TOMEMOS A DIOS EN SERIO

 

"Entonces clamarás y el Señor te responderá; gritarás y Él dirá: Heme aquí", Is.58:9

 

Conocemos muy bien aquellas palabras del Señor Jesús, “Pedí y se os dará, buscad y hallaréis; golpead y se os abrirá. Pues todo el que pide, recibe; y quien busca, halla; y el que golpea se le abrirá”, Mat.7:7-8. Existe una vertiente frecuentemente ignorada en estas palabras: la parte que dice “hallaréis, recibiréis y abrirá”. Por norma, las personas hacen uso de promesas como estas sólo para que ganen ánimo, para que se animen, pero nunca para que tomen a Dios en serio. La mayoría de los creyentes pide y nada recibe y sólo se sienten animados por estas palabras, no recibiendo – nunca dejan de mencionar estas palabras unos para con los otros como que para que se animen mutuamente a que persistan en su error.

Es sólo porque las personas se encuentran en pecado, se hallan deudores para con el prójimo, para con Dios, para consigo mismos que se caen en estas tentaciones de que crean cuando nunca deberían ni siquiera animarse en su fe falsa. Sólo porque hay pecado en sus conciencias por limpiar es que se hacen así tan livianos. En este versículo leemos que Dios dirá “heme aquí”, “Si quitaras del medio de ti el yugo, el extender del dedo y el hablar inicuamente".

El énfasis de estas promesas, recaen sólidamente en su segunda parte, pues lo que Dios quiere que se perciba, es que Él es real y no un Dios de broma y de recreo. Pues que, ¿Cómo puede un creyente llevar estas palabras de ánimo liviano? ¿Cómo puede alguien hablar por Dios llegando a afirmar que Dios va a dar, va a ofrecer cuando Él ni siquiera prometió nada aún, sólo porque quiere creer a cualquiera costo? Es muy fácil no tomar a Dios en serio. Lo que quiero decir con esto, no es que debamos obligar a Dios a darnos con su promesa apuntada a Su cabeza como un arma, pero que nunca nos debamos hacer livianos al punto de afirmar que Dios respondió cuando aún no lo hizo – tan sólo eso.

Es fácil que seamos livianos cuando las cosas se hacen religiosas. Cualquier persona, teniendo todo su ánimo en día, tiene como vivir aún, viviendo de una ilusión como si fuera verdad sólo porque se siente animada y fortalecida con una promesa que, en otras circunstancias, sería real y concreta. Todo lo que cuenta nunca es si es verdad o mentira aquello que se oyó, pero si tenemos ánimo de continuar y persistir en nuestro camino, si eso tiene cómo animarnos.

El pecador ganando ánimo, anda siempre –aunque en su pecado.

Luego, nos es muy fácil ignorar que Dios es real, pues siempre lo fue y si no fuera así, de nada nos valdrá nuestra fe, nuestra oración, nuestros buenos ánimos. Creer en un Dios que va a dar sin habernos oído eso de Su propia boca, debe ser igual o peor que adorar a un cierto ídolo y salir creyendo – es peor porque, al ídolo, tenemos razones para creer que nunca seremos atendidos, a menos que algún demonio lo intente hacer por él para engañar. Y, Dios es real – por esa razón es peor!

Pero, si ese pedido que sea hecho a Dios, cuando la persona se levanta diciendo que Dios lo oyó sin el haberlo hecho, algo muy errado pasa con el tipo de fe a que esa persona se pueda haber entregado. Ser incrédulo delante de un Dios real es peor que ser idólatra – es una afrenta a un Dios vivo. Pero, ser mentiroso y hablar por Dios sin Él haber hablado es crimen sin descripción posible. Y, saliendo delante de Dios sin respuesta, creyendo que la obtuvimos, es la peor especie de oración que se puede esperar delante de cualquier ser creado por Quien es real – si hasta Caín obtuvo respuestas de Dios siendo asesino, ¿porqué nunca esperan los justos de Dios que Dios hable por Sí, de Su propia justicia? ¿Tendremos que ser nosotros a colocar palabras en Su boca, para que creamos que nos atiende? Dios sólo es mudo cuando es verdad que "vuestras iniquidades os separan de vuestro Dios", Is.59:1,2.

Creyente en el Dios vivo, óigame: las promesas que Dios hizo aún nos tendrán que ser atribuidas, porque sino cualquiera podrá llegar delante de Dios y hombres, proclamando que Dios oyó cuando no oyó aún siquiera. Las promesas sirven de maestras para que las asimilemos buscando saber cual es la voluntad de Dios, en que nos responderá. Pero la promesa nunca fue respuesta, nunca es respuesta a la oración, pues respuesta es algo concreto y más substancial que la promesa que Dios nos pueda haber hecho. Pero, la presunción atribuye promesas a quienes ora, ¡para que deje de recibir de Dios VERDADERAMENTE TODO aquello que pide!

