LA ESTRECHA RELACIÓN ENTRE LA ORACIÓN Y LA ESPERANZA

 

¿Qué significa la palabra "esperar"? ¿De dónde viene? ¿Para donde va, porque razón se espera? ¿Con que expectativa se espera?

Sabemos que Dios no se atrasa. ¿Por qué tenemos que esperar entonces? ¿Qué es esto de esperar en Dios? Es ni más ni menos que un esperar de expectativa, de aguardar cosas, de certezas fijas, no un esperar de tiempo. "Ahora vemos por un espejo,  oscuramente;  mas entonces veremos cara a cara.  Ahora conozco en parte;  pero entonces conoceré como fui conocido", 1 Cor.13:12. Cualquier mujer embarazada sabe que su tiempo llegará, para bien o para mal - no tiene como verse libre de esa expectativa. Eso es esperar un niño, como seria para un creyente esperar en Dios.

Así serán los creyentes renovados. Y, también sea con aquellos que se embarazan del mundo: todos saben lo que los espera, aunque nunca lo reconozcan por miedo, por superstición o aún por el egoísmo de la alegría que van a poder usufructuar cuando viniera. La única diferencia entre un embarazo y aquello que vamos a discutir aquí de forma muy resumida, es que en el embarazo se sabe el día - en aquello que vamos a discutir y sólo muy pocas veces sabemos cuál es el momento en que llegará. De resto, se sabe y se siente que se tiene algo en nosotros mismos que se mueve pero que no se controla y que, a partir de cierto momento, ya no nos pasa desapercibido. Es así la esperanza viva, de la cual quiero hablar - no de la otra que es falsa y es de aquellos caminos que parecen correctos al hombre pero cuyo fin es la muerte eterna y eternamente justa, Prov.16:25.

Pues que, este esperar de expectativa, implica e incluye aquel esperar en el tiempo. Pero, no es este el sentido de la verdad sobre este asunto. Esperando en expectativa segura, implica que la persona sepa lo que espera por encima de cuando, más que el tiempo, lo sabe que recibir y de Quién. Por esa razón puede optar por ser fiel en otras cosas, pues sabe que las principales están para llegar a cualquier momento. Si una mujer embarazada hace algo en su día a día, otros quehaceres, eso no impide que el niño venga al mundo. En la vida de un creyente todo pasa igual. Sabe que quien promete es fiel no sólo porque cree, porque conoce a la persona en quien cree personalmente y de manera real y realista y no porque cree de forma simple. Su fe tiene fundamento como prueba suficiente. El creyente es una persona embarazada de Cristo y de Su voluntad. Si no lo es, necesita limpiarse, es decir, si el embarazo no es real.

Es esa la razón de su seguridad: "porque yo sé en quien he creído y estoy correcto de que Él es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día. Por esta razón sufro también estas cosas, pero no me avergüenzo”, 2Tim.1:12. Este esperar es nada más que esperar de Dios en Dios. No implica que no se espera durante determinado tiempo, (queriendo entonces desistir si ese cierto tiempo que a sí mismo propuso que ya hubiera pasado), pero que se espera de Dios de forma segura y firme, llueva o haga sol, tarde o no. No es una cuestión de tiempo, pero del óleo de la certeza, de la vida que ella tiene en ella misma. Si viniera ya, es igual a si no viniera ya, tal será la confianza de quien Lo conoce realmente. Y las pruebas y tribulaciones que prueban, no nos permitirán vanidades, pues cualquier fingimiento de fe, se descalzará de nuestros pies y el creyente saldrá sin sus pretensiones vanas si la presencia de Dios le sea real. Por esa razón, "por muchas tribulaciones nos es necesario entrar en el reino de Dios", Hechos 14:22.

Cuando la dádiva viene, la persona no se manifiesta demasiado, tal como una madre cuando le nace un hijo, tal era la certeza no engañosa que tenía sobre la conclusión de aquello que le fue prometido por Quien cumple todo milimétricamente hasta al fin. Quien se entusiasma sin razón de ser en momentos así, no está errado, pero era incrédulo. Es por esa razón que las personas exclaman palabras con "yo no creo" cuando algo de bueno les acontece. Es de esta forma de expectativa que quiero aquí hablar, de la Esperanza que viene descrita en las Escrituras, la cual dice “Lo creo” cuando se concretiza – no era sorpresa, aunque sea agradable. Él viene, ese es la certeza de cualquier fiel, la verdad por la cual se conduce, aunque puedan ser las palabras de muchos que no saben siquiera lo que dicen. Es verdad que la razón de las muchas tribulaciones y persecuciones tendrán una vertiente satánica de persecución real a la cual no tendremos como escapar. Pero, al mismo tiempo, tal cosa no nos permite andar fingiendo.

