VERDADERAMENTE LIBRES 

Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, es siervo de pecado. Y el siervo no permanece en casa para siempre; mas el hijo permanece para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8:34-36.

Si un hombre libre se hace esclavo, tendrá gran dificultad de adaptación a su nueva vida y vivencia. Lo mismo se podrá decir de un esclavo que se libera o se quiere liberar porque le ofrecieron las puertas de la libertad. La mayor de las luchas se dará en su interior, dependiendo del tipo de persona que es y de los vicios que atrapó mientras era esclavo. En muchos casos la adaptación es tan difícil que, aunque cueste creer, muchos prefieren volver a ser esclavos. Los esclavos libres comienzan por creer que tienen derechos de vivir una vida egoísta porque creen que no eran egoístas antes cuando sus derechos eran prohibidos y por esa razón el egoísta existía camuflado y escondido. Pero, en esta vida de libertad, el Señor Jesús les quita esos derechos haciéndoles saber que la esclavitud mayor era su egoísmo. De ahora en delante el ex-esclavo sigue quien creó el mundo y todo hizo bien hecho.

Fue lo que aconteció con Israel después de que hayan salido del Egipto y que hayan errado en el desierto donde no había carne, aún sabiendo que el desierto era el camino para la tierra prometida y no la tierra prometida aún. No aguantaron un poco de tiempo de prueba sin la carne. Debemos saber que el camino de las pruebas y de las tentaciones son el camino para que salgamos de una vida y que entremos en otra, pero aún no es la vida que Dios nos prometió para que nos hallemos a reclamar. La libertad es un incentivo y un llamamiento a nuestros deseos, pero el camino que hallamos para alcanzar la tierra prometida no siempre nos agrada – a menos que tengamos el blanco en vista sin cesar, siempre delante de nuestros ojos, manteniendo toda la esperanza limpia, intacta y libre de conceptos, prejuicios y acusaciones. La esperanza es tan importante cuanto la fe, 1 Cor.13:13.

Pero, si un hombre hubiera sido libre antes de hacerse esclavo como José fue antes de ser esclavo del Egipto, después de liberarse, mantenerse de lo que se recuerda y se acuerda de sus tiempos de libertad, sus caminos serán menos complicados que los del esclavo que nunca conoció ninguna libertad. Sin embargo, sabemos que el mundo nació dentro del pecado y de nadie se puede decir que era libre antes de ser esclavo. “Ovejas perdidas han sido mi pueblo; se olvidaron del lugar de suyo reposo”, Jer.50:6. Aún los que cantan himnos de liberación dentro de las iglesias cantan porque aprendieron a cantar, porque les gusta la melodía o de las palabras y de la idea de libertad de la cual oyeron hablar y no porque se hallen en libertad de hecho.

 “Les replicó Jesús: En verdad, en verdad os digo que todo aquel que comete pecado es esclavo del pecado”, Juan 8:34. “Aleja de Mí tus cánticos, porque no oiré las melodías de tus instrumentos”, Amós 5:23. Nunca nos olvidemos que el mal arregló un modo de tener esperanza cantando las melodías de Dios y siendo creyente sin haber cambiado cuando cree que cambió sólo porque es creyente. Para los esclavos del pecado no existe ninguna referencia práctica de libertad total (aunque exista experiencia de oír o de los testimonios de los otros) y, por esa razón, muchos se hallan clamando que pertenecen a un nuevo Dueño cuando se hallan haciendo uso de los utensilios de una vida antigua.

Cualquier persona se hizo en aquello que experimentó, soñó, vivió, vio y oyó. Por esa razón sabemos y vemos que, muchas veces, una cultura hace o mantiene el pueblo que creó la cultura. La cultura del pecado y de la esclavitud mantienen su pueblo dentro de los parámetros de la complicación sentimental que usa o usó en el mundo y por eso quieren continuar con los modos de hacerse y de emprenderse que antes tenían. Cambiar de religión o de ideas, alguien hacerse evangélico y ser esforzado en creer en lo que es verdad sin una vida práctica y real correspondiente y venida de la Fuente de la Vida directamente – sin ser por terceros – es una farsa que imita muy bien la verdad y la limita mucho más la Vida de Cristo dentro de nosotros que cualquiera otra cosa o cualquier otro pecado. Antes, tal persona estuviera totalmente errada, pues tendría más hipótesis de ver su propio error.

