deseo también. Es de realzar las palabras en 1 Juan 5:15 “y, si sabemos que nos oye en todo lo que pedimos, sabemos que ya alcanzamos las cosas que le hemos pedido”. Es este darse cuenta ligero, aquel saber verdadero de estar siendo oído con toda la simplicidad de corazón posible, que nos lleva a la conclusión de que tendremos aquello que por nuestro corazón pasó. Y aquí no puede haber fingimiento.

Un día, en mi auto, sentí por primera vez la real presencia de Dios oyéndome en persona. Nunca había experimentado tal cosa hasta allí. Buscaba en Él mi vida y eso era deleite del Señor, en el Señor: era de Su voluntad darla. Pocas horas después, Lo ENCONTRABA de forma magnífica, la cual nunca tendré como describir en palabras. Pero había sido la primera vez que me di cuenta de una respuesta previa a la efectivación de lo que pedía. Sabía, sentía en el aire, me di cuenta en mi corazón, sentí suavemente pero de forma profunda y real que había sido oído en aquella petición. Me ericé de los pies a la cabeza con aquella sensación, me ericé en el consuelo y alegría de saber que estaba allí Alguien oyéndome sin que Lo estuviera viendo. No sé como sabía, sólo sé que me era imposible no haberme dado cuenta de que había sido atendido.

Quiero usar esto sólo para ejemplificar lo que estas palabras nos quieren transmitir “si sabemos que somos oídos, si sabemos que nos oye…”. Inmediatamente, también, sabía que iría a encontrar a Dios de forma real (y yo ya Lo había “aceptado” en iglesias pero nunca me di por satisfecho con mera creencia forzada por la doctrina del hombre, basándome en una falsedad. ¡Encontrar a Dios es real y nunca permita que nada menos que eso pase alguna vez por la cabeza y sirva de apoyo moral sólo!) “Entrega tu camino al Señor; confía en él y él todo hará”, Sal.37:5. Aquí afirma que hará. Nada de ilusiones y de apoyos morales. Nunca se puede pensar que entregamos nuestro camino al Señor sin tener bases que sostengan que Él extendió Su mano hasta nosotros para el recibir; en cualquier entrega, existe el acto de recibimiento también. En ese acto de recibimiento existe una prueba de que fue recibido. Si entrego un documento en cualquier institución, inmediatamente recibo un acreditativo de ese mismo documento en mi mano. Si oro a Dios y si Él me oyó, recibo el sello y la confirmación de Él en mí mismo. Sólo así tendré porque confiar y que si tengamos cómo confiar así de ese modo, cuando nos dé un sello de pedido atendido, luego Él todo podrá hacer también. Nuestra vida nunca puede ser entregada así en una liviandad pasajera, creyendo que Dios recibió cuando nada aceptó aún.

Pero existe siempre algo mejor que todo esto y sólo esto ya es maravilloso.

La mejor porción que nos puede estar reservado aún, es cuando nuestro propio deseo ya se hace un pedido que no se rechaza, antes aún de haber sido transformado en palabras. “Y acontecerá que, antes de que clamen ellos, yo responderé; y estando ellos aún hablando, yo los oiré”, Is.65:24. Es esto, lo que estas palabras quieren significar desde luego: “Deléitate asimismo en el Señor y él te concederá lo que desea tu corazón”, Sal.37:4. ¡El deseo ya es el pedido si el deleite fuera del Señor, coherente con Él, volviéndose a ver en Él! ¿Usted se deleita en el Señor ya? Amén.

José Mateus
zemateus@msn.com