La razón porque quiero hablar sobre esto, es que Las Escrituras hablan mucho sobre "esperar en Dios" como si de algo indispensable se tratara. Descubrí, entonces, que no es aquel esperar que conocemos, pero sí aquel que es esperar a Él – el Justo y fiel. ¡Se dice esperar “en el Señor” sólo porque es enteramente hecho en Espíritu, con la fuerza de la certeza de la alegría que no disimula pero es siempre viva y real - que no engaña! "Y la esperanza no engaña, por cuanto el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por Espíritu Santo que nos fue dado", Rom.5:5. Nadie tiene como obtener este tipo de capacidad sobrenatural, pero real, a no ser que sea verdadera, efectiva (permanente y fundamentadamente viviente), la cual existe por haber sido dada y sin otros realces de cualquier género.

Para tener cómo describir aquello que quema como fuego en mí, quiero usar las palabras que el Señor usa sobre la verdadera y única fe, para transponer el espíritu semejante sobre la esperanza, visto que, junto con el amor que es derramado en nosotros - y nunca otro - es de las cosas que funcionan del mismo modo, prevalecen a través de la misma fuerza y proviene de aquella Vida (que es Cristo en nosotros de forma real y viviente), es decir conociendo y habiendo conocido al Padre como Él es, rechazando la idea de cómo lo imaginamos y de cómo oímos de Él. Es decir, la Vida Eterna, constante y permanente y que comienza aquí dentro de nosotros de forma palpable y real, que ahora comienza y nunca más acaba. De ahí que leemos sobre "la vida que ahora es", o "los días del Cielo sobre la Tierra", o "así en la tierra como en el Cielo". También extraemos luz sobre esto en aquellas famosas palabras del Señor Jesús: "y la Vida Eterna es esta: que te conozcan a Ti … y a Jesús…", Juan 17:3.

Se nota que esta Vida de plenitud se experimenta ya y ahora, antes de la muerte, pero no de aquella vida que gustaríamos que fuera. Vida para nosotros son los quehaceres y ocupaciones, pero para Dios son una esencia nuclear de todo aquello que hacemos, de Él mismo, Vida en forma líquida y realmente caliente y calentada con la alegría que le es debida para gloria de Dios. Por eso, leemos de los discípulos de Emaús que "dijeron uno al otro: Posiblemente no se nos quemaba el corazón, cuando por el camino nos hablaba y ¿cuándo nos abría las Escrituras?" Luc.24:32.

Por esa razón leemos en Pedro mucho sobre "esperanza viva" y en las cartas de Pablo sobre "esta esperanza no engaña, pues tenemos derramado en nosotros el amor de Dios". Pero volviendo a las palabras del Señor Jesús que quería usar para transcribir para papel un poco de aquello que hervía en mi espíritu, leemos en Juan 5:24 "En verdad, en verdad os digo que quien oye mi palabra y cree en aquel que me envió, tiene la vida eterna y no entra en juicio, pero ya pasó de la muerte para la vida". Parece hasta que antes de creerse ya se pasó para el lado de la vida y por eso cree, por que nos hagamos limpios a través de la vida que hay en Él. La persona cree porque tiene la vida eterna dentro de él y no tiene la vida eterna porque cree. Jesús dijo, "Quien puede creer...", Marc.9:23. Por eso leemos palabras como "Arrepentíos, pues, y convertíos, para que (.) de suerte que vengan los tiempos de refrigerio, de la presencia del Señor", Hechos 3:19. Y también "Arrepentíos y creed" y no creed y arrepentíos, Marc.1:15.

También leemos la otra cara de la misma moneda en Juan 3:15 "para que todo aquel que en él cree tenga la vida eterna". Hay quien cree porque tiene aquella vida en sí mismo, no engañándose a sí mismo siquiera, pues hay también quién quiera creer sin tener. Su mandamiento es la Vida Eterna y no la fe, pues leemos de su propia boca que "Y sé que su mandamiento es vida eterna. Aquello, pues, que yo hablo, lo hablo exactamente como el Padre me ordenó (¡o va ordenando!)", Juan 12:50. Esto quiere decir que tenemos que creer teniendo vida que nos lleva y hace creer, "habiendo quebrado la barrera de separación entre nosotros en Dios y habiendo tachado el escrito de deuda que había contra nosotros en sus ordenanzas, lo cual nos era contrario, lo removió del medio de nosotros, clavándolo en la cruz", Col.2:14.

