(Introducción)(Dial.1)(Dial.2)(Dial.3)(Dial.4)(Dial.5)(Dial.6)(Dial.7)(Dial.8)(Dial.9)(Dial.10)

(Dial.11)(Dial.12)(Dial.13)(Dial.14)(Dial.15)(Dial.16)(Dial.17)(Dial.18)(Dial.19)DIÁLOGO 20 

 

ARREPENTIMIENTO

 

CS: Volví para conversar contigo. Cambié de ideas. Ya no aguanto resistir. No quiero ser como Judas que reventó por el medio. No consigo vivir más así.

CL: Bienvenido amigo. ¿Que aconteció para que estés tan trastornado así? ¿También parece que tienes un brillo extraño en ti. Fuiste tocado por Dios?

CS: Yo estaba muy orgulloso. Estaba determinado en mi corazón que nunca irías a oírme hablar de un pecado mío. Pero, no conseguía dormir.

CL: No es tan importante que reveles tus pecados a alguien, como será importante que quiebres el orgullo que creaste a la vuelta de eso. Y, nadie quiere saber de tus pecados – queremos saber si te salvarás y sólo eso. Pero, si creas un orgullo a la vuelta de eso – o de cualquiera otra cosa – Dios exigirá que lo quiebres. Bienvenido a bordo de la embarcación que lleva a la Vida Real. Pero, por favor, continúa contando.

CS: En aquella angustia que no me dejaba dormir hablé resentido con Dios. Y vi que estaba resentido con Dios y no contigo. Noté que, si estaba resentido contra Dios, entonces todo lo que me hablaste era la verdad. Pero, continuaba triste y, aún hablando resentido y lastimado, creo que nunca fui tan expresivo y tan simple en la conversación que tuve con Él.

CL: ¿Conversaste con Jesús?

CS: Sí. Y, lo más lindo de todo, es que Él me respondió.

CL: ¿Que te dijo Él?

CS: Bien, yo tengo la certeza que era Él hablando, pues no sentí paz hasta tomar la decisión de venir a hablar contigo para que me ayudes a alcanzar el perdón que me dará paz verdadera. Yo sé que existe esa paz. Consigo olerla en el aire.

CL: Entiendo. ¿Y que te habló el Señor?

CS: Yo oía dentro de mí algo como se fuera una voz, una insistencia: “¡Hace tu lista! ¡Ve a hablar con Job! ¡A él oiré!” Job 42:7,8. Y por esa razón estoy aquí. Sé que no te llamas Job, pero entendí bien el simbolismo de la frase.

CL: Menos mal que viniste entonces. ¿Trajiste tu lista?

CS: La traje sí. Tardé tres días en hacerla y por eso es por lo que sólo hoy pude venir. Traje dos, conforme me aconsejaste: una que tiene los pecados que cometí contra o con personas; y la otra con pecados de todo tipo. Son todas cosas que intentaba disfrazar y esconder. Pero ya no voy aplazar o esconderme y disculparme cuando me mire en el espejo.

CL: Está cierto entonces. ¿Y como quieres hacer?

CS: No sé bien. ¿Qué es lo que me sugieres?

CL: Déjame pensar. (CL pensó durante unos breves segundos y decidió). Bien, vamos a pedir a Dios para que este con nosotros aquí. Después, vamos a conversar sobre tus pecados como si fuésemos amigos que no esconden nada de nadie. En el final, podemos pedir a Dios que te perdone para siempre. Pero, ¿me estás prometiendo que la limpieza será completa? Es que, si no fuera completa, no vale la pena que comencemos.

CS: Será completa sí. Y buscaré a todas las personas que puedo encontrar para pedirles perdón. Voy a mantener esta lista hasta haber terminado de pedir perdón a todas las personas aquí escritas.

CL: Está correcto.

CS: Disculpa mi nerviosismo, pero nunca hice esto con nadie.

CL: No te preocupes, estaremos sólo nosotros los tres aquí.

