¿CUÁNDO ES QUE SABEMOS QUE DIOS NOS OYÓ?

 

“Y, si sabemos que nos oye en todo lo que pedimos, sabemos que ya alcanzamos las cosas que le hemos pedido”, 1 Juan 5:15

 

Existe un momento crucial de toda la oración que es aquel momento especial en que recibimos la respuesta. Esta respuesta debe ser el único objetivo de todas nuestras oraciones – sin ella, de nada nos sirve ninguna oración. Pero, hay que saber cuando Dios nos está oyendo y hay que distinguir entre el oírnos  y habernos atendido dando una respuesta clara – existe un momento en que se sabe, se siente en el aire, se huele en nuestro ser que Dios nos atendió.

También existe aquel olor en el aire que Dios nos está escuchando y ni por eso nos admiramos con eso porque queremos ser atendidos y no sólo oídos. Las personas muy complicadas, sea mentalmente o emocionalmente, no sabrán lo que esto es. Es de esto que Juan nos habla aquí, cuando dice “si sabemos que nos oye” "sabremos también cuando alcanzamos todo que le pedimos", es decir, si llegamos a este punto donde se sabe que estamos siendo atentamente y distintamente oídos, también llegaremos a aquel punto cuando sabemos que fuimos atendidos. Y no habrá espacio para ninguna duda, pues la certeza y la convicción son demasiado evidentes y muy claras.

Esto no tiene nada que ver con aquella "fe" falsa que fuerza a Dios y concluye por autoría propia que Dios lo oyó, manifestando arrogancia prepotente que promueve la carne y hace de los creyentes cadáveres espirituales. Es de esto que Marcos habla cuando dice por las palabras de Jesús, "Por tanto,  os digo que todo lo que pidiereis orando,  creed que lo recibiréis  y os vendrá", Mar.11:24. Necesitamos obtener y tener razones para creer de ese modo especialísimo. En el mismo libro se lee sobre "aquel que puede creer", Mar.9:23, pues existen aquellos que no pueden y no deben creer, pero fuerzan sobre sí mismos una fe sobre aquello que no es cierto de parte de Dios. Antes fuercen sobre sí cuando sea verdad, pues una persona que no puede creer e intenta creer, cuando pudiera creer, no va a creer y va a oponerse a aquello que Dios opera dentro de sí simplemente porque sólo sabe ser complicado y hacerse operante a través de la fuerza, de su propio modo. No sabe operar a través del Espíritu. Tal persona sólo sabe actuar y manifestarse a través de la mentira e irá a marchar contra la verdad a la corta o a la larga. Este es el drama y dilema de quien no puede creer porque está separado de Dios y de los movimientos del Espíritu por su pecado que aún no limpió, o por de actuar de su propia forma dentro de una vida limpia. Y la autoría propia (tal como "la propia vida") puede buscar sus propias cosas en una verdad o actuar por sí misma dentro de lo que entiende ser esa verdad, haciendo así de la verdad una mentira. "Buscad al Señor y vivid; para que Él no irrumpa como fuego y consuma y no haya quién lo borre. Vosotros que convertís el juicio en ajenjo (veneno, basura) y os echáis por tierra la justicia", Amós 5:6-7. " ¿Correrán los caballos por las peñas? ¿Ararán en ellas con bueyes? ¿Por qué habéis vosotros convertido el juicio en veneno  y el fruto de justicia en ajenjo? Vosotros que os alegráis en nada,  que decís: ¿No hemos adquirido poder con nuestra fuerza? Pues he ahí que Yo (Me) levantaré contra vosotros...", Amós 6:12-14.

Así que, Juan nos dice que una respuesta puede acontecer con todas las oraciones que Le dirigimos, en TODO aquello que Le pedimos. Esto nunca quiere decir que podemos pedir sobre todo aquello que nos pasa por la cabeza, pero sí que podemos llegar a este punto donde, por la inspiración, por la reflexión santificada e iluminada, por el anhelo del Espíritu en nosotros, se puede pedir todo de acuerdo con aquella voluntad expresa de Dios – se puede pedir sólo de acuerdo con la voluntad expresa de Dios. Allí no existe más Judío ni Griego, ni límite de deseo ni posibilidad de cualquier culpa sobre ellos y ni de deseo extraño, sólo nuestros anhelos que se fundieron con los de Dios. Todo aquello que pedimos puede tener el sello de la respuesta, el aval del Espíritu Santo – la respuesta glorificará a Dios delante de los hombres, pero, no sólo delante de ellos.