No teniendo como no creer, a partir de ahí, entendemos la que se referían a los apóstoles con aquellas singulares palabras en Hechos5:29: "Respondiendo, dijeron: Importa antes obedecer a Dios que a los hombres" como si nada tuvieran porque y como no poder hacerlo. Recordémonos que eran estas las personas que huyeron, uno de ellos desnudo, cuando fueron probados por la muerte del Señor, en la cual Él se quedó sólo. ¿Qué los transformó así tanto, siendo osados ante peores amenazas de muerte? Parece que ya ni eran las mismas personas.

Ahora, está explicado un poco sobre la fe. Leemos que existen estas tres cosas: esperanza, fe y amor, 1Cor.13:13. De igual manera que funciona la fe, así es la esperanza: no existe forma de no poder esperar con esta esperanza viva en nosotros, en el lugar del entero galardón estando la garantía en forma viva y líquida dentro de nosotros: "juzgad vosotros mismos, si nos es lícito obedecer a los hombres o antes que a Dios"; ¡esperanza caliente y completa y sin emociones extrañas, de aquellas emociones que se hallan cuando saltamos para el corral sin entrar por la puerta de la limpieza total e incondicional! Se puede decir que se cree porque se vive o se vive porque se cree, pero yo sólo quiero decir que es real y viva. Es esta la misma manera con que quiero aquí lidiar con la esperanza, pues si ella es antes o después de entrar vida en nosotros, real y santa, no tiene como ser explicado aún, pero es viva y hace vivir sólo, pues es un simple garantía real de aquello que nos hace realmente exclamar "Abba Padre".

Existen muchas razones porque esperamos - muchas más porque esperamos así, a través de la fuerza de la alegría de la realidad de las cosas eternas ya dentro de nosotros mismos. Esperamos porque aún no nos encontramos purificados - no por eso dejamos de poder esperar de forma viva, pues leemos en 1 Juan 3:3, "Y todo lo que en él tiene esta esperanza, se purifica a sí mismo, así como él es puro". Acabando el tiempo de purificarse, tendrá que presentarse para prestar cuentas a Quienes multiplica la garantía en Vida real y transformadora, aquel fruto que genera semillas para que gestiona más frutos aún. Aquel fruto que es "dominio propio" sin dejar de ser un fruto del Espíritu siquiera sólo porque es propio y auto conducido, pero nunca auto producido.

¡Aquella esperanza que es cosa muy nuestra pero es fruto del Espíritu en nosotros - somos nosotros que la hacemos y la administramos pero teniéndola realmente! Parece hasta que es una contradicción, de tan difícil explicación será esta cosa de "Yo en vosotros y vosotros en Mí". Es una alianza real de la cual no se sabe donde comienza nuestra parte y la de Dios en nosotros, unión tan distinta que no se sabe nunca donde acaba uno y comienza el otro. Tal es la "comunión de los santos". ¿Cómo, de otra manera, será "dominio propio" fruto del Espíritu si es dominio propio?

¡Pero, se siente y sabemos que esta esperanza es realmente viva, pues se mueve dentro de todos nosotros cuando está allá - si la tenemos, si nuestro embarazo no es falso! Un embarazo real y verdadero no tiene como venir a ser impedido naturalmente, ni el nacimiento. Es de eso que tiene que acordarse quién tiene cómo ESPERAR en Dios - hay aquellos que no tienen como, sin embargo intentan tenerla aún así, constituyéndose así ladrones y salteadores de preciosas perlas a las cuáles no tendrán acceso siquiera por que se hayan separado de la vida por el amor a otro, hombre, mujer, padre, madre, hijo o sólo pecado.

Por esa razón saltan por el muro para que entren en el aprisco de las ovejas. La esperanza que no es, no tiene como ser viva y es falsa. Estos serán entregados al verdugo para que sean tirados de donde están para fuera, para donde habrá llanto eterno y rugir de dientes - donde su bicho de mentira no muere nunca más. ¿Usted es creyente? ¿Predica la palabra? ¿Llama Señor al Señor Jesús? Pero, si esta esperanza es muerta, si son meras palabras sin ninguna evidencia real, sólo de boca y de los deseos más o menos profundos que aún nutre agarrándose aún al pecado que separa siempre de Dios, necesita arreglarse con Dios.

Los pecadores que continúen en sus pecados tendrán todo en medida multiplicada y recalcada, todo aquello a que se entregaron aquí en la tierra en tiempo de sofoco mentiroso para que se aprovechen de sus mentiras e ilusiones, esperando en ellas como si de algo real y bonito se tratara.

