ESTERILIDAD ESPIRITUAL

“El Hijo del hombre... no vino para ser servido pero para servir", Mat.20.28.

Vemos en el alma humana una enorme voluntad (y en ciertos casos una capacidad aún) de ser útil y de servir. Aunque los motivos de los humanos estén casi siempre corrompidos egoístamente y bastante comprometidos y enlazados, tenemos la alegre nueva de venir a ser transformados por dentro y de que podamos dejar de ser necios a la deriva. Sin embargo, con esta capacidad o sólo con el deseo de servir y de ser útil, olvidamos que Cristo vino para servir por encima de ser servido. ¿Será que Cristo administra en sí Sus cosas, será que es Él que lo transforma y lo hace santo, será que es Él que usa su boca, su ser para glorificarlo? O ¿será que tal idea lo hace inactivo por no saber cómo o porqué vivir en una y de una realidad de esas?

Una entrega a los medios y recursos de Dios para Sus fines, cuando real, tiene como consecuencia una actividad que en todo excede a los resultados de cualquier hiper-actividad sin que parezca que hacemos algo. En la verdad, aquellos que esperan recibir del Señor estando llenos de los recursos del propio Espíritu Santo, (esperar de expectativa, de esperanza y no sólo de tiempo), siempre que en una y dentro de una presencia de Dios real, renovarán siempre sus fuerzas. “Los jóvenes se cansarán y se fatigarán y los jóvenes ciertamente se caerán. Pero, los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas y subirán con alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”, Is.40:30,31.

La peor cosa para un humano que no vive para Dios, es ser considerado inútil por él mismo, sea de la forma que sea. No que él sea útil, pero que crea que no lo es. Las personas, siendo inútiles se esfuerzan para que crean sólo que aún serán útiles en alguna cosa, ni que sea en una cosa considerada menor. Pero, peor que eso, será que alguien venga a instruirlo a gobernar sus propios recursos por encima de ya administrar sus objetivos y obras por él, aquellas que Dios le dio por el lado de dentro, las que ya administró y enraizó dentro de él. Lo que quiero decir es que, en vez de que sean sólo las finalidades las que sean administradas, también los medios, el corazón, la disposición, los recursos, el tipo de poder, el imaginar y el pensar tendrán necesariamente que ser instruidos, gobernados, totalmente inspirados y reinados por Dios por el lado de dentro, es decir, “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo”, 2Cor.10:5.

Cristo vino no sólo para que se hiciera la voluntad de Dios, pero antes y por encima de todo, que se hiciera del modo de Él. De ahí que en su oración se lee, “Tu voluntad sea hecha en la Tierra como ella es hecha en el Cielo”, aludiendo a la forma y al modo más que a la propia voluntad en sí. No nos olvidemos que la Ley de Dios es, también, amar a Dios de toda nuestra comprensión, de toda nuestra fuerza, de todo nuestro corazón con recursos que Él pueda aceptar de nosotros porque son de Él. “....Convertir el corazón de los padres a los hijos y los rebeldes a la prudencia de los justos, con el fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”, Luc.1:17. Esto será lo mismo que afirmar que es un pueblo que tiene la disposición dentro de sí igual a la que existe en el Cielo y la cual pueda hacerse funcional a través del mismo poder que ya reina allá.

Vemos aquí que el fin es el tipo de disposición, pues sólo tiene acceso a la voluntad quien se apodera antes de los medios y del corazón que se siente bien con eso. Para que algo sea aún aceptado por Dios, tendrá de ser hecho todo nuevo, pues aunque pareciendo del lado de fuera que todo en un santificado sean cosas de la carne en esfuerzo (pues, la carne pensará por sí que para poder hacerse y emprender tales cosas necesitaría de un esfuerzo brutal), nuestros recursos en esta Vida que ahora es (según Pablo a Timoteo), los días de los Cielos sobre la Tierra conforme a Moisés, son enteramente venidos de Dios, son (o pueden ser) posesión de Dios para que Él reine sobre eso y tenga la administración de ella, de forma que parezca a la carne que es una cosa de otro mundo, siendo que para un hombre enteramente espiritual este yugo es enteramente suave y liviano.