Una vez que una persona se convenza que necesita cambiar – y allí comienza la verdadera batalla por su alma y ser – existe el verdadero peligro de comenzar a vivir una vida de adaptación o readaptación en vez de una vida real que sólo Dios da y la cual se puede hacer en una vida simplemente natural y consolidada hasta en los hábitos del día a día. Una persona puede orar siempre que dirige su automóvil o va a comer, por hábito de orar, o puede hacer lo mismo para realmente ser oído. Un corazón viejo puede adaptarse a nuevos caminos que comenzó por cuestionar para después aceptarlos como suyos también, tanto cuanto un corazón realmente nuevo puede infringir las nuevas leyes de su naturaleza agarrándose a hábitos, medios, formas de pensar antiguas para vivir de forma que nunca se identifican correctamente unas con las otras y las cuales colocan a una alma y a un corazón en conflicto, duda, roce y en un malestar continuo.

 “Por ventura no te acarreó esto el haber dejado al SEÑOR tu Dios, cuando te hacía andar por el camino.  Ahora, pues, ¿qué tienes tú en el camino de Egipto? ¿Para qué bebas agua del Nilo? ¿Y qué tienes tú en el camino de Asiria? ¿Para qué bebas agua del Río Eufrates? Tu maldad te castigará, y tu apartamiento te acusará; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es tú dejar al SEÑOR tu Dios, y faltar mi temor en ti, dijo el Señor DIOS de los ejércitos”, Jer.2:17-19. Tanto los que se adaptan a nuevos caminos teniendo corazones por transformar, como aquellos que obtienen un corazón nuevo y se rigen por instrumentos y caminos y formas de vida antigua, son hipócritas. La hipocresía será la culpa tanto de unos cuanto de los otros, pues viven o intentan vivir de una cosa contraria a lo que son. Pero, existe aún una tercera corriente de personas que podemos considerar las ovejas perdidas de Israel actual, aquellos que se pueden hallar dentro de las iglesias, tanto de las que están demasiadamente erradas como las que hacen todo correcto sin Dios.

Porque sienten un impulso de que se sometan y de que se hagan sumisas, estas ovejas reaccionan sometiéndose incondicionalmente a quienes están errados y lidera sólo porque lidera y reaccionan así sólo porque son ovejas. Las ovejas buscan a quien lidera. “Ovejas perdidas fueron mi pueblo; sus pastores las hicieron errar, por los montes las descarriaron; anduvieron de monte en collado, se olvidaron de sus majadas”, Jer.50:6. Aquí hallaremos a los lobos apacentando a las ovejas perdidas para que se alimenten de ellas que conforme fueran necesitando aprovecharse de ellas y conforme que sus apetitos coordinen y que implementen. Los lobos usan palabras de la Biblia para que sean oídos por quien quiera cumplir la Biblia pero no sabe cómo hacerlo. Por eso es que Cristo ordenó Sus discípulos a enseñar “a observar todo lo que os enseñé”, Mat.28:20, pues las ovejas perdidas no saben como hacerlo.

No importa cual es la vida que envolvió a la persona, ni tan poco importa cual es la cantidad y tipo de daño o de pecados que se asociaron a quién se quiere liberar de sí mismo. No existe dueño de esclavo más exigente que el propio sobre sí, también. Y Cristo nos llama a que seamos libres de nosotros mismos, de aquel que se entrega al pecado que ama o cree que detesta porque somos nosotros que nos consolamos y nos satisfacemos con la vida de esclavitud que aprendemos – la única vida que aprendemos a vivir hasta aquí. En la verdad, existe una vida real que entra en nosotros cuando Cristo se hace real – y es bien rea – la cual se hace responsable por todo aquello que acontece dentro de nosotros. Esa vida tiene como única condición una obediencia incondicional, espontánea o no, práctica, inteligente y necesita de nuestra parte y a través de armas y medios celestiales, pues, una vida del cielo necesita del modo del cielo también.

Pero esa vida pide de nosotros que aquello que creemos que es cierto se haga real, práctico y normal para todos nosotros también; y también pide que, si creyéramos que una cosa es cierto siendo mentira, nunca se hará real ni concretizada para que persista como ilusión. Pero, si algo es verdad y nos hallamos alejados de Dios por pecado antiguo o reciente, la vida de verdad será fingida y forzada por nosotros pero sin ningún resultado práctico a no ser una enorme falta de paz.

No podemos encender fuego con agua ni apagar fuego con combustible sólo porque tanto el agua como el combustible son líquidos y se asemejan. Pero, estando nosotros limpios delante de Dios y de los hombres de hecho (si los hombres lo reconozcan o no), aquello que acontece dentro de nosotros será la obra de Dios tanto cuanto lo que acontece fuera de nosotros por nosotros es nuestra obra exclusiva. Es verdad que es pecado y precipitado hacer por fuera algo que no aconteció dentro de nosotros aún porque no buscamos de Dios nuestra transformación, aunque creamos que nació dentro de nosotros. Pero, también es verdad que la obra interior no siempre es asumida como concreta y suficiente (no que sea parcial) por quien no conoce o no le gustan los efectos prácticos de una vida que demuestra a Dios.

