SEMILLA LLEVADA PARA NUESTRO PROPIO CAMPO

"Les propuso otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó, y sembró en su campo", Mt.13:31

Es bueno que Dios compare las cosas que nos dice personalmente a una semilla la cual tiene que ser sembrada en nuestro campo, aún cuando usa la boca de otros.

Leemos en otras parábolas sobre las semillas que son lanzadas en terrenos baldíos, caen en el camino, son comidas por pájaros o acaban por nacer y luego mueren porque el terreno no es el más adecuado o no se encuentra debidamente preparado por la limpieza (confesión y limpieza de pecado, especialmente) que nunca llegó ser hecha. Hay también terrenos donde plantamos donde nos conviene, porque nos parece que allí quedaría bien una cierta planta en otro terreno, o porque creemos que la planta de la semilla que tenemos en nuestras manos no va a quedar bien en nuestro jardín, precisamente donde Dios exige que se siembre – en nuestro propio corazón.

Existe un jardín en nuestras mentes que sirve para esta semilla de la cual Jesús nos habla aquí. Sus semillas nos sirven para producir sólo, reproducir en la medida de la fertilidad de aquel terreno donde la semilla cae. Todo depende del trabajo que se tuvo en la preparación de ese mismo terreno, a manos de lo que dé la semilla. La calidad de la semilla es siempre la misma. Pero por encima de todo, dependerá mucho más de nosotros que de otra cosa, pues leemos aquí que aquel granito de mostaza, que es conocido por ser de más pequeñita de las semillas, es llevada y sembrada en el campo de quién la lleva consigo.

Ahora, podemos sembrar las cosas serias de las cuáles nos damos cuenta por el oír, también en terrenos nuestros, pero donde nos conviene. Podemos no gustar del árbol de la mostaza en el jardín que para nosotros imaginamos, hallando que tendremos aquel derecho muy propio de que de que implementemos como más nos conviene; pues podemos estar pensando en conseguir un hombre para nuestro corazón, un casamiento, un hijo mientras Dios está planificando y preparando aquel lugar para Él.

Podemos estar leyendo La Biblia y asimilarla conforme muy bien nos conviene, por aquello que oímos asimilado con los ídolos de palo y barro, porcelana o aún revestidos de oro como para darles el valor que nunca podrán tener, que para nada sirven sino para ocupar espacio en casa y quitarnos la vida de Dios, que no se mueven por si mismos, sino por quien les dirige algún pedido o parecer; podemos también asimilarla al brujerías de nuestras vidas, a las incoherencias de Satanás que se hace pasar por Dios a través de prácticas del género; podemos hacer cómo nos apetece porque desearíamos mucho que aquello que oímos pudiera ser adaptado a las nuestras incoherencias y pecados, a nuestras ambiciones marginales, malignas y impías. Todo esto podemos hacer con la semilla de mostaza. O podemos perderla porque es tan pequeñita.

Así, porque tenemos un cierto jardín en mente, plantamos aquella semilla donde muy bien nos conviene y apetece. Pero Dios no dejará impune a alguien que use y abuse de sus semillas para tener cómo convivir con el pecado con una correcta calma en la tempestad de su conciencia, con el adulterio y promiscuidad, con la idolatría y adoración y la reverencia a los ídolos hechos a través de manos humanas para nuestra propia perdición.

Podemos, también, cuando vemos algo sobre la verdad de las cosas y a través de aquel miedo de que nos hallemos perdidos (lo que somos de hecho si estamos en la ignorancia que dice que sabe mejor y que sabe siempre todo por la tradición de la religión donde nacemos) intentar esconder la semilla ignorando que la tenemos que plantar; o creyendo que ya se encuentra sembrada y cuidada sólo porque no queremos salir de nuestros prejuicios religiosos, entre otros. (¿Qué tiene Dios a haber con sus raíces? ¿Porqué no tiene usted a haber con las propias raíces de Él antes y por encima de todo? ¿Posiblemente Él cambiará por su tradición portuguesa, inglesa, americana, árabe o cretense? Supongo que no, pues Él siempre existió. Mucho antes de haber algo sobre todas esas tradiciones acá en la tierra, Él ya era real y verdadero!