CS: ¿Cuáles tres? ¿Vas a contar mi vida a alguien?

CL: No. Somos tres aquí: yo, tú y Dios. Nunca contaré nada a nadie, claro. Pero, tengo la certeza de que tú contarás personalmente a las otras personas.

CS: No me asustes. Espero cambiar primero para poder hacer eso.

CL: ¿Y porque resolviste hacer eso que vas a hacer?

CS: No tengo salida. Y aquella voz no me daba cualquier descanso. Vi, también, que me podías ayudar. ¿Vamos a dejar las explicaciones para después? Tengo miedo de perder el coraje. ¿Vamos a comenzar inmediatamente?

CL: Vamos entonces. ¿Vamos a orar y pedir Dios para estar con nosotros?

CS: Vamos sí.

Y oraron pidiendo la presencia de Dios. Una oración muy corta y objetiva. Pero, no fue preciso usar muchas palabras, pues el ambiente era sólido y la presencia de Dios era fuertemente (abundantemente) sentida allí en el local. Era real e incluso CL se erizó y se alegró de la forma como aquella oración fue atendida de inmediato. La presencia de Dios era real y parecía que el aire estaba saturado de belleza.

CL: Vamos, amigo, vamos a comenzar.

CS: ¿Por donde comienzo?

CL: Por el pecado más difícil. Aquello que te cuesta más contar, que sea contado primero.

CS: Está correcto.

CL: Habla como si yo no estuviera aquí.

Después de unas dudas, CS comenzó a limpiarse.

CS: Yo maté a mi padre. Nadie sospecha que fui yo.

Se oyó un sollozo enorme en el aire y CS sucumbió y no conseguía continuar con su confesión. Por fin, se calmó.

CL: Continúa amigo. No pierdas tiempo lamentándote.

CS: Discúlpame. Pero, es que guardé este pecado tanto tiempo y ahora que salió no conseguí resistir. ¿Que debo hacer con este pecado?

CL: ¿Qué es lo que crees que debes hacer?

CS: Yo no sé. Pero, lo más correcto sería entregarme a la justicia y confesar mi crimen.

CL: ¿Y como todo aconteció?

CS: Fui envenenando a mi padre poco a poco. Él golpeaba a mi madre y mis hermanos siempre que bebía. Cuando él murió, dijeron que había sido una falla renal y nadie sospechó de nada. Como él bebía mucho y hasta ya tenía piedras en los riñones, no fue difícil que creyeran que había sido muerte natural. La única cosa que temía, era que sospecharan de mi madre. Y como eso no aconteció, vengo viviendo con eso pesando dentro de mí callado.

CL: ¿Tu madre no sabía de nada?

CS: No sabe de nada.

CL: Si ella supiera sería necesario hablarle que te estás lavando de ese pecado. En todo caso, será siempre necesario que hables a ella primero, antes de que tomes cualquier decisión.

CS: ¿Debo ir ahora? ¡Esperas por mí?

CL: Sí, espero. Ve en paz.

Una hora después, CS volvió.

CS: Gracias por haber esperado. Eres muy paciente. Era una de las cosas que me irritaba en ti.

CL: ¿Continuemos entonces? Ya no perdamos tiempo. Tu vida vale más que todo el oro de esta tierra. No esperar por ti sería como no esperar por un tesoro que Dios quiere. No aplacemos aún más lo que ya debería haber sido hecho.

CS: Está correcto.

CL: ¿Que conversaste con tu madre?

