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CUANDO JUZGAMOS

 

CS: Y ¿porque razón le cuesta tanto a uno quedarse sin pecar?

CL: Por varios motivos. Pero, en su esencia, eso sería cómo preguntar por qué razón es tan difícil que te quedes seco cuando no quieres salir de adentro de tu piscina.

CS: ¿Cómo así?

CL: Pablo dijo que estaba crucificado para el mundo y el mundo para él. Él estaba fuera del mundo y el mundo fuera de él. Juan dijo, hablando de los hijos de Dios, que ellos no son del mundo (que ya no se encuentran en la piscina). Si salieras de tu piscina preferida, conseguirás secarte del agua del pecado. Fuera de la piscina dirás que es difícil que te mojes tal y cual dentro de ella afirmarás que es difícil que te seques. Si participáramos de las cosas del mundo, diremos que es imposible que dejemos de pecar. Pero, saliendo del mundo por el Camino correcto, dirás como Juan: “Pero, TODO aquel que es nacido de Dios, no peca porque su semilla está en él”.

CS: Y, ¿porque razón existen personas que dejan de asistir a las novelas y así no consiguen quedarse sin pecar?

CL: Por varias razones, también. O su cabeza aún se quedó dentro de la piscina y mira hacia atrás como hizo la mujer de Lot; o, entonces, no se limpió y no confesó todos sus pecados y eso impide una intimidad con Dios. Cuando las personas dejan las cosas del mundo sin que estén limpias de verdad, se quedan con tendencias extrañas para el fanatismo. Y, también, como no tienen luz, comienzan a inventar leyes extrañas para mantener sus posiciones como los Corintios hacían. Algunos inventan leyes de cortar cabello o no cortar y arreglan y arreglan adversarios que mantengan la discusión animada. Cuando la discusión está ardiendo, nadie puede mantener la predicación fija en Cristo porque están ocupados con discusiones. Es eso lo que Pablo quiere afirmar, cuando dice que “de las cuáles cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo afirman”, 1Timoteo 1:6-7.

CS: ¿Porque razón eso acontece?

CL: Eso acontece porque las personas no se limpian de todos sus pecados, de todos los fingimientos, de actitudes, de comportamientos y otras cosas más. Es como Pablo dice antes de esos versículos, “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio y de buena conciencia y de fe no fingida, de las cuáles cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo afirman”, 1Timoteo 1:6-7”, Todos los pecados que no se limpian, se hacen tropiezos escondidos en el futuro, de un modo o de otro.

CS: Entiendo.

CL: La persona que tropieza, no sabe en que tropezó y no conseguirá adivinar porque tropezó. Sólo alguien que consiga hablar con Dios descubrirá porque razón ciertas personas no consiguen parar de pecar. “el sacerdote y el profeta erraron (…) erraron el la visión, tropezaron en el juicio.”. “Palpamos la pared como ciegos; y andamos a tientas como sin ojos; tropezamos a mediodía como de noche, estamos en lugares oscuros como muertos”, Isaías 59:10. Es muy extraño que andemos palpando paredes para que andemos cuando tenemos la luz del sol para que veamos todo muy claramente.

CS: Lo que me hablas tiene sentido, pero no estoy viendo como es que alguien puede parar de pecar. Para mí son sólo palabras muy bonitas.

CL: Sólo no ve quien no quiere. No estoy diciendo que es fácil – pero que es necesario, allá eso es.

CS: ¿Estas a juzgarme nuevamente diciendo que no quiero ver?

CL: No, no estoy. Y, aunque estuviera, sería como un médico diagnosticando la enfermedad que quiere curar.

CS: Tú me sorprendes con cada palabra que hablas. Mi pastor siempre dijo (y confirmó leyendo de la Biblia) que no podemos juzgar. Tú estás arreglando la manera de justificar el hecho de que me estés juzgando.

CL: Ya no hablabas de tu pastor, para que te justifiques, hace mucho tiempo. ¡Hasta ya me había olvidado de él!

CS: Existen cosas que él me dijo que me cayeron bien. Me gustó mucho cuando él me dijo que es pecado juzgar. Desde entonces, intento no juzgar nadie e intento no permitir que me juzguen.

