LA PRIMERA COSA A TENER EN CUENTA SOBRE LA ORACIÓN

 

“Tú conservarás en paz aquel cuya mente está firme en ti; porque él confía en ti”, Is.26:3

 

Pocos consiguen orar como Dios quiere que oremos. Pocos, por esa razón, saben orar hasta que sean oídos y, consecuentemente, pocos saben parar de orar cuando son atendidos. ¡Muchos ni saben si están siendo oídos, mientras más cuando fueron atendidos!

Estoy hablando aquí de aquella oración que hace la diferencia. Ella es capaz, eficiente, única y exclusiva de alguien que sabe con quien está hablando y de quien está oyendo - y no será preciso que le digan con quien está hablando. Los hombres están habituados al vocerío de su mundo, a la disputa sobre su atención. Dios no grita, busca establecerse dentro del hombre en la paz de espíritu y eso es desde luego un modo distinto de emprender las cosas que todo hombre nunca entiende - es uno modulo diferente de aquel al que el hombre se habituó a ser obediente.

La primera cosa a tomar en cuenta cuando nos aproximamos de Dios, más que la limpieza de corazón y más que la fe entre otras cosas (cosas esas que vienen enseguida y son obligatorias), será la realidad y la oportunidad del contacto que mantenemos con Él por Él por Quien Él es. Nuestra mente no se fija fácilmente en algo que venga de Dios, pues es contrario al stress que cada humano conoce y busca entender y averiguar por él mismo. Lo que viene de Dios no tiene ningún modo sujeto al stress y tampoco se averigua por el poder del hombre. La verdadera oración es hecha por el Espíritu en nosotros, por nosotros, usando quién somos y sentimos – si sentimos todo como conviene.

Una mente que no se firma en Dios conforme Él es, tiene muy pocas hipótesis de conseguir emprender a través de la oración o en la oración. En la verdad, la primera cuestión a ser explorada por Satanás será eso mismo. Él impedirá de cualquier manera que la mente de quien busca a Dios se afirme en Él o en aquello que Dios tiene en mente para nosotros. Dios tiene un objetivo a alcanzar en nuestra oración. ¿Será que Él alcanza? El mal es que las personas creen que son ellos que tienen objetivos a alcanzar de Dios y no Dios a alcanzar de ellos indirectamente y a través de lo que los pueda llevar a orar fervorosamente.

Si somos maleables para todo cuánto nos pueda rodear y distraer siempre que nos encontramos con Dios, seremos duros para con Dios. Si somos maleables y dirigibles en relación a todo cuanto Dios nos quiere enseñar a cumplir y a hacer del modo que sólo Él sabe enseñar y transmitir, seremos irreductibles y duros contra todo que nos tenga como obscurecer la comprensión, desviar nuestra atención o desenfocar nuestra visión (aunque sea sólo ligeramente) de lo que Dios desea que veamos inmediatamente. A tal persona no será necesario decir para fijarse en Dios o para darse cuenta de aquello que disputa su atención o la pueda desviar. Dios no tiene tiempo para perder – nosotros es que creemos que hemos o que podemos perder ese tiempo. Por eso predican mucho sobre el tiempo de Dios, porque las personas fácilmente se atrasan en relación a Sus cosas y pasan a culpar a Dios o al diablo de sus propios atrasos. Yo afirmo que ni un temblor de tierra debería ser capaz de retirarnos de la atención exclusiva de algo que Dios nos quiere transmitir o focalizar, por pequeñita que sea esa cosa que Dios quiera darnos a conocer. Muchos creyentes son simplemente interrumpidos por una simple llamada de cotorra y salen de una reunión con la persona más importante de todo universo sólo porque existe una línea telefónica que Satanás fácilmente sabe y puede usar. Jesús bien nos avisó: “Entra en tu cuarto y cierra la puerta” y muchos dejan sus móviles conectados al lado de sus rodillas dobladas.

Pena es que los creyentes sean tan poco perspicaces y eficaces en el quiebre y en la rotura con todo lo que distrae y que tenga cómo desviar algo de nuestra total disponibilidad y atención interior para con Dios. Es ahí que yace el primer secreto de toda la oración. Nada nos debe poder interrumpir de una reunión a solas con una Persona tan importante como Jesús. Si estuviéramos en una reunión de trabajo, en el baño, en una conferencia o en algún programa de televisión, no queremos ser interrumpidos, llamados a la atención o distraídos. Muchas veces, ni atendemos el teléfono cuando estamos ocupados. Sólo con Dios es que permitimos ser llevados de nuestros deberes y quehaceres que nos dan vida real y verdadera y la cual exige de nosotros todo nuestro corazón para que funcione. Aquello que Dios quiere debería ser algo que deberían ser nuestros únicos quehaceres de verdad.

Si tenemos un compromiso con Dios, un encuentro real en el cual Dios realmente nos habla, ni la aparición de un ángel, ni un ataque de un demonio debería ser capaz de confiscar un poquito de toda nuestra atención de aquello que Dios nos dio para hacer, nos entregó, confiando en nosotros. La mayoría de los creyentes serios hacen un encuentro-compromiso con Dios y ellos hacen de todo para cumplirlo hasta al fin. Se llega a un punto que ni Satanás tendrá como impedir eso más. Pero, si eso es algo extraordinario de ser conseguido (aunque no debería ser) las personas que consigan mantener su tiempo con Dios durante años a hilo, se sienten realizados sólo con eso. Pero, yo creo firmemente que eso es sólo el mínimo de los mínimos para alguien que necesita salvar toda su vida de toda y cualquiera influencia de pecado y del modo de vida anterior. ¡Dios tenga misericordia de nosotros!

Dios tiene un objetivo a alcanzar en ese nuestro tiempo de reunión con Él. Por veces olvidamos eso porque nos sentimos fácilmente realizados siempre que conseguimos mantener nuestro tiempo con Dios diariamente. Mantener ese tiempo es siempre bueno, pero probablemente no es lo que Dios pretende que se alcance aún, pues el uso de ese tiempo para entender, incautar tranquilamente y consolidar todo lo que Dios tiene para transmitir y enseñarnos directamente relacionado con nuestra vida interior y personal que Él dio, es lo que Él tiene en mente para que le obedezcamos fielmente. Alcanzando nuestros objetivos, podemos no haber alcanzado los suyos en relación a nosotros mismos. Sería que cómo nos concentráramos para ir al médico y que nos sintamos felices porque lo conseguimos, pero no fuimos tratados de nada aún después de la consulta. Si me concentro en encontrarme con Dios y ser hallado de Él oportunamente, podré estar libre para todo lo que viene de la forja de Su amor para transmitirme. ¿O estaré aún gozando la victoria conseguida de no haber ido hacia otro lado en aquellos momentos? Si me concentro en concentrarme en Dios, no estaré concentrado en Dios y ni en aquello que Él me quiere enseñar para que lo haga.

Que mantengamos un tiempo diario y continuo con Dios, muy concentrados y absorbidos, es el mínimo de los mínimos que se puede exigir de alguien que corre peligro eterno y de alguien que necesita vivir de una vida nueva a través de nuevos hábitos que necesitan ser consolidados y confirmados a través de la práctica de lo que se absorbe en esos momentos y donde cada día es poco para conseguirlo, aprendiendo todo lo que no aprendió durante años viviendo de otro modo y a través de otros medios, discerniendo cómo se hacen las cosas en el cielo (aquel el modo de conseguir hacer del modo de Dios) para que lo hagamos aquí en la tierra de esa misma manera también. Amén.

José Mateus
zemateus@msn.com