CS: Llamé mi madre y mis hermanos para la sala y les dije que necesitaba tener una conversación con ellos. Pedí a Dios que me ayudara y mientras oraba hubo un silencio y una tranquilidad que yo nunca había visto antes. Era como si Dios estuviera conmigo. Toda la gente se quedó mirándome. Conté como conversé contigo y dije que me quería arreglar con Dios y que por esa razón los había llamado. Entonces, confesé que envenené a papá y que era culpable de su sangre. No dije que fue porque me sentía muy triste cuando él los golpeaba. Seguí tu consejo y hablé sólo mi parte del pecado. Hablé como si no hubiera justificación para aquello que hice. También, no me sentía muy bien diciendo: “lo maté por esta o por aquella razón”. ¡Maté y pronto! Hablé que maté y nada más. No me justifiqué, no invoqué razón ninguna. Pero, ellos sabían por qué razón había hecho aquello. Pedí que me perdonaran y mi madre se quedó sin palabras. Después de unos momentos, ella me dijo que sospechaba que papá había sido envenenado por alguien, pues ella encontró un producto sospechoso en nuestro cuarto.

CL: Está correcto. Al final oraremos a Dios. Continúa por favor.

CS: ¿Este pecado está resuelto?

CL: Creo que está. Pero, después decides lo que hacer.

CS: Está correcto.

Hubo más unos momentos de sollozos y CL esperaba pacientemente.

CL: Continúa.

CS: Es muy difícil para mí.

CL: Pero, puedes contar. Será más difícil  guardar y esconder que revelar.

CS: Está bien. Desde joven que tengo pensamientos extraños sobre sexo. Yo tenía muchas fantasías cuando era más joven y soñaba ver mujeres sin ropa. Muchas veces, cuando mi madre iba al baño, yo acechaba para ver cómo ella se desnudaba. ¡Esto es horrible! ¡Hasta mi madre era comida para las fantasías de mi pecado!

Hubo más sollozos y una mirada avergonzada y CS continuó.

CS: ¿Necesito ir a confesar este pecado a mi madre también? ¡Moriré de vergüenza si tenga que hacerlo!

CL: Yo creo que no, pero, no dependas de mi opinión. Si Dios me muestra algo yo te lo diré. Pero, como Dios ya te responde ahora, puedes colocar este asunto delante de Él. Como es un pecado entre tú y Dios, puede ser que no sea preciso. Pero, es sólo mi opinión. Si Dios quisiera que te humilles delante de ella, puedes hacerlo cuando Él te muestre. Si fuera ese el caso, Él irá a tu frente – no temas ir. Todo correrá bien también. Será como el otro que acabaste de confesar.

CS: Está correcto. Voy a intentar conversar con Dios sobre eso entonces. Lo peor de todo es que me masturbaba muchas veces también. ¡Y hoy tengo náuseas de mí mismo porque hacía aquello usando como referencia una mujer desnuda que idealicé a partir de mi propia madre!

CL: Todo bien. Continúa.

CS: Traté muy mal a mis hermanos también. Me quedé con rabia de mi hermano más pequeño porque él me vio masturbándome, escondido. Lo traté muy mal después de eso a causa de la vergüenza que sentí.

CL: ¿Y la masturbación ya paró?

Un enorme silencio pesado.

CS: No, aún no conseguí parar. Pero, ¿necesito parar no es verdad?

CL: Sí. Quien deja sus pecados alcanza misericordia. Sólo quien deja después de confesarlos, Prov.28:13.

CS: Ni después de casado consigo parar. Parece un vicio que se apodera de mí. Pero, ahora va a terminar.

CL: Con certeza. Continúa.

CS: Pero, ¿es posible parar?

CL: Claro que es. Pero, ¡si fuera demasiado difícil, cortas tu mano fuera! Jesús dijo: “Y, si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”, Mateo 5:30.

CS: ¿Si no consigo parar, tengo que cortar mi mano fuera?

CL: Es una de las salidas. ¡En alternativa, puedes cortar otra cosa, otro miembro de tu cuerpo! O una cosa u otra. Pero, si dejaras ese pecado puedes quedarse con tus miembros todos.

CS: Voy a dejar, sí. No tiene descuento, ¿no es?

CL: No tiene. Continuemos.

CS: Traicioné a mi esposa en algunas ocasiones. ¿Necesito contarle?