¿Tiene así tanto miedo que Dios sea real? ¿Sale con una pena en la mano en vez de salir con la paloma en ella? ¿Desde cuando entregarse a las fábulas de nuevo, habiendo ya salido de las ilusiones, es fe? Los creyentes, en su gran mayoría, dejan de lado su deber real de obtener respuestas comprometedoras y plenamente saturadas de realidad, de Dios, sólo porque temen el compromiso que eso exigirá de ellos y que, si Él les venga a ser real, ellos tengan que tomar en serio el resto de la Biblia en relación al infierno y otras cosas más, pues todo lo que quieren, es ánimo para que continúen viviendo sus propias vidas como siempre y en fe promiscua y falsa. Sólo buscan ánimo para persistir en sus pecados y nada más. ¡Nunca vi a nadie animarse tanto mutuamente como los creyentes falsos, aquellos que son huecos por dentro y en todo su pedir!

Si estuviera pidiendo a Dios dentro de Su voluntad, una de las maneras de cesar de orar sin respuesta, es “creer” que se fue atendido siempre que no fue. Ojala esto nunca acontezca consigo también, pues orar sin cesar significa sólo orar sin desistir de obtener una respuesta concreta y real. Parar sin respuesta porque se afirma algo que viene en la Biblia, es igual a cesar de orar. Pero, cese sólo cuando Dios habló de verdad, pues ahí puede partir para la concretización de una promesa real y realista en términos eternos y no sólo. ¡Si la respuesta no fuera real, estaríamos usando de vanas repeticiones delante de Dios y seríamos considerados gentíos del peor rango, de aquellos que colocan en ellos mismos una cara de santo, orando al Dios de Israel, al Dios vivo, con Este pareciendo muerto!

Es fácil desistir de algo que pueda ser la voluntad de Dios. Basta decir que Dios nos oyó cuando todavía no oyó. Las personas persisten en luchar por un empleo, por un matrimonio, por su propia salud, pero cuando le toca hablar con Dios, siempre arreglan medios de librarse de aquella responsabilidad que los pueda comprometer con un Dios que sea real – pues un Dios lejos y distante es todo lo que, en el fondo, desean. Un ídolo o una imagen también es algo que no pide responsabilidades a nadie - ¡sólo pide sentimentalismos! Levántese cuando hubiera obtenido respuesta de hecho, sólo entonces. Ahí sí, pare de orar, pues Dios lo ha atendido.

Siempre que se vea a un creyente hablar con Dios de forma real en una reunión de oración, se nota un silencio como si algo de otro mundo estuviera aconteciendo por allí, cuando deberían regocijarse por que tal oración esta siendo elevada a los niveles de una respuesta en conformidad con un Dios real. ¡Tiene pastor que, cuando un creyente ora de forma que Dios oye, ellos abren los ojos para que vean quienes habla allí! Eso sólo revela la falta de comunión que ese pastor demuestra en su propia vida real y práctica, comunión con Dios y con quien es real y verdadero de espíritu.

Poca gente se admira tanto con una oración que obtenga respuesta real como los creyentes. Por esa razón, debido a toda su incredulidad real, hacen un grande alarido siempre que creen que Dios los atendió en alguna cosa. En el medio Pentecostal se cree que, sin barullo y grandes gritos, Dios nunca nos atenderá. ¿Será porque creen, o porque no creen? ¿Qué fe será esta que necesita ser convencida que fue atendida cuando no fue, o que va a ser aún? ¿Será que es así tan difícil tomar a Dios en serio? ¿Y que decir de esta palabra venida de la boca de Dios “porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor, dice el Señor” y “Él dirá: Heme aquí”? ¿Será preciso imaginar que Dios respondió cuando Él responde de hecho?

Cada oración sin respuesta real debería hacer a los creyentes más angustiados y menos seguros (y eso sería fe), ¡pues deberían saber quién es que promete! Una promesa de Dios sin cumplimiento debería quebrantar en vez de animar a los creyentes que oran. “Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche, por cuanto se me dice constantemente: ¿Dónde está tu Dios? Estoy cansado de mi gemido; cada noche hago nadar en lágrimas mi cama, inundo con ellas mi lecho”, Sal.42:3;6:6.

José Mateus
zemateus@msn.com