¡Qué nunca más nos salga una única oración propia, de acuerdo con nuestros deseos y pequeñas voluntades! Nada nos puede faltar de la voluntad de Dios, ni en revelación, ni por sabiduría inspirada, ni en el debido tiempo. Esto debe ocurrir con todo, es decir, en todos los aspectos de todas nuestras oraciones y vidas. Implica, también, que no debemos siquiera pronunciar palabras vanas delante de Dios, sin saber al correcto si estas, en forma de pedido, concluyen en ellas sólo aquello que deseamos por Dios en nosotros mismos (a través de él, siendo Él a desear dentro de nosotros). Vamos a orar correcto cuando oremos y nunca orar sin sabiduría, como todos los necios lo harían, multiplicando palabras a través de las cuáles piensan venir a alcanzar las debidas respuestas.

Cuando se llega a este punto final de toda la oración, aquello que debe significar el fin de toda la contienda, súplica o búsqueda para comenzar a ser una esperanza de expectativa de que a cualquier momento llegará a nosotros todo lo que Le pedimos (y aún más de lo que pedimos), ese fin de toda la cuestión entre nosotros y Dios, inmediatamente debemos permanecer en el conocimiento de que obtendremos todo aquello en que fuimos atendidos: hoy, ya, mañana (cualquier día sirve) o mientras se ora aún, antes de que hablemos también. Dios también tiene de esto: de responder incluso antes de Que le hayamos pedido, estando nosotros aún pidiendo, Is.65:24. Ni una tilde se caerá de esas oraciones así atendidas, por mucho que tarden a llegar hasta nosotros – es sólo una cuestión de tiempo, esto es, cuando no es hecha la voluntad de Dios inmediatamente allí delante de nuestros ojos. Entonces, concluimos con esta certeza de que Dios es siempre fiel y si tenemos como saber que Él nos oye, también llegaremos al punto cuando “sabemos que ya alcanzamos las cosas que le hemos pedido”; porque, cuando estábamos aún orando, sabíamos que Él nos estaba oyendo y, en el fin de la oración, Dios nos respondió y, ahora, sabemos, también, que nos dará aquello que pedimos. “SABREMOS” del mismo modo, por la misma fuente, a través de la misma inspiración y ayuda y forma de confort cuando fuéramos atendidos. Sabíamos que estábamos siendo oídos y no nos admiramos o impresionamos con eso. Si oramos así, cuando Dios nos atiende - y puede ser inmediatamente - también sabremos que nos atendió. Nadie debe decir que fue oído sin tener esta percepción que Dios atendió. Y, por otro lado, siempre que se tenga, debe creer y levantarse de sus rodillas con la sonrisa de deber alcanzado. "Por tanto,  os digo que todo lo que pidiereis orando,  creed que lo recibiréis  y os vendrá",  Mar.11:24. Que nos levantemos en el momento cierto.

La primera vez que esto aconteció conmigo fue cuando vi a Dios por primera vez. Yo estaba en un estado espiritual muy extraño, yo quería Vida real de parte de mi Dios y no lo hallaba en ningún lado. Era una persona confundida, buscando una verdad donde agarrarme y hasta desistí de buscar en iglesias porque me daba cuenta que quienes predicaba para mí tenía aún menos que yo, aunque sabían más. Si quitáramos los barullos y las emociones de los medios evangélicos, no sobrará nada. Y fue en este estado de espíritu que, quedándose sin más ánimo para continuar viviendo del modo que ya vivía, sin más voluntad de buscar donde no Lo hallaría, un día, yo paré mi auto en una carretera y lloré mi alma toda, la derramé delante de Dios. Yo no quería riqueza ni felicidad, no deseaba éxito ni fracaso, sólo quería hallar a Dios como Él es. Yo intercambiaba todo lo que era, junto con todo lo que tenía, sólo para hallarlo como Él es. Acuerdo como oré y de lo que oré. Fueron pocas las palabras, pero muy objetivas y precisas - apunté para el blanco del Cielo y acerté en él, en la voluntad de Dios para mi vida. Estaba sólo en mi auto, pero cuando oraba sabía, sentía que estaba acompañado, que Alguien me oía. Mis pelos se erizaron todos de una sólo vez y una paz enorme se apoderó de mí, la cual me quitó todo miedo de conocer a Dios como Él es. Fue eso que pedí y fue eso que recibí más tarde. Cuando llegué en el local donde vivía, una pensión en la ciudad de Pretoria, fui intentar dormir después de un baño y no lo conseguía. Aquel recuerdo de estar siendo oído por Dios mientras oraba, no me salía del corazón y de la mente. Pero sabía que aún no había obtenido respuesta concreta sólo estaba siendo escuchado. Yo sabía que iría a encontrar a Dios como Él es. Sabía que iría a jugar fuera todo tipo de doctrina después de hallarlo también. No sé explicar como sabía, pero era algo más que cierto - era bien real y era cierto, bien presente. Tenía una quietud dentro de mí, también, que ni sabía explicar muy bien. Allí comenzó mi Luna de miel con Dios, porque en esa misma noche Dios descendió sobre mí y allí comenzó mi Pentecostés personal.