Nuestra vida, cuando no brilla, hace sombra. No existe término medio siquiera – o formamos parte de las tinieblas o de la luz, tanto por dentro como por fuera. Por muy extraño que nos parezca, “el fin del mandamiento es una fe no fingida”, 1 Tim.1:5. Y la verdad es que, quien cree que tiene vida cuando no la tiene, así que la que tenga tendrá la capacidad de creer que no la tiene porque no estará habituada a esa forma de vida nueva, ni a sus efectos tanto por fuera como por dentro de él.

Un hecho que debemos tener en cuenta, es que la persona que hizo la cultura es mantenida por la cultura que creó para someterse a ella. Nosotros no sabemos si es la agricultura que hace el agricultor, o si es lo contrario. Pero podemos asumir como un hecho que nosotros aprendemos a través de aquello que hacemos también y nos hacemos en algo porque hacemos una u otra cosa. Nuestro sistema interior es agredido o consolidado por nuestras intenciones, es correcto, pero también por aquello que hacemos o no hacemos.

Nuestro ser se adapta a lo que hacemos actuando o reaccionando, aprendiendo y asimilando bien todo – aunque esté contra o parcialmente contra. Todo lo que hacemos tiene consecuencias, tanto para bien como para mal. Y siempre que actuamos o reaccionamos, estamos un paso más cerca de donde nuestros caminos nos llevan de forma práctica. Cuando Cristo nos libera y nos cuesta creer que estamos libres de verdad, (por varias razones, pues, podemos haber luchado sin vencer antes sin Dios y por esa razón nos cuesta creer que venceremos ahora que andamos con Él), podemos tener la certeza que nuestra vida práctica continuada y constante servirá, también, para consolidar nuestros hábitos, nuestras vidas y hasta nuestras formas de aprender. Creyendo, hacemos. Haciendo, nos consolidamos porque creemos. “Por lo tanto, hermanos, buscad más diligentemente hacer firme vuestra vocación (los talentos que Cristo nos dio para que multipliquemos) y elección; porque, haciendo esto, nunca jamás tropezaréis”, 2 Ped.1:10.

Hasta nos parece extraño que Pedro use las palabras “nunca” y “jamás” en una misma frase, pues el énfasis que él da, habla directamente a la mayor incredulidad del hombre: ser verdaderamente libre de sí mismo y de cualquier pecado y viviendo aún en esta tierra. Esto es un presente al cual se obedece. Pero, sabemos que los niños cuando reciben algo, desprecian aquello por qué ni trabajaron y cuando desean algo muy intensamente, descansan cuando reciben porque el deseo fue demasiado intenso y se consumó con su obtención y no asumen que necesitan hacer algo con lo que recibieron porque se sienten realizados recibiendo. Es cómo alguien que desea tanto la riqueza y después de rico se queda sin hacer nada, descansando en la forma de vida que conoce porque la lucha fue intensa y alcanzó todo lo que pretendía. Pero la lucha intensa por la Vida que Cristo da sirve sólo para enseñarnos la parte práctica que trae consigo, para enraizar dentro de nosotros lo que nunca aprendemos a ser. Esa búsqueda es como un entrenamiento intensivo e indirecto de lo cuál ni nos damos cuenta y de lo cuál sólo vemos las consecuencias prácticas siempre que somos o nos hacemos obedientes. Y sólo entonces entenderemos bien todo aquello que nos está aconteciendo.

Las tentaciones en un ser libre se intensifican por una simple razón: un muerto para el pecado puede ser muy o poco tentado que continúa muerto. No hace diferencia para quien está muerto para el pecado, ni cual es el tipo de tentación, ni tampoco la intensidad de ella porque saldrá siempre vencedor o más que vencedor porque está, de verdad, muerto. Y más aún quien ya vive de una otra vida, pues no sólo morimos para una cierta vida anterior pero renacemos y revivimos dentro de una otra realidad con la cual vivimos ahora que conocemos a Cristo cómo Él es. Yo creo aunque cualquier tentación nos abre los ojos para aquello que debemos hacer y como debemos hacer en caso de que andemos cerca de Dios siempre de forma continuada y simple. Las tentaciones pueden servir sólo para que nos abran nuestros ojos para lo opuesto de aquello que ellas quieren que nuestros corazones sientan y hagan o a que se entreguen. Las tentaciones no nos deben incomodar, pero antes ayudar a realzar y a contrastar la dirección y el camino que debemos preferir tomar sin culpabilizarnos porque mientras culpamos a nosotros o a otros, nada hacemos porque estamos ocupados con las cosas erradas y desocupados de la correcta que debemos ser hallados haciendo fielmente. “Bienaventurado aquel siervo a quien su señor, cuando viniera, hallare haciendo…”, Luc.12:43.

