TROPIEZOS

Acercaos a Dios,  y él se acercará a vosotros.  Pecadores,  limpiad las manos;  y vosotros los de doble ánimo,  purificad vuestros corazones”. “Diles,  pues:  Así ha dicho Jehová de los ejércitos:  Volveos a mí,  dice Jehová de los ejércitos,  y yo me volveré a vosotros,  ha dicho Jehová de los ejércitos.”, Santiago 4:8, Zac.1:3

 

Todo cuanto impide al hombre de llegar a Dios, impide a Dios de llegar al hombre.

Es la gracia que salva, es la gracia cuando somos avisados y contemplados, es pura gracia cuando nos fortalecemos para que demos el primer o el último paso de la fe, es por la gracia que podemos ver sin ver y que seamos irreductibles en cuanto a toda la verdad en todos los pasos de fe que tomamos, incondicionalmente. También es gracia cuando los hombres son llamados, aún cuando rechacen salvarse; y la gracia abunda aún más donde se salvan y mezclan con el Dios vivo. Por eso oímos a Dios decir como una trompeta: “Allanad, allanad, preparad el camino, quitad los tropiezos del camino de mi pueblo”, Is.57:14.

Pero, el hombre tendrá necesariamente que aproximarse y clamar a Dios cuando está siendo atraído por Él. El corazón del propio hombre es una fuente de pura resistencia a su propia salvación, pues persiste creer siempre en algo que le permita mantener sus pecados predilectos.

La razón porque Satanás lee las mentes y porque los pensamientos de los hombres son tan nítidos y claros para él, es que estos son entregados a patrones de comportamiento fáciles de discernir. La terquedad, el descuido, la creencia cerrada que impide a Dios de operar, todo eso contribuye para que Dios no consiga alcanzar y desmotivar al hombre de su pecado. Si el hombre no fuera terco, sería maleable. Existe una forma de enemistad camuflada y encubierta dentro del hombre contra Dios y contra la esencia de aquello que es exclusiva y únicamente amor. Esta enemistad dentro del hombre sólo se manifiesta de forma objetiva a sí mismo cuando Dios entra en escena tal cual Él es. Un enemigo puede estar feliz hasta ver a su enemigo delante de sí. Luego, así que este le es colocado ante su ojo consciente, su corazón levanta dentro de sí todo el rencor y odio que estaban dormidos bajo el polvo de la ausencia de ese mismo Enemigo del pecado. Lo mismo acontece cuando se habla de Dios. Hablando, muchos hasta dirán que aman, o aunque aman a Dios; pero, apareciendo este como Él es de hecho, algo se manifiesta dentro del hombre que lo hace vacilar y por veces vacilar eternamente.

La verdadera convicción entra en escena cuando el hombre ve a Dios. El hombre se puede arrepentir sin ver a Dios como se puede nunca arrepentir viéndolo; pero la convicción es profunda e imposible de ser evitada siempre que Dios se manifiesta tal cual Él es. Fue lo que aconteció en el inicio de la era apostólica y en los años siguientes, pues las personas no conseguían contenerse mediante esta revelación de sus pecados por la presencia de Dios cuando era real. Cuando colocamos blanco cerca de negro, vemos cuán oscuro es el negro en la realidad. La presencia de Dios así que se manifiesta, tiene como realzar inmediatamente lo que se halla escondido dentro del corazón de cada hombre, sea para bien o para mal de los mismos.

Leemos que aquellos a quién Pedro predicó se “compungieron en su corazón”, Hechos 2:37. Sabemos que es algo completamente desconocido de nuestras iglesias de hoy, pero sabemos que debe ser un corte horrible en los corazones de los hombres penetrados por esta espada de dos filos. Pero, en la verdad, leemos también sobre aquellos que apedrearon a Esteban, que también les aconteció lo mismo, pues en la versión original leemos que aquellos que se lanzaron sobre él para que lo maten inmediatamente allí, fueron “cortados” en su corazones – la misma palabra usada para describir los que se convirtieron bajo la predicación de Pedro y los que apedrearon a Esteban y rechazaron convertirse y cambiar.

Todo pecador es un real enemigo de Dios y todo hombre que ha pecado tiene esta enemistad dentro de él también; si ve a Dios delante de sí manifestándose tal cual Él es, verá como tenía esta enemistad bien camuflada dentro de él contra Dios. Los hombres afirman que aman a Dios porque éste nunca se manifestó a ellos tal cual Él es. Una visión de Dios, llegará para cualquier hombre ver lo que está escondido y encubierto dentro de él mismo y como aquella enemistad estaba hibernando escondida y sutilmente en las cavernas de su pecho y ser. Por esa razón es que los hombres cantan alabanzas a Dios siendo aún pecaminosos, pues cantan a la idea de Dios que abunda dentro de sus mentes engañosas y porque Dios no está presente.