CL: No sé si debes. Debes consultar a Dios sobre eso también. Pero, en todo caso, debes buscar las mujeres con quienes traicionaste por encima de buscar a tu esposa. En todo el resto, Dios puede mostrarte lo que debes hacer.

CS: Entiendo. ¿Y si fuera mal guiado?

CL: Si buscares aún aquello que Dios quiere, serás bien guiado. No temas. Sólo no busques que Dios te diga lo que desearías oír. A partir de ahora, sólo puedes ser obediente a Él y no buscar que Él sea obediente a ti.

CS: Está correcto. Estoy sintiéndome muy aliviado ya.

CL: Pero, no te contentes con poco. ¡Limpia todo! ¡Limpia el resto que falta hasta el último pecado!

CS: Está correcto. Mentí, muchas robé. Entregaré todo de vuelta – todo lo que aún tengo conmigo. Mentí…

Y los dos se quedaron conversando sobre todos los pecados que estaban en la lista y muchos más que CS se fue acordando, los cuales aún no habían sido escritos en su lista. Para efectos de los diálogos, mantendremos el nombre de CS, aunque ya pueda ser llamado Conciencia Limpia a partir de esta fase. Tres horas después oraron juntos y CS se arrodilló delante de Dios regocijándose mucho en una paz que nunca hubo imaginado posible.

CL: Antes de que te vayas, necesito hablarte unas cosas sobre la vida con Dios.

CS: Pero, ¡que alegría! ¡Estoy tan liviano! ¡Parece que acabé de nacer! ¡Parece que nunca pequé!

CL: Está correcto. Pero, continuemos. Esa paz permanecerá contigo. No precisas disfrutarla toda ahora. Ella irá contigo para donde  sea. Teme a Dios y anda en los caminos que Él te muestre.

CS: ¿Que me querías decir?

CL: Ahora, necesitas leer la palabra de Dios asiduamente, disciplinadamente. Pero, necesitas juntar a eso lo que Jesús te indica. Lee, también, la palabra de Dios acorde Jesús te va mostrando y en las mejores horas del día. Si leyeras en las peores y en las mejores, será bueno también.

CS: Entiendo. ¿Como debo hacer a partir de aquí? ¿Debo leer libros también?

CL: Sólo aquellos que Dios te muestre. Pero, no en la hora de leer La Biblia. Dependiendo de como Dios te muestre, debes, sin embargo, tener unas pocas horas por día para que te dediques sólo a la palabra de Dios. Cierras la puerta a todo lo que existe y entras hacia el santuario de Dios. Una hora, dos, las que Dios te muestre cada día. Sé que no todos los días serán lo mismo, porque también soy guiado por Dios. No importa la cantidad que lees, pero sí la cantidad de la revelación que obtienes, sea leyendo o no.

CS: Entiendo. ¿Y cual la mejor hora para leer?

CL: No sé. Tendrás que descubrir. Habla con Dios sobre eso y aquello que Dios te muestre tendrás que cumplir como se fuera una consulta marcada.

CS: ¿Cómo así?

CL: Si marcaras una consulta con un médico, o con un dentista, ¿vas a la hora que quieres?

CS: No.

CL: ¿Faltas?

CS: Tampoco.

CL: Si alguien te invita a una fiesta, a un paseo, para ir a pescar a la hora de la consulta, ¿tú vas?

CS: ¡Claro que no!

CL: Entonces, con la Palabra tendrás que tener actitud idéntica. Si el teléfono tocar, no atiendes – a menos que Dios te muestre para que atiendas. No existe familia, problemas y nada de este mundo existe para ti en aquellos momentos. Sólo tú y Dios. Sin embargo, todo lo que te hablo aquí, se queda anulado si Dios te muestra de otro modo. Pero, si no te muestra, haces así. ¿Podemos contar contigo?

CS: Sí, claro.

CL: Está cierto entonces.