La hipocresía multiplicada en términos eternos será la eternidad en las densas tinieblas. Quisieron y desearon sus tinieblas porque de medias luces se trataba, aún, pues no creían que se transformaría en algo más denso que las tinieblas, que Dios era el tal amor de su cabecita hueca, engañándose a sí mismos para que no tuvieran que resolverse y decidir por la plenitud de los tiempos, por el fruto real y maduro de la luz que tiene como levadura aún no leudada, aquellas armas de la verdad y de la luz, de que seamos verdaderos y no falsos sobre aquello que se pasa realmente en cada uno de nosotros - ¡siempre! Cuando reconocemos, leudamos para aquello que debemos conocer sólo: Él, la vida Eterna en forma líquida y personal, (pero que ni por eso deja de ser real sólo porque existe uno de lo cuál nos sugerimos y nos aconsejamos con frecuencia, con aquel Jesús de nuestras cabezas, de nuestras oraciones muertas y de muchas palabras bonitas adornadas con lágrimas y versículos egoístas, para que parezcan verdaderas y vivas cuando no son) Él es quién nos da esta esperanza como embarazo.

Emoción pasa por vida hoy, porque se perdió la esencia de todas las cosas: Cristo en forma real entre nosotros, la esencia de aquella esperanza también en la oración, que no será por casualidad que se llama Emanuel. Las palabras "mi alegría os doy, no como el mundo la da", se perdieron en nuestras fantasías por cambio de fábulas y fachadas emocionales. ¡Hasta parece que Cristo necesita ser imitado, tragado, como si no fuera real! ¿Será que Dios no se manifiesta por Él más? ¿"No existe Dios en Israel"? ¿Necesitamos de falsos para que lo prediquen?

Si Él no estuviera de verdad presente, nada afirme que lo lleve a creer que está, pues es así que muere la esperanza - el primer paso en favor de una esperanza muy propia es negar a la real - abriendo siempre camino para la deshonestidad espiritual que nos lleva a mentir hasta a nosotros mismos, abriendo la zanja por donde se derramarán lágrimas no aceptadas en un altar santo, donde sus muchas oraciones repetitivas serán nada más nada menos que fuego igual aquel que los hijos de Aarón usaron después de que han sido hechos sacerdotes. Su fin fue peor y más vergonzoso que lo de aquellos que murieron bajo los muchos muros de Jericó.

Será fingiendo que se rechaza el real.

Sólo porque se puede purificar quién tiene esa esperanza, eso nunca puede dar derechos falsos de hallarse en el deber de pensar que ya está puro por esforzarse y forzar a ser creyente como si Dios fuera comprado a intercambio de una fe así, como si Él fuera infiel igual a los falsos. ¡Hay quien desista antes del tiempo correcto, si es que existe algún tiempo correcto de desistirse, a no ser que sea de nosotros mismos! Hay también los que creen sin ser a través y a causa de aquella vida que salta hacia la Vida. Hay que creer en la verdad y no en la irrealidad. Hay que rechazar nuestra forma de vivir engañados, la "propia vida" como Cristo la llama, aquella que nos es propia, que mucho nos caracteriza creyendo. Todo que fuera "vida propia" es execrable y diabólico.

Pero, si la mala conciencia nos trae naufragio en la fe, (y no a la fe, como muchos piensan será, pues somos nosotros que naufragamos en una fe falsa - en la fe mientras creemos – y no es la fe que naufraga), (1 Tim.1:19), imagínese si la esperanza se mantendrá firme y verdadera habiendo lo que nos separe de la Vida Constante, de aquella sin altos y bajos, que es el Santo que es Espíritu que es y siempre será Vida sin fin. Esta esperanza salta, hierve para la vida y no tiene ni cómo ni porque ser clonada. Quién la imita, transfigura o la transforma en algo que no tiene como ser, se constituye reo del justo juicio eterno, pues usa fuego extraño para encender el altar del sacrificio del incienso que se quiere que sea un olor suave al Señor y nunca un repulsivo. Es de notarse que Dios no vomita a los impíos de su boca para afuera, pero a los hipócritas y a tibios lo hace con el mayor de los placeres, como si tuviera que aliviarse de algo que le trastorna aquel estómago santo que no soporta impurezas en él - ¡antes inmediatamente las detecta para mal de quien es tibio, que no es ni frío ni caliente!

Profundicemos un poco más lo que es esto de esperar en Dios entonces. No es un esperar de tiempo mismo aunque que en él esté implícito tal cosa que hace con que sol y luna se muevan en las horas correctas para la gloria de Dios. Es un esperar de hervir de y en expectativa muy alegre porque sabemos - conocemos - que no seremos defraudados debido a su simplicidad y seguridad eternamente constante y viva. Hay algo en nosotros, de Dios, creado por Él y para Él, que salta de alegría como Juan el Bautista lo hizo aún antes de ser gente dentro de la barriga de su madre. Fue eso y no sólo, que hizo a Elisabeth profetizar, pues el Espíritu Santo que se movió con el hijo de ella dentro de la barriga consolada de su infertilidad anterior, fue lo mismo que se apoderó de tal forma de su corazón, también, que no tenía como no ser ella misma en aquella profecía, siendo ella como era y quién era y no otra fingida e inexistente. Fue ella que profetizó, no estaba "poseída".

