LAVAR A QUIEN NACIÓ

 

“Hijo de hombre, notifica a Jerusalén sus abominaciones, Y di: Así dijo el Señor DIOS sobre Jerusalén: Tu habitación y tu raza fue de la tierra de Canaán; tu padre amorreo, y tu madre hetea. En cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para ablandarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se compadeciese de ti, para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste echada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste”,  Ez.16:2-5

 

El Señor Jesús nos habla de un nuevo nacimiento, Juan 3. Aproximándonos de Dios, algo acontece en nosotros que nunca podemos evitar o cambiar en textura, pues que si miremos para Él, inmediatamente allí nuestra vida anterior tendrá sus días pormenorizadamente contados – si ese encuentro sea de hecho real y verídico. Así, cuando nacemos, aún venimos con aquel ombligo que nos conecta al mundo, que nos asimila y liga a quien está viviendo sin llevar en línea de cuenta la existencia de su Dios, sus modos, su Ley, cosas que no honran ni respetan ni por su vida, ni reconocen en sí la causa de su andar perverso. Estamos conectados a los amigos antiguos, los cuales debían oír de nosotros como queremos cambiar y ser transformados para que la ira de Dios nunca recaiga sobre nosotros, ni sobre ellos eventualmente. Nunca se sabe si alguno de ellos no teme también y resuelva huir de aquella ira venidera inmediatamente allí.

Alejándonos de los medios de vida propia que el mundo explora exhaustivamente en las tinieblas, explicando sin rodeos a nuestros amigos que nuestra vida anterior terminó, teniendo la paz de Dios aun así visible en nosotros por que nos hayamos desconectado definitiva y oportunamente de todo cuando el mundo nos ofrecía para tenernos cómo prendernos en él, estamos ofreciendo una oportunidad real de salvación a quién era nuestro amigo anterior para venir a serlo en los moldes de esta nueva vida también. ¿A ti te gustaría ver a tus amigos en el infierno? ¿Porque andas en sus caminos con ellos entonces para que ellos no tengan un ejemplo práctico de cómo y de porque debemos salvarlos inmediatamente sin más tardanza y sin más evasivas necias de pérdida de tiempo, aplazando algo que nunca más podrá cruzar sus caminos de nuevo? Cortando el ombligo con el cual nacemos, prevenimos que él se pudra en nosotros y también ofrecemos una puerta abierta a quién se resiente con el hecho de que nos hayamos desconectado de ellos y de su mundo para siempre. Por esa razón vemos a Dios reclamando y protestando así: “Y, cuanto a tu nacimiento, el día en que naciste no te fue cortado el ombligo”. Un ombligo es un medio de alimentación. Por eso vemos a los creyentes alimentándose del mundo aún.

Pero, ¿porque razón el creyente que gustaría de verse libre de su mundo anterior en definitivo, procede de forma mezquina, sin convicción, sin victoria precisa y creyendo que nunca conseguirá cortar lo que lo liga a su mundo anterior? Sabemos que cortar algo de nosotros, duele. Pero, si este dolor es algo que nos cura tanto a nosotros como a todos aquellos de quien nos desconectamos por que nos establezcamos como ejemplo a continuación, deberíamos tener mayor motivación para que nos desconectemos en definitivo de ese mundo que cosecha las almas en un manojo atractivo para poderlos lanzar en el fuego del infierno en definitivo, como un leñador hace con la leña que amarra en un fardo. Que cada creyente sepa que, perder su vida para Dios cortando su ombligo, sus amigos, familiares e incluso enemigos, tendrán todo para ganar sus vidas de un otro modo más definitivo y eterno, el cual hasta Dios estimulará y se agradará también.

Pero, porque mucha gente ama el mundo dentro de las iglesias que se dicen puras y defensoras de la verdad, inmediatamente tienen un ombligo extendido, el cual aún aprenden a alargar cada vez más, preferentemente descubriendo nuevas maneras de no disgustar al mundo ni de dejar que ese ombligo venga a pudrirse para que así se vieran definitivamente impedidos de que se alimenten en la pocilga de este mundo. Y para los amigos que deshonran a su Creador sin dudar, sin pestañear siquiera delante de aquella ira venidera de la cual no sabemos ni el día ni la hora que ha de llegar hasta nosotros, nunca se abrirán las puertas de la salvación para ellos, a menos que Dios intervenga de un otro modo.

Hay creyentes que nunca se lavaron también, después de que nacieron, es decir, nunca consumaron una singular confesión de un único pecado, pues quién los enseña, los enseña a decir: “¡Señor perdóname todos mis pecados, entra en mi corazón, Amen!” ¡Si tal cosa es limpiar a alguien que acabó de nacer, entonces la luna sería el sol también! Por esa razón reclama Dios que “Y, cuanto a tu nacimiento, el día en que naciste, no fuiste lavada con agua, para limpiarte” Leemos que aquellos que vencieron y son bienaventurados son los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas de la Vida, Apoc.22:14. ¿Cuántos de sus muchos pecados confesó uno a uno, mi querido creyente? ¿Cómo entrará en el Cielo sin haber comido de ese árbol aquí en la tierra? ¿Cómo piensa llegar a este árbol de la Vida antes de morir? ¿Cómo llegará a ese árbol sin limpiarse pormenorizadamente? Porque, para entrar en las puertas de la Ciudad Celestial, tendrá que haber comido del árbol de la Vida aquí en la Tierra y para comer de ella tendrá que limpiarse convenientemente primero. Una cosa sigue a la otra.

