INTERCEDIENDO COMO DEBEMOS 

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; pero el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios, intercede por los santos. , Rom.8:26-27

Existen muchas ideas sobre este tema de intercesión. Existen muchas opiniones sobre esta porción específica de Romanos. Es por esa razón que sentí la necesidad de exponer lo que sé sobre esta materia, creyendo que ya medité bastante sobre ella para tener cómo y porque exponerla a través de un mensaje corto. Si no la hubiera digerido, el mensaje sería más largo y diría bastante menos siendo más larga, supongo.

Nunca vi a un predicador de la Palabra predicar correctamente sobre esta porción de la Biblia. Siento, sin embargo, que existen personas que lo hacen y que practican lo que aquí se habla, o entonces la esperanza de la tierra ya se habría evaporado y desvanecido para siempre. Porque sentimos esperanza soportando en el aire aún, porque existe aliento para clamar aún, por esa razón asumo claramente que aún existe alguien intercediendo de la manera correcta y a través de los motivos apropiados. Como sentimos el olor de la esperanza en el aire aún, podemos claramente asumir que será porque aún existe gente en este planeta que consigue presentar ante Dios de la manera correcta una Tierra bastante perdida en sus propias futilidades y también presentan a los hombres a un Dios que los puede retirar de sus caminos de perdición para siempre.

Están algunos puntos en esta porción de Romanos que me gustaría focalizar, aunque no expandiéndome conforme desearía sobre los mismos. Uno de los puntos será de que las personas asumen erróneamente que las palabras “el Espíritu aún intercede por nosotros con gemidos indecibles” significan Espíritu Santo intercediendo por nosotros en los cielos distantes. Es un grueso error, pues asumimos claramente aquí que esta intercesión es hecha dentro de los que son hechos santos, a favor de otras personas y que las palabras “por nosotros” significan “a través de nosotros” y no a nuestro favor. Esto es lo que muchos hombres de Dios llegaron a llamar de espíritu “de oración” o "dolores de parto".

Leemos aquí que “pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; pero el mismo Espíritu intercede por nosotros (a través de nosotros) con gemidos indecibles” – somos nosotros quienes gemimos, leemos que es la criatura la que gime a través de estos gemidos indecibles: “Porque ya sabemos que todas las criaturas gimen (a una), y (a una) están de parto hasta ahora.  Y no sólo ellas, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismo...” Rom.8:22-23.

Más una vez vemos que Pablo explica que, “Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios, intercede por los santos”, Rom.8:27.

Ahora, concluimos que los corazones que son escudriñados serán los de quienes oran así y que la intención del Espíritu es quemada en sus almas derritiendo la voluntad del hombre para hacerse igual a la de Dios sobre ciertos asuntos puntuales e importantes y sobre los motivos e las motivaciones que les dan vida y su esencia. Existe aquí un Espíritu en alta temperatura de deseo sin par, derritiendo el hombre para el hacer conforme ese mismo deseo audaz y para “que sean conformados a la imagen de su Hijo”. Aquello que Jesús hizo y fue, cuando anduvo en las tierras de Galilea, Él aún es y hace dentro de los que pueden ser santos en Brasil, Angola o Portugal, España o Chile.

Es así que entendemos mejor el verdadero significado de las palabras de Jesús en Mat.5:17: “No penséis que vine a destruir la ley o los profetas; no vine a destruir, pero cumplir” – pero, dentro de nosotros. Esto quiere decir que Él vino a cumplir en nosotros por nosotros, es decir, a través de nosotros. Será por esa razón que ninguna criatura tendrá más razones para no conseguir cumplir la Ley de Dios, pues todo es (o debe ser) hecho a través de Cristo.

Dios en nosotros, “Cristo en nosotros la esperanza de gloria”, Col.1:27, significa sólo “nosotros mismos por Dios conforme deberíamos estar haciendo”, es decir: el Espíritu que hablará sobre Cristo en nuestras almas conforme el propósito de Dios, conforme aquello que deberíamos saber hacer porque somos criaturas de un Creador y las hará ser como el alma de Cristo. Las personas que conocen a Cristo de esta forma perfecta, consiguen hacer las cosas usufructuando de una naturalidad que no les permite darse cuenta si es Dios quien en ellos opera este querer y este hacer también, Fil.2:13.