Las madres saben si los hijos se mueven - los otros imaginan. ¡Así es aquello que estoy intentando explicar - no imagine, embarace e inmediatamente verá como es! ¡Crea e inmediatamente verá como es también! La madre siente el peso de su hijo en franco crecimiento dentro de ella - los otros imaginan. No tiene como impedir ni tampoco como dudar de su nacimiento, aún no sabiendo en cual día será. ¡No se admira que Pablo no consiguiera arreglar palabras mejores para aquello que pasaba dentro de él a lo que se refiera a los Gálatas: "por quien tengo dolores de parto nuevamente!" De la misma forma que la madre siente el peso de su hijo, así un profeta con El Espíritu que es Santo y no otro, en sí, siente el peso dentro que es liviano como un yugo del Nuevo Testamento. De ahí que leemos en varios profetas, "peso del Señor" cuando tenían algo a decir de Dios por Dios.

Este esperar es entonces una realidad, un misterio que parece cosa nuestra pero no es - es santa. Como la madre embarazada piensa que su hijo es parte de su cuerpo sin serlo, así es el peso del Senõr en nosotros. Todo aquello que es santo parece siempre ser cosa nuestra, no siendo. Como cuida de ella, creyente, ¿qué hace con los pesos, las esperanzas que no engañan dentro de sí? Y ¿qué hace con las que engañan, aunque se basen en verdades bíblicas pero sin ninguna vida real en ellas por haber pecado entre Dios y sí mismo? ¿Si su esperanza es falsa y aprendida teóricamente, porque razón se engaña a sí aún mismo? ¿Qué ganará con eso? ¿Qué pretende aún para sí mismo? ¿Qué se eleve a los Cielos en el lugar de Dios?

Si viene a Dios de verdad, su corazón nunca es anulado, pero sí transformado y usado. Nuestras verdades vuelven incoherencias por el pecado, tal como Adán y Eva dejaron de ser santos dentro del mismo cuerpo con que fueron revestidos con la imagen de Dios. Nuestras mentiras vuelven en cosas coherentes si hallamos la Vida Eterna en nosotros, de forma real e inimitable. Pero también permanecen hablando en Dios si permanecen falsas.

Digo también, que un hombre santo es siempre como una mujer bella, la cual un loco sexual, el diablo, siempre codicia. No existe mayor triunfo, mejor arma para el diablo en sus intentos que alguien que se desvió y era santo. Sobre esto escribiré aún cuando pronunciarme sobre herejías, sus fuentes santas y verdaderas, juntamente con su doble poder de destruir. Ahora vamos a penetrar en aquello que nos trajo hasta aquí: esperar de esperanza.

¿Pensaba que sólo con fe se debe mantener quien ora y recibe? ¿Cómo podrá alguien desconectar la fe viva de la esperanza y del amor que en nosotros es derramado verdaderamente y sin fingimiento para que todo sea real y en forma de fuego vivo, como hicieron los hijos de Aarón cuando cambiaron el fuego que se debe traer al altar, (cayendo muertos de seguida)? ¡Sólo separa la fe de la esperanza quien las tiene falsas, como se separa amor de Dios, llamando al sexo de "HACER EL AMOR"! Nadie puede separar el amor de Dios y Dios del amor. ¡Donde no esté Dios no está el amor - ni donde hay promesas que se "amarán para siempre"!

Por encima de todo, esperar como viene definido en términos de santidad, es tan sólo una expectativa fuerte, seria y pacíficamente alegre y constante, la cual nunca se altera por las emociones, pero antes permanece como roca firme. Sabemos que esta alegría no nos deja dormir por el pecado, no nos alerta para el hecho de que estemos cansados cuando estamos a ser usados por Dios en persona - y la esperanza también - pues, nos permite entrar en el mundo del conocimiento de las cosas reales e invisibles proféticamente, como el propio Dios las conoce. Tomamos conocimiento de las cosas y sabemos cómo y porqué irán a acontecer, variando sólo de don para don, si estos fueran realmente de Dios. Las personas saben cuando aman así.