CL: El pecado, como ilusión que es, construyó barreras, fortalezas y barricadas a través de las cuáles se defiende y se mantiene. Una de esas defensas es afirmar que no podemos juzgar. Pero, en otras partes de la Biblia, leemos que “Dios ama el juicio”; “juzguen con recto juicio”; “Porque no juzgáis vosotros...”; Isaías 61:8; 1 Corintios 5:12.

CS: Y ¿porque razón Jesús dijo que, quien juzgara, sería juzgado?

CL: Jesús dijo eso, sí. Pero, Él no dijo que quien juzgara sería condenado – dijo que sería juzgado. En cualquier caso, todos nosotros seremos juzgados de todas maneras, quiere que juzguemos a alguien o no. Y, también, no puedes aprovecharte de esas palabras de Jesús para vivir en paz dentro de tu piscina de pecados, para que encuentres justificación para nunca salir de ella. Pablo también dijo en Romanos 2 que, aquel que juzga, tiene los pecados que ve en los otros (cuando juzga apenas).

CS: Por favor, explícame mejor porque no consigo entenderte.

CL: Cuando las personas juzgan de la manera errada, lo hacen para defenderse y para protegerse. Por ejemplo, en tu caso, no estando limpio, puedes impedirme de juzgarte porque quieres continuar sucio – y Jesús nunca impidió que lo juzgaran, ni en público. Tú notas que te “juzgo”, pero no notas que estás a la defensiva. Y, la mejor manera de que nos defendamos, será atacar. Cuando atacas, sólo te estás defendiendo.

CS: Entiendo. Entonces, ¿para quien es que es errado juzgar? ¿Cómo es que se juzga de la manera errada?

CL: De la misma manera que usas esa verdad que Jesús habló para que te protejas, puedes usar acusaciones contra los otros para mejor disfrazar tus propios pecados. Siempre que juzgas para que encubrirte y para que defender tu posición “estratégica”, estás errado. Era eso lo que Jesús quería evitar que las personas hicieran. Tanto que Él aconsejó que seamos capaces de quitar una cosa pequeña del ojo de nuestro hermano.

CS: ¿Cómo así?

CL: Existen personas que juzgan a los otros con el objetivo de que encubrirse acusando, desviando las atenciones. A través de la acusación ofendida, desvían las atenciones de su propia suciedad e intentan a las personas a que tengan lástima de ellos y a que sean “comprensivos”. Y, en la verdad, la acusación hasta ya se hizo hábito, tal que las personas ya no miran sus pecados para acusar a los otros, como cuando tienen únicamente la intención de encubrirse acusando. Como ya se volvió en un hábito de acusar, ya se hizo forma de vida y ya perdieron de vista cual es la razón que los llevaría a acusar. Y es por esa razón que entienden muy mal estas palabras de Jesús. En la verdad, acusan porque tienen pecados que quieren esconder y están amargados. En ese caso, el juicio sumario, la acusación apresurada, es condenable.

CS: ¿Estás diciendo que podemos juzgar?

CL: No puedes juzgar, de ese modo no. Pero, tampoco puedes confundir eso con la intención del amor en salvar a alguien de un cierto tipo de pecado que vio y diagnosticó con precisión. Puedes verificar que, cuanto mayor que sea la precisión del diagnóstico, más la persona se irrita contra quien habla en sus pecados con la intención de ayudar. Jesús no nos dijo que quien juzgara sería juzgado porque juzgó, pero porque tiene aquellos pecados que juzga livianamente, con el propósito de encubrirse. No es juzgar lo que se hace pecado. Quien juzga será juzgado del pecado que tiene y no porque juzgó.

CS: Y ¿porque será juzgado de su pecado y no porque juzgó?

CL: Quien juzga a otra persona de esa manera egoísta y acusadora, revela que tiene pleno conocimiento de ese pecado que ve en otro porque lo tiene también. Al juzgar de ese modo, manifiesta que tiene conocimiento de que es pecado aquello que juzga. Si tiene conocimiento de ese pecado, tendrá juicio también. Ahora, si tiene conocimiento de que aquello que juzga es pecado y tiene, también, ese pecado, será juzgado por el pecado que tiene porque sabe que aquello es pecado. Si no supiera, no juzgaría.