Quien se queda por la lucha contra la tentación está arreglando un medio de quedarse en ella. Con toda certeza que tal persona ama el pecado y acabará queriendo convencer a Dios para aceptarlo en él. Quien se incomoda con la tentación necesita aprender lo que significan las palabras “Este es el descanso, dad descanso al cansado; y este es el refrigerio; pero no quisieron oír; pues así dice el Señor Dios, el Santo de Israel: Volviendo y descansando, seréis salvos; en el sosiego y en la confianza estará vuestra fuerza. Pero no quisisteis”, Is.28:12; 30:15Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla el SEÑOR: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí”, Is.1:2.

Es verdad que la persona también se puede engañar, creyendo que tiene la Vida de Cristo en sí y no siendo verdad. Pero, porque la persona se puede engañar y mentir para ella misma, eso no significa que nuestra salvación no se procese así de ese modo cuando alcanzamos la plenitud de Espíritu Santo en nosotros – y no en los otros. Será entonces que todo tipo de tentación provocará un cierto parecer o camino dentro de nosotros, una doble opción, una de las cuáles inerte y la otra activa y viviente. Aquellos que son espiritualmente inteligentes aprenden a no resistir pero antes a descifrar el opuesto de la tentación para emprender y hacer fielmente, fácilmente, alegremente, negando aquello que la tentación los llevó a sentir y a desear no hacer o a hacer.

Que quién sea tentado a robar debe sólo aprender a dar y no sólo quedarse quieto, sin robar; que quién sea tentado a mentir debe simplemente hablar la verdad y no callar; que quién sea tentado a esconder debe revelar con sabiduría, aprender a revelar de la manera correcta, pues el pecado siempre que no puede impedir la revelación de lo que quiere esconder, puede contribuir para la revelación de todo a través de la sabiduría del mundo y de la manera errada y/o inoportuna. Pero, será así que nos servimos de un hecho y de una realidad de que estemos realmente libres, nunca temiendo el pecado pero antes siendo inteligentes y agradecidos. “El príncipe de este mundo vino y él no halló nada en mí”, Juan 14:30. Fue Jesús quien habló tales cosas y era verdad. Yo creo plenamente que Cristo nos libera de las corrientes del pecado, nos suelta de las ataduras, pero, nosotros tenemos que andar sin que intentemos llevar las corrientes con nosotros porque creemos que aún forman parte de nosotros. Antes sólo sabíamos andar a través del esfuerzo y, si no hubiera esfuerzo, adormecíamos o nos quedaríamos sin modo y sin saber lo que hacer.

Ahora, tendremos una vida muy activa y eficaz usufructuando de un yugo suave, liviano y sin necesidad de que nos atormentemos y de que nos envolvamos en luchas contra el pecado para que estemos libres de aquello de que Cristo ya nos liberó y sólo y que simplemente nos envolviéramos de todo nuestro corazón en una vida nueva cuando ella se hace real. Pero, ese yugo suave ni nos vino a retirar de la responsabilidad de que andemos ahora que podemos andar sin que estemos encadenados. Andando para fuera de nuestro lugar habitual, de nuestra forma de vida encadenada que conocemos, nada tenemos para temer – simplemente nada – más ni para en hacerlos dudar siquiera. Esto es ser verdaderamente libres, libres hasta de nuestros prejuicios y conceptos, sean estos de doctrina o de pecado. Cristo no nos vino a bendecir en una vida de esclavitud, sino antes en una de libertad interior total y de limpieza incondicional entre otras cosas. Porque somos tentados, las situaciones y los caminos de la santidad se abren para que nosotros hallemos nuestro descanso en Cristo – descanso hasta de culpabilidad, pues muchos creen que se hacen santos culpándose y agrediéndose. Con eso, aprenden a defenderse también – es una consecuencia inevitable.