Quiero usar una ilustración fuera del contexto de esta realidad, que no se ensambla en las características de las cosas de que hablo aquí, pero que le sirve de ilustración fiel. Estuve más de diez años sin ver a mis familiares debido a aquella guerra en Angola. Un bello día se proporcionó estar dentro de aquella voluntad firme de Dios yo venir hacia Portugal. Telefoneé a mi madre y le dije que venía pero no le dije cual era el día en que llegaría, por no haber marcado el vuelo aún. Le dijo "madre ahora sí, es de la voluntad de Dios que yo vaya hacia Portugal; si Dios quisiera antes de la Navidad aún llego ahí, pero no voy a telefonear más para decir cuando. Después os hago una sorpresa. Hasta luego". Pero, la sorpresa nunca llegó a resultar porque, para sorpresa mía, el día que llegué la casa, oí a mi madre decir que sabía que yo llegaría aquel día. Muy admirado pregunté tanto a ella como a otros como es que sabía, pues no había dicho nada a nadie. Dijeron que ella se despertó a saber que llegaría aquel día y que no salieran porque podía darse el caso de que no tuviera cómo entrar en casa cuando llegara.

Esto sirve de ilustración para transmitir aquello que quiero compartir con vosotros del fondo de mi corazón. Es que las madres saben tal como los gemelos, lo que se pasa con quienes aman. Pero, mucho más quien tiene la plenitud del Espíritu de Dios tiene como y porque saber las cosas de Dios. Será por esa razón que leemos donde Pablo dice "Si alguien se considera profeta, o espiritual, reconozca que las cosas que os escribo son mandamientos del Señor", 1Cor.14:37, como si fuera deber fácil y de fácil acceso, una manera accesible de saber de las cosas de Dios, incluyendo su voluntad para nosotros.

Pero, será preciso que todo el corazón de la persona sea espiritual, pues puede venir a ser engañada fácilmente. Es por esta razón que leemos de Pablo que "y la esperanza no decepciona, (no deja engañado) por cuanto el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por Espíritu Santo que nos fue dado", Rom.5:5. Y, "…según mi ardiente expectativa y esperanza, de que en nada seré confundido", Fil.1:20. De Pedro leemos que habla "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, según su gran misericordia, nos regeneró para una viva esperanza", 1Ped.1:3.

De Pablo otra vez: "A quién Dios quiso hacer conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria", Col.1:27; "acordándonos sin cesar de vuestra obra de fe, de vuestro trabajo de amor y de vuestra firmeza de esperanza en nuestro Señor Jesucristo, delante de nuestro Dios y Padre", 1Tes.1:3; "No queremos, sin embargo, hermanos, que seáis ignorantes acerca de los que ya duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza (expectativa)", 1Tes.4:13; "para que, por dos cosas inmutables, en las cuáles es imposible que Dios mienta, hayamos poderosa consolación, nosotros, los que nos refugiamos en lanzar mano de la esperanza propuesta", Heb.6:18. Aquí leemos que nos será necesario proponer que alcancemos esta cosa viva que es la esperanza que nunca engaña sin una pequeñísima sombra o margen para la duda, dependiendo de nuestra comunión y pureza con Dios sólo.

Y qué en adelante "retengamos firme la confesión de nuestra esperanza, porque fiel es aquel que hizo la promesa", Heb.10:23; "antes santificad en vuestros corazones a Cristo como Señor (¡que Él nos sea real!); y estad siempre preparados para responder con mansedumbre y temor a todo aquel que pediros la razón de la esperanza que hay en vosotros", 1Ped.3:15.

Nada tiene como imitar esto que pasa en lo más profundo de nuestro ser, rebosando hasta al más superficial pensamiento y cáscara de nuestra vida espiritual, de nuestra casa espiritual, del sacerdocio santo que somos nosotros por dentro y por fuera, si estuviéramos purificados por Él y no por nuestra propia cuenta; ¡por nuestra cuenta no tenemos porque reconocer nuestros pecados delante de más nadie que pueda afectar la imagen egoísta que queremos siempre dar de nosotros mismos! Se nota, entonces, que el impío no tiene acceso a esas armas de la luz porque ellas no engañan y cualquier impío sólo se familiariza con aquello que pueda engañar.

Existen, sin embargo, peligros reales apuntados directamente contra este edificio que se llama esperanza viva, donde se tiene cómo esperar de Dios. Él es fiel - de ese lado nada tendremos a temer; nosotros estamos a ser purificados, si es que ya no lo somos. Entonces, ¿que más nos podrá ocurrir? ¿Qué o quién nos podrá separar del amor de Dios, de aquel que nos es derramado de tal forma que permite que la esperanza sea viva e inmutable?

Pues veamos. Esta esperanza tiene como ser afectada por una persona sólo, ya que Dios no lo hará (a no ser afectar para bien, fortaleciendo en vez de enflaquecerla). El diablo tampoco, porque le fue retirado ese poder de mantener en las tinieblas. ¿Quién será esta persona, este monstruo que consigue perturbar aquello que ni Dios mueve para mal? No, no es el diablo, pero sí usted mismo, aquel vaso de la esperanza, donde esta cosa viva y saltante para la vida eterna, crece como una flor sin precio. Sólo usted, querido amigo, tiene como desviarse mirando para las circunstancias que lo llevan a Dios y no mirar hacia Dios.