Es normal que las señoras conversen con las señoras y sólo no se entienden muy bien si no se quisieran entender. Luego, el pecador conversa y anda con otro pecador, pues son iguales por dentro. Se entienden más por aquello que son, que por aquello que hablan. “¿Acaso andarán dos juntos, si no estuvieran de acuerdo?” Amós 3:3. Si la enemistad (el opuesto del Amor de Dios) es un estado de espíritu y de corazón mismo sin sentimiento visible, así que el amor surge y emerge delante de la enemistad y sea presenciado por ella, ella se da a conocer de inmediato. Y acaso el hombre sienta pudor de aquello que ve que es, tiene como ser transformado por el poder del Dios que provocó esta situación irremediable al manifestarse de aquella forma real y visible.

Esta enemistad es fruto de algo, nació a través de un padrón de vida, de una conducta anti Dios, una enemistad que en todo es una forma de estar y de vida opuesta a aquella que Dios es en Su esencia. Cada pecado del hombre contribuyó para que esta dureza de espíritu y de corazón se instale paso a paso y se esconda y repela a Dios tal cual Él es y así que Él se manifiesta como es en la verdad y se da a conocer a la enemistad y, sin haberse convertido, esta enemistad se manifiesta y es hecha visible y colocada en la luz como es. Por esa razón, los pecadores se resienten tanto de la Luz de Dios. “Y el juicio es este: La luz vino al mundo y los hombres amaron antes las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace el mal aborrece la luz y no viene hacia la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero quien practica la verdad viene hacia la luz, a fin de que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”, Juan 3:19-21.

Así, lo que impide a todo hombre de ver a Dios, no será porque Dios no se quiera o no desee manifestarse al hombre tal cual Él es, pero antes será el tipo de corazón que el hombre tiene dentro de él que impide a Dios manifestarse tanto en él como a él y a través de él. Si Dios se manifiesta y la enemistad existente en el hombre se manifiesta contra Dios, sea en forma de odio o de decepción, podrá significar la caída irreversible de tal persona. Así, existe un proceso de transformación del corazón de todo hombre para encontrar a Dios en su esencia, tal cual Él es. Será por esa razón que leemos que Juan el Bautista vino antes de Cristo para prepararle el camino. Leemos así de Juan: “él convertirá el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a sus padres; para que yo no venga y hiera la tierra con maldición”, Mal 4:5-6.

Jeremías habló y predicó, tal como Isaías, pero a medida que Dios les iba manifestando su persona, ellos aún se compungían aunque ya eran profetas al servicio de Dios ya durante un tiempo considerable. Leemos de Isaías “Entonces dijo yo: ¡Ay de mí! ¡Pues estoy perdido; porque soy hombre de labios impuros y habito en medio de un pueblo de impuros labios; y mis ojos vieron al rey, el Señor de los ejércitos!” Is.6:5. Sólo en el capitulo seis él estaba preparado para una visión tal, una visión que todos los pecadores sin excepción, salvos o no, aún irán a tener para bien o para mal de ellos. E Isaías ya era profeta de Dios hasta el sexto capítulo de su libro.

¿Cómo podrá el pecador prepararse para una manifestación de estas, de un Dios vivo, sin salir mal de ella? Pues que, ¡convirtiéndose! “Por lo tanto, (...) prepárate para que te encuentres con tu Dios, porque Él es lo que declara al hombre cual sea su pensamiento”, Amós 4:12. Si el hombre retira los tropiezos de su propia vida, si los manifiesta voluntariamente y se convierte de sus caminos, será medio camino andado para obtener una manifestación real y realista de un Dios vivo. Es imposible que Dios nunca se manifieste a alguien que se limpia convenientemente. "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán Dios", Mat.5:8.

Para que haya avivamiento genuino, para que Dios sea Emanuel y se pueda manifestar a los hombres y entregarse aún a estos, tendrá que haber un trabajo y obra de preparación dentro y fuera del hombre. “Labrad el campo de cultivo”, Os.10:12. Leemos de Jeremías que él dijo así: “En la verdad después que me convertí, me arrepentí”, Jer.31:19.

Las tinieblas se hacen evidentes cuando la luz aparece. Hasta allá, las tinieblas continuarán pensando y creyendo que son luz porque hablan en nombre de Dios. Todo cuanto impide al hombre de llegar a Dios, impide a Dios de llegar al centro del hombre también. Amén.

 

José Mateus
zemateus@msn.com