CS: ¿Porque razón me estoy sintiendo así… extraño, liviano, como si hubiera acabado de nacer de nuevo? ¿Esta sensación no va a terminar, no es?

CL: Creo que no. Pero, en todo caso, será sustituida por la sensación que acabaste de crecer cuando creciste; que acabaste de ser oído cuando oras y eres oído; y todo aquello que acabar de acontecer contigo, dejará el sello de la aprobación de Dios dentro de ti. Esa aprobación de Dios debes mantenerla siempre como la única luz y referencia – como la única opinión que vale y que cuenta. Cuando te acusen o te elogien, deja siempre que sea Dios quien de la única opinión.

CS: Está correcto. ¿Y como debo orar ahora? Siento que no puedo continuar orando del modo que aprendí, como si fuera un disco grabado para impresionar a las personas.

CL: Cuando orares, hablas con Dios tal y cual estas hablando conmigo ahora – de ese mismo modo. Y esperas que te responda. Hablas sólo lo que te viene en la mente y en el corazón. Y si acuerda que oración es oír y hablar, como una conversación entre dos buenos amigos. Él hablarte es garantía que te oye también.

CS: ¿Ahora ya me vas a llamar de hermano?

CL: Claro. Voy a llamarte de amigo, de hermano, de príncipe y todo lo demás. Sigue firme en Cristo y Él te dará un nuevo nombre si fueras fiel y que sigas este camino hasta al fin. Pronto, hermano. Va a hacer lo que Dios te muestre. Que Dios te bendiga mucho.

CS: Muchas gracias por todo.

CL: No agradezcas aún. Tu camino apenas comenzó. Vamos a guardar los agradecimientos para el final y para Dios. Que seas eterno. Y la mejor manera de que seamos eternos, es vivir sólo el día de hoy del modo que Dios quiere. Ni el mañana existe y ni otro modo de hacer las cosas. Y, si hicieras sólo el trabajo de hoy, si ocuparas tu corazón dentro de las cosas que puedes hacer ahora, mañana conseguirás cuidar, también, del día de mañana. Termina todo aquello que comenzaras por Dios. Siempre que quieras, conversaremos sobre las cosas de Dios en tu vida. Que Dios te bendiga y ve en paz.

CS: Amen.

Y así terminó nuestro diálogo entre conciencias. CS se entregó a la justicia y confundió a los Jueces porque en sus leyes no había ley que condenara a quién se acusaba a él mismo delante de la justicia, es decir, a quien presentaba queja contra él mismo. Decidieron aplicarle una pena más leve a causa de las circunstancias de su crimen premeditado y circunstanciado por sufrimiento emocional prolongado. CL visitó su hermano varias veces en la prisión, donde muchos se convertían a causa del testimonio de vida de ex-CS. Él decía que vivía para Dios y que su campo misionero era donde estaba – fuera donde fuera. Para él, era igual estar allí o en cualquiera otro canto de este mundo, en cualquiera otro campo misionero.

También escribió cartas y pedidos de perdón a todas las personas que no consiguió encontrar para hablarles personalmente sobre los pecados que cometió con o contra ellos. Sus versículos preferidos pasaron a ser estos dos: “Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”, Hechos 24:16; “… porque ante él fui hallado inocente y aun (…) no he hecho nada malo”, Daniel 6:22. Su esposa y restante familia se convirtieron, también, pero todos oran por su liberación. Esta felicidad es para siempre. Hasta dentro de la prisión ella permanece. Que Dios esté contigo también.

 

 

José Mateus

Portugal

Septiembre 2006

(Introducción)(Dial.1)(Dial.2)(Dial.3)(Dial.4)(Dial.5)(Dial.6)(Dial.7)(Dial.8)(Dial.9)(Dial.10)

(Dial.11)(Dial.12)(Dial.13)(Dial.14)(Dial.15)(Dial.16)(Dial.17)(Dial.18)(Dial.19)DIÁLOGO 20