Pero, inmediatamente encontramos aquellos que se limpiaron como debían, pero tal vez no de todo lo que debían, porque tienen recelo de ir a restituir aquello que robaron al patrón y tienen miedo de perder sus empleos, su honra o su libertad. Pero, ¿de que vale todo eso si se pierde su vida? ¿Tuvo vergüenza cuando cometió todos esos actos abominables?¿ Porque tendrá vergüenza ahora de hacer las cosas correctas entonces, esto es, la restitución?

Una cierta señora trabajaba en un hospital Sudafricano de donde robaba muchas cosas, desde platos, vasos, cubiertos y otras cosas más. Era frecuente la madre de esa señora ir a esperarla en la cerca para recibir de las manos de ella sacos llenos de cosas robadas. Era así que miles de cosas desaparecían de ese hospital, siendo contabilizados perjuicios mensuales que excedían los miles de dólares. Esta chica se convirtió durante una campaña de evangelización, donde el predicador hablaba de robos. Ella fue duramente quebrantada en su corazón y fue a intentar resolver su vida con Jesús ese mismo día. Fue acompañada y confesó todos sus pecados uno a uno antes de entregarse en definitivo a Dios. El predicador oyó su confesión, pues fue hecha en los moldes de  Santiago 5:16.

Días más tarde, siempre que comía a su mesa en platos robados, su conciencia la acusaba luego allí. Anduvo con aquello unos dos a tres meses aún, pues sabía que sólo había una cosa a hacer. Fue hablar con alguien que en este caso no le dio descuento en nada. Haya más predicadores así, los cuales no curan las heridas diciendo “Paz, paz cuando no hay paz”, Jer.8:11, pero antes incitan a las personas a hacer las cosas correctas y siempre de la manera correcta también.

El predicador miró hacia aquella mujer y poco más habló, diciendo que ella sabía muy bien lo que tenía que hacer. Ella se decidió luego allí ir a devolver todo cuanto aún poseía y pedir perdón al director de aquel hospital personalmente. Una nube de pérdida de empleo y de prisión comenzaron a suspender sobre ella como precio único a pagar. Pensó un poco más y decidió que sería mejor ir a vivir presa que vivir de conciencia manchada y sin paz de espíritu y aun así ir a parar en el infierno. Llevó sacos de cosas y pidió al predicador que la acompañara, a lo que este accedió. Pidió para hablar con el director y sentándose delante de él, pidió por su parte para orar y clamó a Dios en una oración simple y corta para Él estar con ella en aquellos momentos que se seguían.

Comenzó inmediatamente a confesar todas sus malas acciones dentro del hospital, haciéndolo en los pormenores más sórdidos de que se recordaba. El Director estaba atónito y estupefacto, aún sabiendo que había muchos robos, los cuales nunca consiguieron ni impedir ni revelar. A finales de su confesión, ella se levantó para devolver los sacos de cosas que había robado. Después de un largo silencio, aquel Director, intentando conseguir palabras para salir de la humillación de que tenga decidir sobre lo que hacer con ella, habló y le preguntó si ella sabía lo que estaba haciendo, pues podría ir presa por muchos años, (las leyes en Sudáfrica son severas contra el robo). Ella dijo que lo sabía y que estaría en la disposición de ir presa, siendo que tal precio significaría su paz de espíritu. El Director estaba humillado, tal vez más que ella. Después de aquel choque, pensó en lo que debería hacer con ella e intentó decir que sabía muy bien que había inmensos robos por allí, pero que era la primera vez que traían algo en vez de llevar. Era una situación nueva para él. Fue así, de ese modo, que intentó salirse bien de aquella situación.

Por fin, la chica salió de allí sin siquiera perder su empleo, sin ir presa a causa de la bendición de Dios que la acompañó y su gesto fue realmente apreciado por su superior jerárquico. Todos dentro del hospital oyeron hablar de lo que pasó dentro de aquella oficina confesional, pues aquel informe se esparció muy rápidamente. Pero, en vez de tal hecho haber constituido motivo de chacota contra aquella oveja que entró por la puerta y no saltó el muro para entrar en su aprisco de paz sin fin a la vista, los días siguientes cosas maravillosas comenzaron a acontecer. Frente a la puerta de la oficina del Director, pilas de cosas comenzaron a aparecer, habiendo allí sido colocados por todos los otros empleados que también se dedicaban al robo. Fue de ese modo que los robos terminaron en aquel hospital, de forma tan simple que parece una fábula. Esta historia verídica dejó muchos miles de personas a pensar en el verdadero sentido y resultado de una confesión realmente Bíblica. Meses más tarde, el Director mandó llamar a la señora para promoverla a jefe del departamento de personal, afirmando ante ella y todos que no había persona en quien él podía confiar más que ella.

Fue así, también, que esta señora ganó su vida perdiéndola. Creyente, ¿cuando se irá a limpiar de aquello que lo mancha? Mire que no estamos hablando aquí del mundo. Que Dios no le venga a decir: “(4) Y, cuanto a tu nacimiento, el día en que naciste no te fue cortado el ombligo, ni fuiste lavada con agua, para limpiarte; ni tampoco fuiste frotada con sal, ni envuelta en franjas; (5) nadie se apiadó de ti para hacerte alguna de estas cosas, compadecido de ti; sin embargo fuiste lanzada fuera en el campo, con el menosprecio de ti, el día en que naciste”, Ez.16:2-5. Amén.

José Mateus
zemateus@msn.com