No mirando las circunstancias, ni la profundidad, ni el hambre, ni el frío, ni el diablo, ni la familia, ni la muerte, ni la vida, nada nos podrá separar de este amor en Cristo, que es y siempre será real, líquido y rebosante. Es así que vuela alto como las águilas quienes tienen este tipo de esperanza rebosante en ellas mismas, será así que renuevan sus fuerzas volando por encima de cualquier fricción y roce, volando bien alto donde nadie llega. Y si la sociedad, la asociación fuera perfecta, potencialmente perfeccionada en el día a día, nada podrá afectar la esperanza viva y viviente en nosotros. Pero, Dios espera de todos nosotros que mantengamos esta esperanza viva en nosotros mismos, manteniéndonos libres de aquellos pecados que hacen que nuestro aceite escasee en el momento en que menos debería escasear - cuando él llega y nuestro tiempo de espera terminó y nos hallamos dormitando y durmiendo profundamente en pecado.

Acordemos de las diez vírgenes y profundicemos porque estarían ellas con sueño en la hora de cansancio interior, como si Dios no cosechara donde no siembra, (pues en la hora de sueño se exige que se duerma - ¡excepto Dios, pues exige que nos despertemos!) Sabemos cómo las personas alegres no consiguen dormir ni descansar. Esta alegría que es nuestro aceite, nuestra fuerza - sólo nuestra, no pudiendo ser repartida con nadie – nos hace estar atentos y alegres en Su llegada. Hay quien se entristezca con ella, pues acaban allí todos sus placeres. Será allí donde una madre, de tanto amor, no sentirá aquella pérdida de un hijo impío, esto si ella estuviera sana en ella misma. Acordemos de Esaú que fue vomitado para siempre para lejos de las promesas de Dios, llegándose al punto de oírse de Dios "aborrecí a Esaú e hice de sus montes una desolación y di su herencia a los chacales del desierto", pues hay pecados para la muerte, Mal.1:3.

Será aquí, entonces, donde debemos precaver en cuidarnos y tratar bien a quien tiene poder en la mano de alejarse de Dios, es decir, nuestro propio corazón. Por esa razón leemos: "Guarda con toda la diligencia tu corazón, porque de él proceden las fuentes de la vida". Prov.4:23. Más, "El camino de los impíos es como la oscuridad: no saben ellos en que tropiezan. Hijo mío, atenta para mis palabras; inclina tu oído a mis instrucciones. No se aparten ellas de delante de tus ojos; guárdalas dentro de tu corazón, porque son vida para los que las encuentran y salud para todo su cuerpo. Guarda con toda la diligencia tu corazón, porque de él proceden las fuentes de la vida. Desvía de ti la malignidad de la boca y alarga de ti la perversidad de los labios. Diríjanse tus ojos para el frente y miren tus párpados directamente delante de ti. Pondera la vereda de tus pies y serán seguros todos tus caminos. No declines ni para la derecha ni para la izquierda; retira tu pie del mal", Prov.4:19-27.

Es de ahí que leemos el cumplimiento de la profecía en Is.32:1-5, "He ahí que reinará un rey con justicia y con rectitud gobernarán príncipes. Un varón servirá de refugio contra el viento y un refugio contra la tempestad, como arroyos de aguas en lugares secos y como la sombra de una gran peña en tierra sedienta. Los ojos de los que ven no se ofuscarán y los oídos de los que oyen escucharán. El corazón de los imprudentes entenderá el conocimiento y la lengua de los tartamudos estará lista para hablar distintamente. Al necio nunca más se llamará noble y del avaro nunca más se dirá que es generoso". Ya no se puede confiar en el hombre, pero en aquel en que Dios está de hecho, cuando consiga distinguir entre el justo y el impío de nuevo, Mal.3:18, debemos confiar.

Entonces, no se debe concentrar nuestras fuerzas y nuestro tiempo que ya es escaso, en distinguir si las cosa vienen de Dios o no, esto dentro de nosotros, pero sí en que seamos ovejas, pues son sus ovejas que oyen aquella voz mansa. Quien quiera perder tiempo en distinguir voces, no quiere perder en ser oveja, pues intenta que no se pierda manteniendo su pecado propio - sólo quiere tener como no estar perdido en su propio pecado. Quien se purifica, quien se vuelve oveja, no tiene como engañarse siquiera. Que se purifiquen los hombres, que no se predique sobre más nada en nuestras iglesias, de nuestros púlpitos, que no se enseñe el camino a los ciegos, pero sí a quienes abrió los ojos. ¡Los ciegos tienen siempre como decorar y aprender los caminos que les son dictados - las ovejas saben y ven el Camino, las veredas de sus pies; ellas ven el camino, no lo memorizan! "Pues aquel en quien no hay estas cosas es ciego, viendo solamente lo que está cerca, habiéndose olvidado de la purificación de sus antiguos pecados", 2Ped.1:9.