Para finalizar, yo creo que Cristo nos deja salir en libertad por nuestros pies, nos empuja a andar para fuera de la esclavitud sólo porque necesitamos inmenso de que así sea y de que acontezca inmediatamente la experiencia nueva de una vida nueva y desconocida – así que somos libres. Es como un caballo que necesita correr y saltar así que nace. Con esa actitud y con esa obediencia, entramos en una nueva experiencia que se graba en nosotros (dentro de nosotros muy profundamente) y se queda enraizada la vivencia de esa nueva experiencia. Haciendo, también aprendemos y en este caso grabamos en nosotros las líneas generales y concretas de la nueva vida en la cual penetramos y entramos a través de un camino muy estrecho para los dos lados, (pues este camino estrecha de igual modo de un lado y de otro también). Yo creo que, para quien conoce la verdad y la experimenta plenamente, una hora de obediencia incondicional y segura le enseñará mucho más que una semana de estudio. “Quién guarda (…) entenderá”, Sal.107:43.

Vamos a usar aquí una historia de Pedro para ejemplificar lo que se halla en mi corazón para compartir con vosotros hoy. Pedro fue prendido (hechos 12) y Santiago ya había sido prendido y muerto. Pedro estaba convencidísimo que iría a morir también o que la voluntad de Dios en su vida se iría a consumar, fuera ella cual fuera. Él amaba la voluntad de Dios y por esa razón dormía después de saber que Santiago había sido decapitado y después de hallarse preso y encadenado, siendo guardado por varios guardias romanos, los cuales se enorgullecían de ser cumplidores y fieles. Dios soltó las cadenas de Pedro y, porque estaba somnoliento, creyendo que iría a morir, ni tuvo la experiencia como real, pues se dio cuenta de su realidad sólo cuando se halló fuera de la prisión. Pero, ni por eso dejó de ser obediente cuando le fue dicho que se levantase y que saliera por el medio de los guardias. Por haber obedecido, por haber salido sin dudas, llegando allá fuera, la verdad y la realidad de lo que le aconteció se quedó grabado en su íntimo y exclamó “¡Dios me liberó!” Ni por esa razón se quedó muy admirado con aquello que le aconteció, aún quedándose muy alegre.

Su pensamiento se volvió, entonces, no para el hecho de estar libre ya, pero para lo que tendría que hacer estando libre. La realidad de la obra de Dios en libertad se apoderó de él de nuevo y fue Pedro quién se obligó a él mismo a aceptar la realidad para la cual fue llamado anteriormente y de la cual ya se había descartado. Probablemente, Pedro se había preparado para morir y tendría que sacudir esa idea de sí y asumir la realidad de la voluntad de Dios para él a partir de entonces. Las Escrituras dicen que “hay un tiempo para morir” y no era lo de Pedro y él aceptó eso de Dios también, aunque la idea del cielo le fuera atractiva. Lo que quiero subrayar aquí, es la forma como Pedro se colocó o se recolocó dentro de una realidad de libertad porque estaba realmente libre. La realidad de la verdad se apoderó de él y fue a vivir la vida de obediencia fuera de su lugar de aprisionamiento. Llamó a sí todas sus facultades y su paz se volvió para la obra delante de sí y salió de la prisión con él.

Obedeciendo al ángel y a la palabra que le parecía sólo una visión, consiguió hallarse en una situación de que se pueda y de que se tenga convencer de la realidad de su nueva experiencia y situación. Obedeciendo, él entendió.

Dios desata y desabrocha el nudo que el pecado hizo en las cuerdas y en las corrientes que nos prenden. Esas corrientes se caen de nuestros pies y manos y nos quedamos desatados y necesitamos aprender a vivir y a convivir sin ellas del mismo modo que antes aprendemos a vivir y a convivir con ellas. Ese acto de andar y salir se grabará en nuestro ser como es andar en libertad y nos enseñará la normalidad de lo que nos está aconteciendo, por muy increíble que eso pueda parecer a cualquier pecador. Será como un ciego que nunca vio nada y aprendió a palpar su camino y que ahora necesita cambiar sus hábitos porque ya ve y se readapta a una realidad que nunca conoció ni experimentó antes, o que imaginó demasiado errado para poder aprender de la manera correcta.

Necesita vivir esa vida sin ser hallado a perder su tiempo luchando contra una ceguera que ya ni existe más en él. Obedeciendo, él entenderá. Aunque ver haya sido el blanco del ciego, el blanco que Dios tiene para él es vivir una vida de viviente normal después de ver y no descansar porque ya ve, porque ya alcanzó su objetivo. Por eso, es por lo que muchos se desvían después de que alcancen la boda, el empleo o la liberación que tanto desearon y la cual Dios les dio. Fue esto que Cristo quiso decir cuando afirmó, también, “Si alguien quisiera hacer la voluntad de Dios (y no sólo que quiera alcanzarla o saber de ella), hay de saber…” Juan 7:17. Amén.

José Mateus
zemateus@msn.com