La naturalidad y la audacia es tanta y tan natural que creo que hasta los ángeles cerca de Dios necesitan tapar sus oídos debido a la insistencia del tocar para que la puerta de los cielos se abra inmediatamente. Podemos asumir aquí, que fue precisamente lo que ocurrió a los ciegos de Jericó, pues aún cuando mandados callarse porque Jesús, supuestamente, nunca los oiría, gritaban y clamaban aún más alto, Mat.20:29. Ellos nunca conectaron a lo que las personas les decían ni lo que Jesús les “daba a entender” no dándoles atención. Su audacia triunfó sobre todo y fue por eso que consiguieron seguir a Cristo, viendo.

El próximo punto que quería focalizar aquí, es la doble virtud de orar “conforme lo que debemos” y de orar “como conviene”. Aquí oramos para lo que debemos orar y del modo que deberíamos orar para ser oídos inmediatamente allí. Es sobradamente conocido que los creyentes se habituaron a orar, teniendo sólo sus propias cosas y métodos en vista.

Luego, el Espíritu hace a los hombres audaces al punto de que se olviden y hasta que comprometan sus propios quehaceres e intereses para que consideren sólo los intereses celestiales tanto de otros, como sus propios intereses celestiales, pues todos esos glorifican a Dios. Desde aquel momento en que el Espíritu se apodera del corazón y de la intercesión natural de cualquier creyente, a partir de ese instante, sea hallado donde sea (en pecado o no), inmediatamente allí orará por las cosas correctas y destituirá el pecado, anulándolo y exterminándolo para siempre porque ora. Veremos a un fumador pidiendo para abandonar su vicio inmediatamente allí y no mañana, como veremos un santificado orando por la exterminación del pecado de alguien como si ese mismo pecado fuera suyo y únicamente suyo. Del mismo modo que antes oraba por sus propios pecados, así ora por los pecados de los demás.

Si ese pecado fuera suyo, clamaría por misericordia y no se hallaría incapaz de ser salvo de ese mismo pecado por Cristo en aquel momento – y oraría hasta ser oído. El Espíritu causa la oración de ser correcta y acertada, provoca la respuesta de parte de Dios y no sale de allí sin que haya sido oída por Quien puede. El tiempo de Dios puede ser en cualquier momento y por esa razón el méndigo natural dirá que cualquier momento incluye el momento en el cual se halla pidiendo, más concretamente. Siempre que el Espíritu Santo toma posesión de un corazón de un hombre o mujer, esa persona comienza inmediatamente a pedir sobre el paso siguiente, es decir, si es pecador clama contra su pecado inmediatamente allí (el paso siguiente) y si es santo puede clamar por otras cosas que están en el corazón de Dios, “conforme su voluntad”.

Pero, la característica de este tipo de oración que se hace más evidente será siempre aquella audacia de poder obtener una respuesta inmediatamente allí, “Teniendo pues, osadía para que entremos en el lugar, santísimo por la sangre de Jesús…” Heb.10:19. Verificamos aquí una audacia tal en un pecador que lo lleva a actuar como si nunca hubiera pecado antes, tal obra consiguió la sangre de Cristo dentro de él de forma real y verdadera.

Veremos a un pecador clamar para hallar misericordia inmediatamente allí y no sólo el día siguiente o en un futuro distante, como veremos como alguien asume que Cristo no sólo dijo “pedid y golpead” como también dijo “hallaréis y se os abrirá”. Es así que los creyentes paran de llevar hacia casa sólo la mitad de lo que leen. En aquellos momentos, cualquier ser racional y natural asumirá que Quien dijo “pedid”, también afirmó “hallaréis”. Esta actitud de hallar inmediatamente allí, asegura que Dios es fiel y que, por encima de todo, existe, pues “es necesario que aquel que se aproxima de Dios crea que Él existe y que es galardoador de los que así Lo buscan”, Heb.11:6.

La intercesión tiene, sin embargo, una doble obra: intercede delante de Dios a causa de los hombres y delante de los hombres por la causa de Dios en sus almas. Leemos: “Sí, la verdad desfallece; y quien se desvía del mal se arriesga a ser despojado; y el Señor lo vio, y le disgustó el no haber justicia. Y vio que no había nadie, y se maravilló de que no hubiera un intercesor; por lo que su propio brazo le trajo la salvación y su propia justicia lo sostuvo”, Is.59:15-16. Aquí focalicé sólo un aspecto de la verdadera intercesión. Sin embargo, no podemos dejar de actuar como si no estuviéramos en una cierta sala de tribunal, intercediendo para que Dios no pierda Su causa delante de las personas. El caso de Jesús tiene que vencer y prevalecer por nosotros, es decir, a través de nosotros, para que las personas puedan ser perdonadas cambiando por dentro en su esencia. Amén.

José Mateus
zemateus@msn.com