Si esta alegría que no nos deja dormir, si ella nos mantiene activos y diligentes en aquello que tenemos que hacer para el Señor, todo aquello que sabemos ser su voluntad, la que nos fue confiada antes de que nuestro Señor se "ausentara" para lejos, sabemos qué tipo de aceite deberían tener las diez vírgenes. Ese aceite no se compra, se obtiene siempre por la limpieza de nuestros corazones. Adviene de una comunión real con Dios. Adviene siempre de una humillación santa y nunca aparente sólo. Adviene de una limpieza de corazón tal que se ve a Dios en persona continuamente como Esteban lo vio, como Elías veía, en la presencia de quien siempre estaba, de tal forma que no se importunó con la presencia de un rey, haciéndole saber delante de quien estaba, por encima de todo. "Importa que agrademos a Dios y no a los hombres", sean estos reyes o señores, hijos o padres, pastores o mendigos.

"Bienaventurados los limpios de corazón, pues ellos verán a Dios", Mat.5:8. "Por eso conviene que atentemos más diligentemente para las cosas que oímos, para que en tiempo alguno nos desviemos de ellas. Pues si la palabra hablada por los ángeles permaneció firme y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidáramos tan grande salvación?" Heb.2:1-3. De inicio, ¡nunca confíe en el corazón que tiene, siquiera! Confíe en Dios.

En esta alegría verdadera es fácil que nos orientemos en las llamas de fuego que es nuestro Dios que habita sólo con los contritos de corazón, cerca de la sombra de la muerte, cerca de la media luz de las iglesias, en el mundo del trabajo y del robo, de hecho, en cualquier circunstancia, por encima de cualquiera duda - nada más ni nada menos que real y nada, pero nada mismo, tendrá el poder de molestar quién tiene esta pureza que será siempre una puerta abierta para la entrada fluida y continuada de aquel aceite que nos puede faltar en un momento dramático, de esta alegría sin par, tranquila, saludable y sin fin a la vista. Será aquí donde los creyentes deben vivir eternamente, de forma coherente con aquello que nunca más va a acabar hasta al día que pequen, donde y cuando ningún impío tendrá aquella paz en forma real y no fingida. Es así que "sabemos que nos oye en todo lo que pedimos, sabemos que ya alcanzamos las cosas que le hemos pedido", 1Juan 5:15. Será así que agradecemos sin fingimientos cuando aún pedimos.

Es así que nos responderá hasta antes de que hablemos, por la esperanza que hay en nosotros mismos y no engaña nunca. Es así que el aceite no se acaba. Es así que creemos que recibimos hasta antes del pedido haberse hecho visible. Es de aquí que nació la herejía que dice "cree que tienes y tendrás" de las iglesias ultrajadas en el mal. "Por eso os digo que todo lo que pidáis en oración, creed que lo recibís y lo tendréis", Marc.11:24. Hay siempre quien nunca pueda creer así e intente, haciéndose transgresor de cosas santas, usando fuego impuro en aquel altar de incienso que nunca debe ser corrompido por nadie, pues ni los sacerdotes se quedarán impunes. Son sólo los sacerdotes que usan este fuego, sólo porque será de ellos que Dios espera que no fingieran. No es a causa del sacerdote, pero a causa de quien nunca finge: Dios.

"Espera tú por el Señor; anímate y fortalece tu corazón; espera, pues, por el Señor", Sal.27:14. "Espera en el Señor y sigue su camino y él te exaltará para que heredes la tierra; tú lo verás cuando los impíos sean exterminados. Descansa en el Señor y espera en él; no te enfades a causa de aquel que prospera en su camino, a causa del hombre que ejecuta malos designios", Sal.37:4-7. "A aquel que bien ordena su camino yo le mostraré la salvación de Dios", la lamparita como el aceite, Sal.50:23. "Este es el descanso, dad descanso al cansado; y este es el refrigerio; pero no quisieron oír", Is.28:12. "Ahora, pues, permanece … la esperanza …", 1Cor.13:13. Esta esperanza es algo que permanece y nunca tiembla con nada. ¿La suya es de aquellas que tiene como permanecer? ¿Tiene como esperar en Dios, meses, años, eternidades con fin? Quién tiene a Dios puede todo, hasta creer y esperar así, sabiendo que todo inmediatamente acaba. Amén.