Pedí a Dios toda la paciencia…

Comencé a pedir y Él me dijo que no, porque la paciencia sería producto

de todo tipo de tribulación y que si yo pidiera la tribulación es obvio que me daría la paciencia…

Pedí a Dios felicidad e inmediatamente me dijo que no…

Él dijo que me daría las bendiciones y que mi felicidad en ellas dependería de lo que yo hiciera….

Si las amara, sería feliz, pero si no las deseara conforme eran, sería infeliz.

Pedí, entonces, que me ahorrara del dolor, que evitara el sufrimiento en mi vida…

Respondió que tampoco podría hacer tal cosa….

“Es que”, dijo, “es en tu sufrimiento que te acercas a Mí, pues de él depende toda tu vida –

¿cómo vendrías a Mí entonces?”.

Pedí a Dios, entonces, que mi espíritu se hiciera maduro y evolucionado….

Respondió que tampoco, pues, dijo Él, que tendría que crecer sólo para que

Él tuviera cómo podarme para fructificar....

Pedí entonces para permitirme gozar las cosas de esta vida, a lo que

Él respondió que me daba vida para gozar la tierra y el cielo y que era algo

imposible de ser atendido por esa razón.

Me daba vida para gozar las cosas y no cosas para gozar la vida.

Pedí, finalmente para enseñarme a amar a mi prójimo como Él los amaba…

a lo que Él me respondió sin dudar: “¡Ahora sí, entendiste bien de lo que se trata! Recibirás

amor como premio para distribuir por los otros aún…”