¿PORQUÉ NOS CANSAMOS?

Los muchachos se fatigan y se cansan,  los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas;  levantarán alas como las águilas;  correrán  y no se cansarán;  caminarán  y no se fatigarán”, Is.40:30-31 

Hay afirmaciones en la Biblia que nos dejan muy perplejos y si las personas dejaran de ser fingidas y miraran con otros ojos para todo lo que allá se dice, inmediatamente deduciríamos que algunas cosas nos parecen algo imposibles de acontecer. Pero, el problema principal de los humanos es que a ellos les gustan palabras bonitas para parafrasearlas sólo. Si tomáramos en cuenta que estas palabras no son sólo bellas, pero que, por encima de todo, son una confirmación y una constatación de verdades que nos parecen imposibles a la primera vista (si fuésemos honestos para con nosotros mismos), inmediatamente allí nos pondríamos ante un problema complicado.

Existe un cansancio interior dentro de muchas almas, al cual muchos ya se adaptaron y sin lo cual muchos ya no saben vivir. Así, se hace difícil decir sea lo que sea, aunque el cansancio los asola por dentro. Pero, se hace difícil si sabemos cuál es el motivo de todo aquel cansancio, pues los hombres aman todo cuánto los hace cansar y sólo no les gusta el cansancio que es la simple consecuencia de pecado. Por amor al pecado, el hombre hace cualquier cosa, tal como un hombre necio hará para poder alcanzar a la mujer del vecino en caso que crea que está apasionado por ella. Lo mismo hará un alcohólico en relación a su vino, un fumador en relación al tabaco: harán cualquier cosa, cualquier sacrificio para que alcancen el objeto directo de su vicio o afecto, que es el causante de todo su cansancio también.

Leemos de Jesús una afirmación que nos lleva a pensar. Él dice así: “Venid a Mí, todos los que estáis cansados y oprimidos y Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”, Mat.11:28-30. Estas palabras, “Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” son algo que nos hará abanicar nuestras cabezas en desacuerdo si fuéramos honestos y no leyéramos y afirmáramos estas palabras sólo porque las hallamos bonitas de que sean leídas. Pero, una cosa es que sean bonitas (porque son en la verdad) otra es que sean verdaderas y que funcionen en nuestras vidas cansadas de forma práctica.

Mayor cansancio que aquel que hallamos en creyentes que sirven al pecado, sin embargo, debe ser difícil de hallarlo. Ellos intentan de todo para ser felices y despreocupados, cantando y haciendo loar para que así hallaran su alivio por la "fe". Pero, al día siguiente, parece que el efecto de su droga arrasadora se desvaneció y sienten que estarán lejos de que se sientan tal cual afirmaron que sentían.

Todo tipo de engaño consigue un efecto temporal en cualquiera de nosotros, si en él creamos y a él nos entreguemos. Pero, sabemos que no dura para siempre y sabremos porque razón los hombres mienten hasta para ellos mismos, siendo que es precisamente la verdad en lo íntimo que Dios nunca desprecia. “Y les sucederá como el que tiene hambre y sueña,  y le parece que come,  pero cuando despierta,  su estómago está vacío;  o como el que tiene sed y sueña  y le parece que bebe,  pero cuando despierta,  se halla cansado y sediento;  así será la multitud de todas las naciones que pelearán contra el monte de Sion. Deteneos y maravillaos;  ofuscaos y cegaos;  embriagaos  y no de vino;  tambalead  y no de sidra”, Is.29:8-9 “Palpamos la pared como ciegos,  y andamos a tientas como sin ojos;  tropezamos a mediodía como de noche;  estamos en lugares oscuros como muertos”, Is.59:10. ¡Es siempre una  pena que las personas tropiecen en cosas en plena luz del día sin que vean en que tropiezan y también sin que sean ciegos de verdad!

No existe cansancio mayor para el alma, ni interior ni exterior, que servir al pecado dentro del Templo de Dios - y el Templo de Dios somos nosotros. “Y vosotros lo habéis profanado cuando decís:  Inmunda es la mesa de Jehová,  y cuando decís que su alimento es despreciable. Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! Y me despreciáis,  dice Jehová de los ejércitos;  y trajisteis lo hurtado,  o cojo,  o enfermo  y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová”, Mal. 1:12-13.

“Oh Israel,  (…);  porque por tu pecado has caído”, Os.14:1 .

 

José Mateus
zemateus@msn.com