JUZGAR A OTROS 

Porque yo, el SEÑOR, soy amador del derecho”, Is.61:8

 

Existe un tipo de juicio raro que Dios gusta de efectuar en estado permanente y el cual ama, incuestionablemente. No podemos abdicar de él a menos que queramos disgustar a Dios profundamente.

Existe una manera errónea de juzgar, pues esta proviene de un espíritu malicioso o egoísta y manifiestamente deseoso de encubrirse a través de un juicio de cosas que ve en los otros (aunque los otros las tengan); o ni siquiera las ve en los otros, pero las imagina en ellos. El juzgar de cosas es una característica de la santidad, la cual el hombre comenzó, también, a usar en beneficio propio porque perdió la santidad, pues ve en eso un medio de disfrutar de los pecados por los cuáles culpa a los otros.

Prácticamente todos los pecados son extensiones de las formas de santidad en los hombres sin santidad y la lucha y la persistencia por la vida propia es un espejo exacto de las luchas que deberíamos enfrentar a través del Espíritu sin desistir de ellas. El expresar de mentira es un espejo de la verdad que deberíamos estar hablando, o a la voluntad que miramos hacia las cosas de este mundo es, en su esencia, el espejo de la libertad que deberíamos estar sintiendo y experimentando dentro de las cosas del Señor. De igual manera, el pecador cuando juzga, piensa con eso encubrirse a él mismo, algo que es opuesto a andar en la luz donde todo investigamos para que retengamos el bien que hallamos. Desviando las atenciones de sí a través de juzgar, sea ostensivamente o sea por tentación de la amargura, todo pecador halla, así, la forma de encubrir y de encubrirse. Lo mismo se puede decir cuando se elogia o cuando se deja ser elogiado. Pero, sólo "aquel que anda en la luz como Él en la luz está, tiene comunión" real con Dios y con los hombres, una comunión que es aceptable para Dios.

Juzgar es una virtud cuando en las manos de los que son santos como Dios es santo; y también es una arma extremadamente egoísta cuando en las manos de pecadores obscenos y escondidos por detrás de hojas inútiles que aprovecharon de los árboles de los otros para encubrirse a ellos mismos apuntando el dedo y desviando con eso sus propias atenciones de sus propios pecados. Sólo que, con eso, descubren la desnudez de los otros y desvían de sí mismos y de su propia desnudez todas las atenciones – o así creen que hacen. Pero, a Dios nunca lo engañarán. Como mucho, se engañan a ellos mismos. “Porque tu dices: (…) de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que eres un desventurado (…) desnudo”, Apoc.3:17. Es desnudo porque Dios ve todo.

Juzgar es como sexo o dinero: o es santo o es livianamente usado contra la propia alma y contra Dios. Si bien usado puede glorificar a Dios, cuando mal usado hacen tropezar a cualquier hombre o mujer. Tal como no existirá boda santa sin sexo puro y santificado, de igual manera nunca existirá un creyente sano y honesto sin un juicio real y realista de todas las cosas a su alrededor – que principalmente si fuera allí. Cuando un creyente cree que necesita dar una cierta cuantía a Dios, se reserva el derecho de usar el resto sin ser guiado por Dios. Muchos dan dinero a pastores (pensando que están dando a Dios) para que se excluyan de la obediencia a Dios en un 90% que reservan para sí, no juzgando a través de la luz de Dios las cosas que aprenden en el mundo evangélico, del modo que Él aún las juzgaría. Aquí leemos que Dios ama el juicio. Leemos esto en varios lugares de las Escrituras y aún así nos pasa desapercibido ese hecho y se queda sin ningún significado para nosotros.

Cuando nos volvemos para Dios, inmediatamente tomamos conciencia de nuestro propio estado pecaminoso casi de forma inconsistente. Esa ocurrencia nos hace fácilmente conscientes de todo pecado y del porqué que es pecado. Inmediatamente aquí se da un correcto abrir de ojos sobre realidades que antes, probablemente, no entreveíamos con la misma lucidez. Pero como los ojos están volcados para fuera, aquello de lo que estamos conscientes se hace visible para nosotros del lado de fuera. El ojo nunca se ve a sí mismo y por esa razón toma conciencia de lo que pasa dentro y juzga lo que está fuera; los pecadores son suficientemente inteligentes para que se aprovechen de toda la situación y pensar de los otros aquello de que tomaron conciencia.