CS: Aún no entendí muy bien.

CL: Vamos a usar un ejemplo.

CS: Tal vez sea mejor.

CL: Imaginemos una mujer en el tiempo de Cristo con un flujo sanguíneo. Ella hiede y nadie se sienta cerca de ella.

CS: ¡Yo tampoco me sentaría! No me sentiría muy bien.

CL: Pero Jesús se sentaría, porque la única cosa que hiede para Él es el pecado. Imaginemos que ella tiene una vecina que también comenzó a tener el mismo problema. En aquel tiempo, las personas con ese tipo de problema, eran excluidas del medio del pueblo. Por esa razón, pensamos que ellas no se querían manifestar.

CS: Estoy aquí imaginando. Continúa por favor.

CL: A la vuelta de la mujer que hiede, tenemos la familia de ella que la ama y al mismo tiempo necesita cumplir la ley de Moisés. La vecina del lado (imaginemos que no le gusta y que tiene el mismo problema), habla apenas de ella para toda la gente porque, procediendo así, desvía las atenciones de su propio problema, es decir, las personas se quedan creyendo que ella no tiene ningún problema de salud porque acusa la vecina que tiene el problema. También intenta aliviar su carga de amargura de ese modo imbécil. ¡Jesús dijo que llevemos nuestras cargas a Él – no aconsejó lanzarlos por encima de los otros, o contra las personas!

CS: Entiendo. Debe ser muy malo ser juzgado de ese modo.

CL: Es sí. Pero, sólo aquí, ya tenemos tres o cuatro tipos de personas que manifestarán cada uno su reacción para con aquella señora, cada cual juzgando de su modo. Tenemos la vecina que desvía las atenciones de ella misma porque tiene el mismo problema; las personas que pasan y oyen la crítica de la vecina, unas creyendo otras no creyendo porque detectan la amargura en la expresividad de la vecina; y tenemos la familia y aquellos que se quedan divididos entre, o cumplir la ley de Moisés, o encubrir la cosa.

CS: Sí.

CL: Pero, después, imaginemos que viene un médico y le dice: “La señora está oliendo muy mal. Necesitamos tratar su problema para que usted este bien”. En la verdad, el médico usa los mismos criterios, las mismas palabras, para analizar y juzgar el problema de la mujer que los otros usan para condenarla y despreciarla.

CS: Entendí. Entonces, para el médico no es pecado juzgar a la señora que hiede. ¿Es eso que quieres decir?

CL: Para el médico sería pecado no juzgar, o no juzgar correctamente. Ahora, ¡imaginemos a alguien decir al médico que él no puede juzgar aquella mujer! Sería un absurdo, ¿no es verdad?

CS: Sería sí. Hasta aquí, yo concuerdo. Yo tengo una amiga que no va al médico porque ella es mujer y el médico es hombre.

CL: Pero, ahora imaginemos que el médico va a visitar a la vecina que no quiere ser expuesta y le dice: “La señora también tiene un flujo sanguíneo que puede empeorar si no fuera tratada”.

CS: Ella va a quedarse muy triste porque fue descubierta y porque puede ser excluida de la sociedad Israelí a causa de la enfermedad que tiene. ¡Nunca más le va a gustar aquel médico!

CL: ¡Claro! Pero, la ilusión del pecado nos hace hacer cosas impensables. “Nos obliga” a colocar nuestra vida en riesgo a causa de un orgullo, de un problema que no existe, de un “vejamen” que puede significar nuestra salud. Exponer el problema de ella al médico podría salvar su vida. En todo caso, ella nunca conseguiría esconder su problema para siempre. Es como el pecado: acaba oliendo demasiado mal, más día menos día. Las mentiras siempre tuvieron piernas cortas y, en el caso de ella, no sería diferente.