 “Porque, andando en la carne, no militamos según la carne. Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, pero, sí, poderosas en Dios, para destrucción de las fortalezas”, 2Cor.10:3,4. Es necesario tomar en cuenta que esto es enteramente real tanto como es exclusivamente hecha de la única forma de servir Dios, es decir, por Cristo que nos vino a administrar de y con todo, sólo que de forma real y práctica. La esterilidad espiritual se debe, en gran medida, en quien es santo (no en quien todavía vive de pecado), al hecho de tener las cosas de Dios como irreales a través de estas nuevas doctrinas de que todo se trata de aceptar por la fe, llevando a creer que aquello que se acepta nunca es real pero ficticio. La fe real y verdadera, consolida las cosas y nunca las mistifica.

No existe hombre más activo que aquel que deja de vivir para sí mismo y se abstiene de sus recursos para ser usado por Dios en una entrega absoluta, aún cuando parece inactivo – desde que del modo de Dios y que se haga real de ese modo. Ser aprobado por Dios, es sinónimo de poder hacerse real a través de Él. “Busca presentarte aprobado delante de Dios”, 2Tim.2:15. Las personas hallan, por intuición más que por sabiduría, que nos entregamos a Dios es ir al altar y decir una oración saturada de lágrimas para que Dios nos dé todo cuanto no conseguiríamos de otra forma de esta vida. Pero, en la verdad, una entrega absoluta a Dios no es nada más que una total entrega tanto de los objetivos y sueños para una muerte ciertísima (que nadie tenga dudas sobre eso), como también de los medios y de los recursos que disponemos. No será aceptado por Dios ni que vivamos con nuevos recursos para alcanzar fines anteriores y carnales, ni tampoco recursos carnales para alcanzar los objetivos de Dios. ¡Cuál de las dos cosas la más perversa!

El ser humano se vende fácilmente para alcanzar sus objetivos (o lo de los otros), es decir, se prostituye para obtener lo que desea . No será de admirar, pues, que se entregue a Dios y que sirva a Cristo con el mismo objetivo y corazón de prostituta que se vende por las finalidades. Por esa razón se verifica que los religiosos están llenos de sacrilegios sacrificiales, de esfuerzos brutales intentando comprar a Dios para sus fines carnales y muchas veces promiscuos. Sólo es de esperar de un Cristo Santo y de Su Espíritu que no entre nunca en un juego tan hipócrita y tan absurdo como este, ni que, por veces, si haya la Vida Eterna como objetivo final para un ser egoísta. Por alguna razón Dios prohibió el acceso al Árbol de la Vida, es decir, a Cristo, Gen.3:24. Tenemos que tomar en cuenta que Cristo dijo: “El Hijo del hombre... no vino para ser servido pero para servir", Mat.20.28. Si impide que Cristo le sirva, impide ser aceptado por Dios.

Impedir que el hombre aún haga de su modo y que sea Cristo a servir en nosotros, es anular por entero todos los recursos de la carne – los cuales no son tan pocos cuanto eso, pues hasta leen La Biblia y la predican como Cristo lo haría. Pero, se juntan, nunca juntan con Cristo y por esa razón esparcen lo que se debería estar juntando. Rechazando que Cristo nos sirva porque queremos nosotros servir, es servir a través del principal enemigo de Dios: la carne. Y Dios afirmó así: “Mi Espíritu no permanecerá en el hombre, por cuanto él es carne”, Gen.6:3. La condición para Cristo permanecer en nosotros, será que dejemos de ser carne activa y de esperar que Cristo vino para bendecir esfuerzos carnales, aunque direccionados para una vida supuestamente eterna.

Espero que ya no hayan creyentes que digan a Dios también, como Pedro, “Nunca lavarás mis pies”, Juan 13:8, pues el secreto es dejar de ser carne y de hacer y pensar con y como ella. Y todo esto es posible y real – ya. Amén.

José Mateus
zemateus@msn.com