La virtud principal de la toma de conciencia de todo pecado debería  siempre tener como resultado deseado y ambicionado lo que podamos mirar hacia dentro, pues por la gracia tomamos conciencia de pecado en nosotros y por ella podemos venir a disfrutar de una limpieza duradera por la exposición a la luz de los mismos. El pecado en nosotros es el que nos mata - no es el pecado de los otros. Nunca deberíamos despreciar este hecho. Si leemos que Dios ama el juicio, vemos y leemos que los pecadores también aman juzgar, pues tapan y encubren fácilmente su desnudez a sus propios ojos, prefiriendo juzgar a otros cuando son hechos conscientes de su propio mal y pecado.

No leemos que el juzgar es pecado, pero sí que quien juzga será juzgado de las mismas cosas, pues está prendido en ellas también o no las vería al punto de que las tenga cómo y porque juzgar. Hallo, sin embargo, que el juicio es algo igual a lo que Cristo nos habla sobre el ojo: “Si tu ojo fuera bueno, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si te hiciere tropezar, lo arranca y lo lanza para lejos de ti”. Es obvio que no siempre nuestro ojo nos hace tropezar, pues eso dependerá de que tipo de ojo tenemos en nosotros. Debemos arrancarlo, eso sí, si nos causara tropiezo. El juzgar los pecados de los otros hace evitar una confesión de los mismos de nuestra parte.

El juicio justo o injusto para con los otros, no extermina el pecado del mundo – sólo ayuda a que tomemos conciencia de él. Pero, creo que es un sustituto barato de una confesión integral y minuciosa de todos nuestros propios pecados, pues quienes juzga no confiesa y las personas sólo juzgan para que nunca tuvieran que confesar ellas mismas. El juicio toma posesión cuando nos damos cuenta de la existencia de pecado en nosotros y la amargura de espíritu que ese género de cosas acarrea, aliado a la toma de conciencia de los pecados de los otros también, nos lleva a juzgar a otros en la tentativa de que nos defendamos (o justifiquemos) y que hallemos nuestra propia felicidad perdida y pisoteada. El juicio injusto es una prostitución del juicio justo que deberíamos mantener vivo en nosotros mismos.

La toma de conciencia de pecado debería llevarnos antes a preguntar cuál es la razón de que estemos por tomar conciencia de la existencia de esos mismos pecados, inmediatamente. Tenemos otras opciones también: podemos ignorar la reprensión aceptando el pecado porque somos nosotros mismos los culpables y porque nos amamos extremadamente al punto de que disculpemos veneno corriendo en la sangre de nuestro propio ser; o podemos rechazar que el pecado esté correcto, sea como sea y en quien sea, para que nos veamos libres de él para siempre. Pero, siendo que llevamos en cuenta que pecado es pecado de hecho y que incurrimos en la responsabilidad de que nos libremos de él rápidamente, con eso nunca podremos evitar que quién tenga esos mismos pecados se puedan sentir, también ellos, culpables de esos mismos crímenes contra Dios y contra los cielos, si vean y sientan nuestra actitud en relación a los pecados que tienen y practican – es una consecuencia lógica de las cosas, pues en este mundo existen suficientes pecadores para que se sientan ofendidos con nuestras acciones santas y naturales.

Por esta razón, podremos ser llevados por esas doctrinas falsas que el justo juicio de todas las cosas no debe ser ni hecho ni implementado de la manera correcta. Leemos que Dios ama el juicio. ¿Usted ama también?

El pecado es exterminado y pierde todo su poder así que es expuesto y confesado tal cual él es. En la leyenda de Drácula, leemos que él murió cuando expuesto a la luz del sol. El pecado fallece de igual manera. Así, habiendo un justo juicio correcto y preciso en la exposición de todo tipo de pecado, primero para nosotros mismos y después para los otros, podemos ser útiles a contribuir para que el Cordero que vino a quitar el pecado del mundo sea plenamente eficaz con nuestra contribución en toda Su obra de limpiarnos a través del juicio sobre el pecado. Jesús dijo: remueve, “saca primero la viga de tu propio ojo; y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”, Mat.7:5. Debemos y podemos quitar la paja del ojo de nuestro hermano, si lo supiéramos hacer.

Existe pues un juicio justo y capaz de extinguir pecado y ay de quien se desvíe de él, pues Dios ama el juicio justo de las cosas. ¡Mejor le sería ser atado en una piedra de molino y ser tirado en el fondo del mar, pues permite que los pequeñitos tropiecen fácilmente! “Examinadlo todo; Retened lo que es bueno; Absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu, y alma y cuerpo sean plenamente conservados irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, 1Tes. 5:21-23. Nunca existirá santidad sin un juicio justo – por eso Dios ama tanto el juicio.

 

José Mateus
zemateus@msn.com