CS: Es verdad. Hasta acusará injustamente al médico de juzgarla porque quería permanecer escondida y discreta, pero no lo consiguió. También desconfiará de todas las personas porque no sabe quienes le dijeron al médico que ella estaba enferma. Va a sentirse muy avergonzada y, también, se sentirá humillada por haber acusado a la vecina teniendo el mismo problema que ella. Se sentirá demasiado juzgada.

CL: ¡Hasta que consigues entrever la verdad! ¿Que te aconteció? Bien, en la verdad, es eso lo que pasa con todos los pecadores. Es verdad que los pecadores acusan a los pecadores porque sufren de los mismos males. Pero, nunca podemos errar colocando dentro del mismo saco a las personas que nos saben ayudar, de aquellos que sólo nos saben criticar – sólo porque juzgar es pecado para el común de la gente.

CS: Entendí.

CL: ¿Entendiste? ¿Ahora ya no vas a decir que te estoy juzgando?

CS: ¿Porque estás siempre apuntando tus flechas para mí? ¡A veces también entiendo las cosas! ¿Tiene algo malo eso? Voy a intentar acordarme de eso todo cuando me sienta acusado por ti. ¡Que cosa! ¿Llega para ti?

CL: Todo bien. No necesitas quedarte impaciente. Vamos a ver cuanto tiempo tu resolución va a durar. Las personas que no se limpian acaban olvidando las promesas que hacen.

CS: ¿Porqué?

CL: Porque entran en tribulación y roces de alma, se quedan ocupados, se quedan presos en otros pensamientos y en intentar resolver otras perturbaciones. En esas alturas actúan con el corazón que poseen y se quedan demasiado ocupados y absorbidos con las espinas de la vida para acordarse de las promesas que hicieron – o hasta de las promesas que Dios hizo. Allí sólo va a contar el corazón que realmente poseen – sólo él determinará sus conductas. Mientras están oyendo palabras que salvan, se sienten tranquilos. Pero, si no obedecen esas palabras inmediatamente, sus almas vuelven al cautiverio, lo cual se hace infernal porque probaron del Reino de Dios y de su paz. En esas alturas, el corazón ya no tiene como actuar mediante las resoluciones que tomó o las promesas que hizo. No piensa en ellas y, cuando piensa, reacciona mal y de manera agresiva contra ellas. Reaccionará sólo conforme aquello que es y no va a encontrar ocasión de recurrir a las resoluciones y votos que hizo para mantener la apariencia. Las tribulaciones no le darán espacio para que acuerde de las promesas que hizo. Quien hace votos, intenta arreglar un modo de ser aquello que no es. Quien se transforma de verdad, no necesita de votos. Jesús dijo: “Que tu ‘sí’ sea sí; y que tu ‘no’ sea no” – simplemente.

CS: Y cuando tenemos problemas nos quedamos sin cabeza, ¿no es?

CL: Es eso aún. Pero, allí, cada persona actuará conforme al corazón que tiene, pues la cabeza se rechaza a quedarse fría – no es que no lo consiga, pero sólo se rechaza. Si es una persona con mal genio, se enojará, si es una persona amargada, se amargará; si fuera paciente, se quedará demostrado lo que es; si fuera tranquila y si su corazón estuviera realmente cerca de Dios (porque está limpio y porque permanece en Dios), se acordará de las promesas que hizo.

CS: Entiendo. La persona sólo demostrará aquello que realmente es en esas alturas.

CL: Entonces, la Biblia dice que nos acordemos de los votos que hicimos a Dios y que los cumplamos todos. Pero, para que eso acontezca siempre, necesitamos tener nuestro tesoro limpio, firme y tranquilo desde su propia procedencia, desde su naturaleza y desde su esencia porque, sino que sea así, la primera tribulación acabará manifestando alguna cosa de todo aquello que realmente somos. Cuando hiciéramos un voto, debemos arreglar tener un corazón que cumpla aquello que prometemos hasta cuando no nos acordamos más que prometemos.

CS: Entonces, ¿las pruebas sirven para que veamos lo que somos?

CL: De cierta manera, sí. Muchas veces somos probados para que podamos confesar aquello que somos de verdad, para que seamos perdonados y salvos de nosotros mismos colocándonos en la luz, exponiéndonos como somos y en orden ante Dios.

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