Como no conseguía dormir, me acordé que no había recibido aquello que había pedido de aquel modo, cuando tenía aquella linda sensación de estar siendo oído. Me dejé deslizar de mi cama y me hallé en mis rodillas, hablando con Jesús como si estuviera hablando con la persona que mejor conocía en el mundo. Pero, aún siendo predicador de la Palabra ya hay algún tiempo, ni Lo conocía mínimamente. Sin embargo, la simplicidad con la cual me aproximé de aquel Trono Lindo de Dios, me impresionó bastante. No me conocía en lo que hacía del modo que hacía. Me quedé abismado porque no me conocía así. Siempre fingí vida y cuando oraba cumplía una obligación - no hablaba con Jesús. Si un Fariseo me viera en aquel momento, me iba a crucificar. Pero, no me dejé impresionar por nada de aquello y ni por la belleza que hallaba estar bien próxima de ser hallada por mí, porque percibí que, aunque hubiera sido oído, aunque supiera además de cualquier duda que Dios me estaba escuchando (¡porque era verdad!), yo aún no había recibido nada de lo que Le había pedido. Y, como no era algo que me iría a hacer falta sólo el día siguiente, (siendo que era en aquel momento que necesitaba de Él), hablé tanto para mí aún como para ángeles, Dios y quienes me estuviera oyendo que ni saldría más de allí hasta que mi vida estuviera llena de Él y solamente de Él para siempre. No saldría de allí mientras no Lo tuviera cómo Él es, mientras no hubiera transformado mi vida y la hubiera hecho celestial. De pronto, mi alma sucumbió y vi que ni podía más luchar y que si Dios no llenara mi vacío con Él mismo, yo no quería más vivir. Pero, no era chantaje que yo estaba haciendo - era una pura constatación de la realidad de la vida sin Dios. De pronto, Dios me apareció. Yo no Lo vi literalmente, pero mi alma se inundó de algo tan lindo, tan sublime, tan celestial que parecían toneladas de amor líquido inundándome por fuera y por dentro. Me quedé cantando, sabiendo que Jesús estaba allí en mí, conmigo, parecía que mi cuarto estaba lleno de luz y de vida que nunca había visto hasta allí. No vi nada a ojo descubierto, pero lo que experimenté era muy real como si Lo estuviera viendo. Después de eso, el miedo de perder aquella vida nueva que hallé no me quería dejar ir a dormir, pues creía que, si iba a dormir, iría a despertar vacío de nuevo. El diablo intentó su plan B conmigo. Pero, Jesús me habló que vino para quedarse y nunca más saldría de mí. Y la certeza de aquellas palabras era tanta que fui para la cama y dormí hasta de mañana en sosiego total. Me desafié, fui a dormir y todo dio tal y cual me fue dicho: Nunca más fui abandonado. El día siguiente, cuando me desperté, ni conseguía contar a nadie nada de lo que pasó conmigo, como los recién casados no cuentan algo que pasó en su noche de nupcias. Me faltaban las palabras, la disponibilidad interior para hacerlo. Conté a un amigo que tomó el desayuno conmigo, pero no no salió muy bien, pues él no estaba entendiendo nada de lo que le estaba intentando transmitir.

Conté aquí esta historia sólo resumidamente para servir de ilustración de aquello que tengo la certeza que este versículo de Juan quiere transmitir. Cuando sabemos que estamos siendo oídos, también sabremos cuando obtuvimos aquello que Le pedimos de forma real. Si Le pidiéramos de forma ficticia, recibiremos ficción; si pidiéramos de forma real, recibimos realidad de parte de Quien sólo es real. Quien pide, recibe y quien busca halla. Esto es de más pura verdad. Amén.

José Mateus
zemateus@msn.com