Porque tu lo haces irreal sino porque le conviene, porque sabe que ningún ídolo tiene como moverse y así puede siempre dormir descansadamente con la mujer del otro, dando sólo y de cuando en vez una cualquier satisfacción precaria, humanamente establecida sólo para efecto, a su propia conciencia; o tal vez porque su tradición y modo le permiten convivir de cerca con sus fantasías y disgustos que no permiten que se sujete a la voluntad de Dios para su vida).

Independientemente de donde nacemos y crecemos, hay que ver donde sembramos esta semilla. ¡Pero así que vemos que la verdad tiene sentido, la otra defensa que el mal en nosotros implantó, el otro antivirus-del-bien que subsiste en el hombre, será creer que es bueno, puro, santo, leal y que otro terreno necesitará mucho de la semilla que cargamos y hallamos. Llevamos la semilla con nosotros en la misma, pero no para sembrarla en nuestro campo. ¿Es alguien que conoce, quien necesita de la palabra que le tocó? Ahora ahí está algo anti bíblico e incoherente. Así, no se halla perdido ni digno de ser sembrado por el propio Creador del mundo y consecuentemente nunca se hallará en la necesidad de venir a salvarse de su propia perdición y engaño personal. ¡Sepa quienquiera aplicar aquello que oye en los otros no está convertido aún! ¡Alguien así, cree que es cierto aquello que oye, llora hasta sobre lo que oyó, pero cree que tiene que ir a plantar aquella semilla en el terreno de los otros, pues es muy buena para el marido, hijo o esposa, patrón, empleado o país – nunca para él mismo!

Pero leemos aquí que el hombre que tomó esta semilla, la llevó para sembrar en SU CAMPO, en su propio corazón, en su mundo. La Palabra tiene que estar cerca de su corazón – ¡sólo para ser direccionada a su corazón! Venga, le voy a enseñar a cantar de verdad, un nuevo himno de vida real y sin fin, del cuál nunca más se cansa. ¿Canta bien? ¡Cante mejor! ¿Predica bien? Venga, para que Cristo le muestre un mejor camino a seguir, a encontrar como vida real y sin incoherencias emotivas precarias. Leemos de hecho que “Los que siembran en lágrimas, con cánticos de júbilo segarán. Aquel que sale llorando, llevando la semilla para sembrar, volverá con cánticos de júbilo, trayendo consigo las gavillas”, Sal.126:5,6. Pero sepa, querido amigo, que los otros se convertirán de hecho cuando vean la semilla sembrada y dando frutos maduros en sí, dentro de su campo. No espere que los otros crean que Dios responde a su oración por ellos, cuando no responde a la oración de usted para usted mismo; o que responderá a las oraciones de ellos cuando ven en sí esfuerzos infructíferos. Por norma Dios responde más allá de lo que le sabemos pedir.

Son estas gavillas personales que son la cosecha de nuestro terreno que convencen a los ignorantes y a los incrédulos a que hagan lo mismo: sembrar en su propio campo. Pero, en caso que convenza a alguien a doblar sus rodillas, enséñelo antes a sembrar todas las otras semillas como usted lo hace: en su propio dominio y corazón, a Su propio tiempo (ahora), la menos que no se halle digno de su Maestro. “Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: a vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he ahí que nos volvemos a los gentiles”, Hechos 13:46. Y Cristo va a volverse para donde si usted fuera gentil, ó creyente engañoso, piensa bien de si mismo? ¿Que será de sí? ¿Que será de la verdad de Dios si no es implantada en sí de forma que la vean todos? Venga, aprenda un nuevo himno con la misma letra que conoce, con la misma guitarra, con los mismos instrumentos vocales y lingüísticos que posee. Nada cómo cantar un nuevo cántico de hecho, a no ser que sea mío. Nada como sembrar en su propio campo.

“Venid, hijos, oídme; yo os enseñaré el temor del Señor”, Sal.34:11.

José Mateus
zemateus@msn.com